Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

El ataque de Hamas contra Israel el fin de semana es condenable por sí mismo y por sus consecuencias. En sí mismo, fue una ofensiva indiscriminada contra objetivos civiles, y esto debería bastar. Las atrocidades desde una de las partes en este largo conflicto no justifican atrocidades desde la otra parte. En cuanto a las consecuencias, las más probables fortalecerán a los actores y las tendencias más indeseables. Entre ellas, las que representa el gobierno de Benjamin Netanyahu, que venía enfrentando una fuerte resistencia y que, en las actuales circunstancias, se beneficiará tanto en el frente interno como en el internacional, ganando espacio para seguir adelante con políticas nefastas contra el pueblo palestino y la institucionalidad israelí.

No se trata de mirar el conflicto desde una presunta neutralidad, ni de abstenerse de opinar que, en la evaluación histórica y global, hay una parte agresora y otra agredida. La cuestión es decidir si nuestras opiniones y solidaridades se ubican en el marco de un deseo de paz negociada, o si nos declaramos partidarios de la erradicación o eliminación de una de las partes. Si reconocemos que hay dos pueblos con derechos humanos o pensamos que sólo hay uno que los tiene. Si apoyamos la idea de una convivencia justa entre dos estados soberanos o creemos que sólo debe haber uno.

En cada disyuntiva, la segunda respuesta nos aleja de posiciones que puedan llamarse de izquierda o por lo menos progresistas, para hundirnos en una ideología despiadada y antihumanista. El problema es semejante al que se planteó con el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York en setiembre de 2001. Los gobiernos estadounidenses han sido responsables de grandes crímenes contra la humanidad, pero quienes pensaron que eso justificaba aquella matanza, o incluso que daba motivos válidos para festejarla, se pusieron del lado criminal de la historia junto con esos gobiernos, renunciando a una diferencia sustancial.

La violencia entre israelíes y palestinos no comenzó, por supuesto, el fin de semana pasado; la situación en Gaza es terrible desde hace muchos años, y la responsabilidad de que así sea les corresponde sin duda, en muy importante medida, a sucesivos gobiernos de Israel (pero no sólo a ellos). Hay motivos para que gran parte de la población palestina opte por recursos desesperados (pero hay también quienes han aprovechado esa circunstancia para llevar adelante una agenda fundamentalista y antidemocrática, en perjuicio de la propia población palestina).

La escalada de violencia ya comenzó y puede llegar a extremos tremendos, con involucramiento de poderosos gobiernos que, como siempre, buscarán su propio beneficio y poco se preocuparán por las víctimas.

No estamos presenciando un enfrentamiento deportivo como hinchas de un equipo u otro. Nos interpela una tragedia humana de grandes proporciones, y lo más probable es que se agrave con el paso de los días. El logro de soluciones aceptables será muy difícil, pero sólo es imaginable mediante la política, que no es la continuación de una guerra de exterminio por otros medios, sino la alternativa a las guerras de exterminio.

Hasta mañana.