Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La ciudad argentina de Rosario, una de las más importantes y la más poblada de la provincia de Santa Fe, vive en estos días una situación crítica por el avance del crimen organizado, que la convirtió en un bastión del narcotráfico y hoy enfrenta a las autoridades. La gravedad de los hechos exige un análisis riguroso, que nos ayude a identificar los problemas de fondo y las acciones preventivas que corresponden y urgen en Uruguay.

El estallido actual de violencia, con varios asesinatos indiscriminados, se produjo con una intención declarada de represalia por parte del crimen organizado, luego de que el gobierno provincial lanzara un operativo para fortalecer su control de las cárceles y difundiera imágenes humillantes de personas privadas de libertad, al estilo del presidente salvadoreño Nayib Bukele, pero es inaceptable quedarse en lo superficial. Quizá hubo imprudencia del gobernador Maximiliano Pullaro al intentar una demostración de fuerza sin estar en condiciones de afrontar sus probables consecuencias, pero lo más importante es que los narcos hayan llegado a una posición que les permite pasar a la ofensiva, con actos que sólo se pueden llamar terroristas.

Es odioso, aunque a esta altura no sorprenda, que el presidente Javier Milei haya querido aprovechar el drama para desprestigiar las ideas socialistas, y parece obvio que actúa en función de sus propios intereses al disponer el despliegue de fuerzas policiales y militares federales, potenciando la imagen de salvador de la patria que cultiva y procurando la aprobación de leyes más represivas, pero esto, aunque sea muy peligroso, tampoco es lo central.

Por otra parte, sería un error equiparar la situación de Rosario con la que se vive en Haití o la que existía en El Salvador antes de la asunción de Bukele, porque hay diferencias enormes en muchos planos. La cuestión, por lo menos desde un punto de vista uruguayo, es cómo evitar que lo que pasa en Rosario, una ciudad muy parecida a Montevideo, pueda pasar aquí.

El interés de los narcotraficantes internacionales es desarrollar su exportación ilegal, y para ello eligen las rutas que les resulten más convenientes. Necesitan, por supuesto, que en esas rutas haya puertos (como los hay en Rosario y en Montevideo), pero, más allá de esto, siempre buscan la mayor continuidad posible de controles débiles, o debilitables por diversas combinaciones de corrupción y amedrentamiento.

Optan, obviamente, por las fronteras más permeables, los menores riesgos de detección del traslado y acopio de drogas ilegales, las aduanas menos rigurosas, los sistemas carcelarios más precarios y las mayores facilidades para el lavado de activos, la compra de complicidades entre funcionarios y políticos o la tenencia ilegal de armas, entre otros factores.

La lista de condiciones favorables para el avance del crimen organizado nos indica en qué áreas urge llegar a acuerdos para que Uruguay deje de ser parte de una ruta atractiva. Hoy estamos peor que antes y en gran peligro, pero no hemos llegado a un punto en el que parezcan agotadas las vías propias de un Estado de derecho y gane terreno la tentación de entregarnos a un líder de “mano dura”. Luego puede ser tarde.

Hasta mañana.