Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Hay un viejo debate internacional, que cada tanto reaparece en redes sociales, con la vana intención de definir si son las barbas o las bardas propias las que conviene poner en remojo cuando se ven arder las del vecino. En cualquier caso, el sentido del dicho es claro, y resulta razonable preguntarse si se aplica en relación con la situación actual en Argentina, tras la asunción de Javier Milei como presidente y los cientos de medidas drásticas de desregulación y privatización que quiere aplicar mediante un “decreto de necesidad y urgencia” y una “ley ómnibus”. Entre quienes se plantean la pregunta están, como es lógico, una gran cantidad de sindicalistas del PIT-CNT.

Puede haber muchas respuestas típicamente uruguayas, impensables o irrelevantes en el promedio de las discusiones políticas argentinas, como “sí, pero no tanto” o “no, pero un poco”, porque “somos muy parecidos, pero también muy distintos” o “muy diferentes aunque tengamos mucho en común”.

Por un lado, es cierto lo que dice el secretario de Relaciones Internacionales del PIT-CNT, Jorge Bermúdez: Milei comparte objetivos con fuerzas políticas derechistas que avanzan (a menudo coordinadamente) en todo el mundo, aunque lo haga con un extremismo muy inusual y con una incapacidad para asumir la distancia entre la doctrina y la realidad que caracteriza a los fanáticos.

Sus iniciativas implican una brutal transferencia de riqueza en perjuicio de la mayoría de la población, y trata de abonar el terreno para que se impongan con una violenta descalificación de cualquier partido, organización social o institución que se le oponga, acompañada por el refuerzo de dispositivos de represión y el intento de desactivar el funcionamiento del Poder Legislativo. El hecho de que presente todo esto como un trago amargo inevitable para llegar a la prosperidad tampoco tiene nada de novedoso.

Por otro lado, el hecho de que haya en Uruguay quienes querrían hacer lo mismo que Milei no significa necesariamente que puedan hacerlo. También hubo siempre y hay ahora personas deseosas de dar un golpe de Estado, pero esto sólo resulta viable en circunstancias nacionales e internacionales que, felizmente, no se dan con frecuencia. Lo que debe (como se suele decir en estos tiempos) preocuparnos y ocuparnos es evitar que se den.

El antropólogo Nicolás Guigou, entrevistado para nuestra edición del fin de semana pasado, considera poco probable que en nuestro país surja un fenómeno como el de Milei, entre otras cosas porque –para bien y para mal– “la uruguayez mata cualquier pasión”, aunque acota que, por los efectos de décadas de globalización y de la revolución tecno-comunicacional, la adhesión a las identidades nacionales se va debilitando.

Guigou señala, entre las diferencias que dificultan el ascenso de un Milei en Uruguay, una situación socioeconómica que está lejos de los abismos argentinos, la relativa fortaleza de los partidos y la relativa debilidad en los medios de comunicación masivos (incluyendo a las redes sociales) de quienes contribuyen a deslegitimar todo el sistema político. Esas son algunas de las bardas o barbas que deberíamos mantener saludablemente húmedas.

Hasta mañana.