Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La novela Los embajadores (1903) es notable por varias cosas; entre ellas, porque está narrada por un protagonista que alterna todo el tiempo entre sus estados mentales y los hechos que describe. No es exactamente un embajador en el sentido diplomático, sino un hombre al que le ha sido encomendada una misión delicada en un país lejano. A Carlos Enciso también se le encargó una tarea compleja cuando asumió como embajador uruguayo en 2020, pero, a diferencia del personaje de Henry James, la realiza en un lugar cercano –Buenos Aires–, e incluso demasiado cercano, ya que ahora, nuevamente, son noticia sus salidas de protocolo para participar en asuntos de política interna.

Hace un año Enciso ya había conquistado titulares por sus opiniones sobre lo que deberían hacer los empresarios argentinos si ocurría un cambio de signo político en Uruguay, pero el asunto no tuvo consecuencias de peso. Ahora, el embajador en Argentina fue a por más: se dejó ver en un acto de campaña de su compañero Álvaro Delgado, precandidato presidencial del Partido Nacional. A diferencia de lo del año pasado, esto ha sumado al rechazo de la oposición, que vuelve a pedir su renuncia, el de algunos de sus correligionarios. Claramente, el exintendente de Florida no sólo ha incumplido el estatuto de los funcionarios del servicio exterior, sino también está tanteando un límite institucional.

La reincidencia de Enciso no es el único problema esperando al nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Omar Paganini, que debió asumir su actual puesto tras la obligada salida de Francisco Bustillo como consecuencia del “caso Marset”. Ayer Paganini tuvo un recordatorio de que el escándalo por la entrega del pasaporte al narcotraficante no ha terminado. Se supo que su cartera todavía no inició una investigación por la destrucción de documentos relacionados con Marset que el asesor presidencial Roberto Lafluf habría ordenado destruir a la exvicecanciller Carolina Ache. Bustillo, por su parte, ya había tenido que llamarle la atención a Enciso por sus desvíos, sin consecuencias visibles.

Volviendo a Los embajadores, y sin ánimo de espoilear, al final de la novela el protagonista queda en un limbo: la misión que le encomendaron se cumple, pero su modo de ver el asunto, y su propia vida, han cambiado radicalmente. De una forma u otra, ha fracasado. Para Enciso, en cambio, todo es win-win: si no es sancionado, podrá seguir haciendo campaña, y si lo es, podrá dedicarse de lleno a los asuntos electorales, tal como ocurrió con el exministro del Interior Luis Alberto Heber, otro “renunciado” del caso Marset.

Hasta el lunes.