Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La fiscal Gabriela Fossati realizó un acuerdo con la defensa de Alejandro Astesiano: este aceptó ser culpable de cuatro delitos, en el marco de todas las causas por las que se lo investigó, y recibió a cambio una condena reducida. Para comprender las consecuencias de esta decisión, que es inapelable, resulta necesario considerar no sólo lo que la acusación de Fossati y el fallo del juez Alejandro Asteggiante abarcan, sino también –y muy especialmente– lo que dejan de lado.

A la fiscal se le preguntó ayer, en una rueda de prensa posterior a la audiencia, por qué su acusación no incluyó algunas acciones de Astesiano. Fossati aseguró que “todos los hechos fueron valorados” y “se utilizó toda la evidencia”, pero agregó que “la teoría del caso la hace la fiscalía”, y que muchos acontecimientos que a los periodistas les parecen importantes y fueron destacados en los medios de comunicación “no están involucrados con la teoría del caso”.

“La teoría del caso” es un término técnico, referido a la narrativa que la fiscalía o la defensa le presentan al juez. En las acusaciones, la cuestión es plantear, en forma clara, coherente y creíble, de qué es culpable una persona y por qué: para ello se incluye una selección de hechos, referencias a las normas que se consideran violadas y elementos probatorios del planteamiento.

Todo lo antedicho parte de una hipótesis inicial de la fiscalía, que puede ser modificada durante la investigación. En el caso de Astesiano, salta a la vista que Fossati, al construir su relato, realizó algunas opciones muy discutibles. Quizá la más relevante es que, en la teoría del caso que le presentó al juez, se centró en que el jefe de la seguridad presidencial aprovechó su posición institucional y los recursos a los que esta le daba acceso para pedir y realizar “favores” ilícitos, pero no parece haberle dado mucha importancia a la posibilidad de que, por lo menos en algunas ocasiones, esto haya ocurrido con conocimiento de lo que la fiscal llama vagamente “su entorno de Presidencia”, e incluso a pedido, o quizá por órdenes, de algún integrante de ese entorno.

Esta posibilidad implicaría, por supuesto, encubrimientos, complicidades o autorías de delitos en los que Astesiano fue sólo el brazo ejecutor. Fossati aseguró ayer que “todas las causas siguen abiertas, todas las investigaciones siguen en curso y puede haber otras personas responsabilizadas”. Lo que es más, en su acusación dejó escrito que el jefe de seguridad le “proporcionaba de manera oficiosa la información que recibía a su entorno de Presidencia, como por ejemplo, al secretario personal del presidente, N[icolás] M[artínez], o al propio presidente” Luis Lacalle Pou, y también que “en ocasiones, y dado que siempre obtenía información, era consultado sobre distintos hechos”.

Lo mejor para el país sería que, en cientos de jornadas durante dos años y medio, nadie del “entorno de Presidencia” se hubiera percatado de que Astesiano cometía toda clase de delitos en horario de trabajo. Esto hay que establecerlo sin lugar a dudas, por el bien de la sociedad y el prestigio de las instituciones. No basta con descartarlo en la narrativa.

Hasta mañana.