No sale en ninguna murga, aunque sabe tocar el tambor y es habitual verlo en una bajada del barrio Palermo metido en la cuerda de La Facala. Es uno de tantos personajes que por antigüedad y presencia forman parte de la gran familia carnavalera. Con su trabajo como periodista y comunicador se ha sabido ganar el respeto de sus colegas y el cariño de la gente. Su voz recorrió todo el dial, y sus comentarios podrán escucharse este año en la Sport 890 AM y en FM Total (109.9) como integrante del equipo de Siempre carnaval.

“Plumífero”, le dijo una vez Pinocho Sosa, re caliente, y el histórico episodio elevó al periodista a una categoría superior en esta realidad alternativa que algunos vivimos durante febrero.

Aquello ocurrió en Pasión de Carnaval, el programa que emite la señal de cable VTV, y en el que Marcelo volverá a ocupar su lugar de comentarista en todas las etapas del concurso.

También lo podremos encontrar, a partir del 2 de febrero, los miércoles y domingos a las 21.00 en la pantalla de TV Ciudad con El juego del carnaval, un show de preguntas y respuestas para el que habrá que saber mucho sobre el dios Momo y sus infinitas representaciones. “Acá va a haber distintos entretenimientos y queremos vincular el carnaval con la cultura general”, cuenta. “Por ejemplo, podemos preguntar “¿quién escribió Otelo?”, que también tuvo su parodia.

la diaria conversó con Marcelo Fernández horas antes del Desfile Inaugural del carnaval.

Te escuché decir en la radio: “El carnaval es pura nostalgia”.

Yo tengo un archivo de diarios enorme sobre carnaval. Del 68 para acá, todo lo que se publicó en los diarios montevideanos. En 1971, el Loro Collazo escribe una crónica para El Diario de la noche y dice: “añorando los viejos carnavales”. Pasaron 50 años. Entonces la nostalgia es un deporte uruguayo, hasta tenemos una Noche de la Nostalgia. Y el carnaval se presta mucho para eso, en ese sentido es como el fútbol. Está el que te dice: “Yo vi verdadero fútbol, no el que se juega ahora, vi a Fulano que era notable”, que es aquello de “todo tiempo pasado fue mejor”, y lo que era mejor de ese tiempo era tu juventud. Obvio que todo el mundo prefiere ser joven y no viejo, pero yo no estoy de acuerdo con que todo tiempo pasado fue mejor.

Por algo cuando me tocó buscar un nombre para un programa de radio le puse Carnaval del futuro, siempre pensando en ir para adelante, y no quedarnos en el pasado y en el recuerdo. Claro que sin olvidar y reconociendo de dónde se viene: hay que conocer a esos grandes monstruos que crearon un gran carnaval, pero no te podés quedar viviendo ahí, no hacemos patria.

Los carnavales de ahora son infinitamente mejores que los carnaval de antes en un montón de cosas.

¿Por ejemplo?

Técnicamente son mucho mejores ahora. Los artistas están más preparados, en cada rubro se ha mejorado, los adelantos tecnológicos están puestos al servicio de los espectáculos, mucha gente que hoy participa en el carnaval llega con una formación académica que antes no se veía; estas cosas, insisto, hacen que los espectáculos hayan mejorado.

Yo soy de la época en que te decían: “Yo a las murgas no les entiendo nada porque hablan de costado”. Era verdad. Hoy algunos lo siguen diciendo, pero es mentira. Hoy hasta a la murga que canta peor le entendés desde la primera hasta la última frase que dicen. Ya no ves aquellos coros, imposibles, desafinados, y lo mismo se puede decir de cualquier categoría. Ojo, eso no quiere decir que todos los conjuntos sean divinos.

Algo que sí decís que se extraña de otros carnavales es la forma de participación de la gente.

Es verdad, hay cosas que hoy no se hacen y es lamentable. Tenemos que recuperar el espíritu lúdico del carnaval, el jolgorio; la gente apropiándose de la fiesta no existe más. En Montevideo, aclaro. Porque hasta el más humilde de los quilombos del interior te pone una guirnaldita o una decoración alusiva durante el fin de semana de carnaval. Acá no te enterás en todo el fin de semana que es carnaval. No hay guerrillas de agua y los gurises se disfrazan en Halloween pero en carnaval no. No ves ese espíritu en la calle, de donde viene el origen de esta fiesta.

Queda algún corso.

Exacto, los corsos que organiza la Intendencia, fundamentalmente; ahí sí te encontrás un poco más a los vecinos participando. Pero después, además de los escenarios, que siempre fueron parte de nuestro carnaval, había otras cosas: los bailes, los asaltos, organizados por la propia gente que se adueñaba de los festejos; eso era una cosa maravillosa y desapareció. Como los famosos bailes de Las Llamadas, que se hacían cuando se terminaba el desfile por Isla de Flores; te estoy hablando de la década del 80. Y se dejaron de hacer porque se armaba lío.

Si me hablás de todo esto y me decís que los carnavales de antes eran mejores, ahí sí te firmo.

De todos modos, ¿se podría pensar en una época de oro de nuestro carnaval?

No sé. Tendría que haber vivido otras épocas para ser tan tajante. Te puedo hablar de las que yo viví. Si pienso en mi niñez, nosotros en pleno febrero, de vacaciones, con los gurises del barrio, estábamos todo el día en la calle, y el carnaval te permitía la posibilidad de extender el horario de los juegos. ¿Qué pasaba? A las ocho de la noche, los padres y los vecinos se turnaban para ir con todos los gurises de la barra para el tablado. De ocho a doce de la noche podíamos seguir jugando. ¿Cómo no íbamos a amar el carnaval? Nunca entendíamos nada, no sabíamos lo que cantaban los murguistas, eran nuestros superhéroes de verano. Señores que se pintaban la cara y se disfrazaban de noche, y después nos pintaban a nosotros. ¿Vos sabés lo que era que te pintara Batman o Superman? Era fantástico.

¿Cuáles fueron las imágenes que hicieron que el carnaval te fascinara?

Mi tablado del barrio era el Robert Koch, ahí cerquita de la Quinta de Herrera, también el del Club Yale, y fundamentalmente el del Club Goes, que era como una especie de Teatro de Verano de la zona. Tenía capacidad para 3.000 personas.

Había un personaje que me resultaba muy atrapante. Se llamaba Antonio Fuentes, pero nadie lo conocía por su nombre; todo el mundo le decía “la Vicenta” porque había un personaje que se llamaba así. Era tintorero y tenía la particularidad de que, con la murga que fuera, iba a todos los tablados de lentes oscuros. Eso siempre me llamó la atención. Con la cabeza de un niño, esos lentes fácilmente se transformaban en una especie de escafandra mágica, alguna cosa de esas. Yo lo conocí con La Nueva Milonga, pero salió en un montón de murgas. Ese fue un tipo que adoré durante toda mi infancia; después, de grande, supe conocer a su hija y a su nieta, que se contactaron alguna vez conmigo. Y este amor, este cariño tan especial por la Vicenta lo compartimos con murguistas como Pinocho Routín. Un día vamos a armar un club de fans de la Vicenta.

Hay gente como Jaime Roos o Milita Alfaro que coinciden en que lo mejor que vieron en murga fue La Nueva Milonga de los 80. ¿Cuál fue la mejor que viste vos?

Vengo más acá en el tiempo. Lo mejor que escucharon mis orejas fue Don Timoteo de 2017; la última vez que salió Pitufo Lombardo y el primer premio del concurso. Y como espectáculos hay un montón. La Falta y Resto del 88 con el “Cuplé de la gente” interpretado por Pinocho Routin; tanto en el 88 como en el 89 la murga estuvo fantástica. Toda esa época de la Falta: “Murga la”, “El hijo del mago” que hacía Bananita González. Un compendio de todos los años de Falta y Resto en los 80 es la mejor versión murguera que recuerdo.

En las últimas décadas, uno de los grandes cambios de nuestro carnaval es el crecimiento y la mejoría en los espectáculos de candombe. Vos sos candombero, ¿cómo lo ves?

Me gusta mucho el candombe como género, los espectáculos; me gusta también la fusión del candombe con otros ritmos. Esa, obviamente, no es de ahora. Empezó con Pedro Ferreira adaptando o fusionando ritmos más caribeños con el candombe. El responsable de que el candombe fuera más fácilmente bailable fue él, y así las canciones empezaron a contagiar al gran público.

Pero yendo a los espectáculos arriba de los escenarios, hubo aportes que fueron decisivos, como los de Andrés Varela y Sebastián Bednarik en Cuareim 1080. En 2004 se la jugaron por un espectáculo que se llamó “El circo”, que fue muy criticado por los más tradicionalistas. La comparsa salió primera y arrasó entre la gente con una propuesta increíble. La vedette representaba a una pantera encerrada en una jaula, para que te des una idea. Fantástico.

Dos años después, Luis Trochón con Yambo Kenia hizo el espectáculo “Las esclavas del rincón”, que fue increíble. Hizo que la gente, en vez de irse a comer un chorizo al pedregullo como pasó mucho tiempo, se quedara a ver algo que realmente valía la pena.

Otra cosa en lo que también se ha evolucionado muchísimo en las comparsas es en lo musical. Tipos como Urbano Moraes, los hermanos Ibarburu, Aníbal y Washington Pintos han estado al frente de las bandas de las comparsas, como hoy tenemos a enormes músicos como Alejandro Luzardo, Aníbal González, Juan Steiner, Eduardo da Luz, Jorge Damseaux, o el propio Hugo Fattoruso que hasta hace poco estaba en Cuareim. Si valdrá la pena prestarles oreja. Es un placer ir a escucharlos.

¿Cómo será un carnaval sin Pinocho Sosa?

Va a ser un carnaval en el que habrá que apechugar, y nos vamos a acordar de Pinocho cada día hasta que termine el carnaval, en todo momento. Porque nos vamos imaginar qué hubiera pasado en tal situación si estuviera Pinocho: “¿Qué hubiera dicho ante tal problema?”. No solamente con los Zíngaros, con cualquier cosa. Vamos a estar con ese estado de hipótesis permanente. Yo creo que todavía somos un montón aquellos a los que todavía no nos cayó la ficha de que Pinocho no está. Parece que fuera un acting de un tipo que dio hasta la última gota de su sangre y el último minuto de su vida por el carnaval. Hasta el momento en que murió estaba planificando con sus allegados lo que tenía que ser el espectáculo de Zíngaros para este carnaval. Increíble.

El conjunto este año, más allá de sus dos parodias, que son “Tabaré Vázquez” y “Florence Nightingale”, monta su espectáculo en torno a aquella película que se llamaba El gran showman, y ese fue Pinocho. Como escribió Morgade para La Reina de la Teja: “No habrá ninguna igual, ninguna nunca”; como Pinocho, tampoco. Más allá de sus locuras y sus peleas, porque el que no se peleó con él no lo conocía, y sin embargo todos tenemos una admiración por lo que era este tipo armando espectáculos, superando incluso a su maestro, que fue el Tucho Orta.

Se lo va a extrañar como pocas cosas se pueden extrañar en el carnaval.