Abril Pereira es carnavalera desde niña. En Salto recorría tablados y asistía al concurso local con su padre, que salía en murga. También acompañó a su hermana, que salió en comparsas. Sin embargo, al estar ahí no pensaba en pisar las tablas, sino en que alguien le pintara la cara al bajar.

Baila “de toda la vida”, hizo la carrera de actuación en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD) y desde entonces se dedica a ello. En 2015 la invitaron a salir en murga joven; pasó por Tute y Conga, Cero Bola y Perlita Cucú. Dirigió, cantó, escribió, se encargó de puestas en escena e integró los equipos de coordinación y gestión.

En 2021 se sumó al equipo del Teatro de Verano de Valores de Ansina y debutó en el Concurso Oficial de Carnaval el 30 de enero.

¿Cómo estás viviendo tu primer carnaval en el circuito oficial?

Estoy encantada y con gran felicidad, me tomó por sorpresa completamente este nivel de disfrute del carnaval. A veces de alguna forma el concurso se aleja bastante de lo que es el candombe, pero yo creo que Valores se acerca un montón, intenta conservar la filosofía o la esencia. Estoy megacopada, aprendiendo un montón, con una grupalidad increíble que me ha sabido sorprender positivamente. Estamos haciendo un carnaval que para mí está hermoso, si no lloviera tanto…

Integrás el equipo del Teatro de Verano de Valores.

Sí, mi rol es principalmente de actriz y además canto como solista. La comparsa es muy grande, hay un equipo para el Teatro de Verano y uno para las Llamadas. Algunas personas están en los dos, pero en realidad es muy difícil sostener eso porque ensayás de lunes a sábado para el teatro y los domingos para el desfile. Ahora resulta que también voy a salir en las Llamadas; una vez que te metés en Valores, no hay chance de salir [se ríe]. Voy a hacer un personaje de la orixá Obbá que abre la llegada de Valores al desfile.

¿Cómo fue el proceso de trabajo en este espectáculo, “Persona”?

El inicio fue en 2020 con unos talleres que hizo Jimena [Márquez, letrista] para empezar a escribir sobre la realidad de cada uno de los componentes, que cada uno pudiera contar anécdotas de vivencias personales con el racismo acá en Uruguay. El espectáculo hace un recorrido por testimonios de cada una de las personas de la comparsa sobre el racismo, de qué formas se ha habitado el racismo.

Lo que tiene mucho la comparsa, y creo que yo también fui parte de eso, es el prejuicio de que siempre habla de lo mismo, de los esclavos, del racismo; pero esta es la primera vez que se habla en primera persona. Yo me llamo Abril y a mí me pasa esto. En ese sentido creo que es una propuesta bastante original y atípica. Se conversa del racismo uruguayo en una sociedad que no se reconoce racista y además es bastante eurocentrista. Todos los negros están bastante invisibilizades. Lo interesante del espectáculo es poder escuchar en primera persona dónde está el racismo en nuestra sociedad hoy, la comparsa canta “No me lo contaron, me pasó”.

Se abrieron a contar experiencias personales, primero entre ustedes y después en muchos escenarios, ¿fue difícil?

Yo al principio estaba en la idea de qué fantástico poder poner esto arriba del escenario, es la fantasía de todo creador, toda creadora, tener la oportunidad de poder decir en primera persona “mirá, a mí me pasa esto”, compartir, mirar a la gente y decir “esta es mi verdad”, con el peso y la potencia que eso tiene. Pero claro, después te ponés a revolver adentro y es tipo “uy, de verdad estoy queriendo abrir mi corazón acá en el Teatro de Verano a un montón de gente desconocida”.

Es muy desafiante en ese sentido porque se habla mucho desde el dolor, hay cosas con las que es inevitable que se te revuelva, porque también uno construye su identidad, su historia, y hay cosas que son muy fuertes. Yo a veces, jodiendo, digo que si no hubiese sido por mis cuatro años de terapia, no sé si podría estar riéndome de esto arriba del escenario. Son cosas que me pasaron en mi infancia y me marcaron para toda la vida.

Ahora estoy hablando de mí, pero imaginate los 60 componentes de la comparsa poniendo el corazón ahí. Por un lado es agradecer la oportunidad y la posibilidad de decir, y por otro lado saber que estamos metiéndonos en terrenos que son escabrosos y muy dolorosos, pero de alguna forma encontrás consuelo en decir “esto es una cosa que me genera dolor y que a la vez no tiene nada que ver conmigo, parte del prejuicio de otra persona que alguna vez fue arrojado sobre mí”. El prejuicio y la violencia. Resulta hasta sanador, si se quiere. Es una gran mezcla de emociones.

Foto del artículo 'Abril Pereira: “En Valores todo está hecho a pulmón y a puro amor”'

Foto: Alessandro Maradei

Mencionaste el humor como un componente esencial.

Sí. Por momentos surgen cuestionamientos, digo “pah, ¿no será medio pesado estar diciendo todo esto?”. No nos olvidemos que es carnaval. Hay un trabajo sobre el relato y sobre las historias para que puedan llegar al público de una forma que no sea tan pesada. Es maravillosa la forma en la que Jimena Márquez empatizó con la problemática y tradujo el sentir de la comparsa. Bueno, y vamos a reírnos de nosotros mismos. Porque de alguna forma lo que termina generando es que cada une se cuestione en qué momento fue racista.

En un momento del espectáculo uno de los compañeros, que es el que hace de la voz blanca, si se quiere, que no tiene ni idea de racismo, es racista y no se da cuenta, dice “bueno, a ver, ya está con el tema de los esclavos, con el racismo, hay cosas que no pasan más. Prendeme la luz de platea. A ver, que levante la mano si acá hay algún racista”. Escuchás el silencio. Porque sí, claro, nos cuesta un montón reconocernos racistas. Y a la vez la propia contradicción, me dan ganas de reírme y me da ganas de llorar. En ese sentido creo que está buenísimo el espectáculo porque te interpela un montón, seas blanco, seas negro, seas joven o adulte. La respuesta del público en los barrios y en el teatro es impresionante.

¿Creés que hay desconocimiento sobre lo que hacen las comparsas en el teatro?

Totalmente. Incluso yo, que soy una amante de las artes escénicas y que me gusta ver de todo, era re ajena a la realidad de las compras en el Teatro de Verano. Para mí también el lugar de la comparsa era la calle, ese encuentro con la gente más directo. Existe ese prejuicio. Hoy en día, viviéndolo de adentro, creo que esas ideas [negativas] sobre una comparsa arriba del escenario no escapan a la lógica del racismo, que es estructural. Ni para los espectadores, ni para quienes organizan el carnaval. Vas a un tablado y te das cuenta de que está armado para una murga y nadie sabe arreglar un sonido para una comparsa. La gente no tiene ni idea qué es lo que va a ir a ver al teatro. “¿Pero es un musical, pero tocan los tambores? ¿Cómo que hay actores? ¿Cuál es el hilo conductor? Ah, pero van a hablar de racismo otra vez”.

Lo ves en todos lados [al racismo], en el hecho de que le pagan lo mismo a una murga que a una comparsa para un tablado, o el propio premio de este carnaval oficial del que somos parte. Hay muchísimo desconocimiento. Es necesario enfatizar en que no escapa al racismo de todos los días, de nuestra cotidianidad también, el lugar que se les da a los negros, a la población afrodescendiente, que no dejan de ser artistas, laburantes de la cultura que son parte de este carnaval.

¿Cómo describirías vos a una comparsa?

Para mí lo que hace la comparsa se asemeja un montón a lo que es un musical, por ejemplo. O una ópera, si se quiere. Son cuadros musicales con bailarinas y bailarines, con actores y actrices que llevan adelante una historia, cualquiera sea. La complejidad que tiene es que capaz si sos muy ajeno a la cultura candombera te puede sonar un poco extraño en cuanto a la estética o a determinadas búsquedas. Creo que es la categoría más exigente a nivel de concurso.

¿Por qué?

Porque se le demanda que toda la música sea original, que todo el texto sea original. Es el conjunto que tiene más personas arriba del escenario. Tiene coro, banda, tamborilero, bailarina, bailarines, actores, actrices, gramillero, mama vieja, personajes, trofeo, estrella, luna, estandarte, es un montón de gente arriba del escenario. Te exigen, por ejemplo, un milongón, un afro, un solo de tambores, un destaque de las vedettes. Imaginate eso para la construcción de un espectáculo, darle coherencia a todo ese marco concursero. Es muchísima gente para ensayar, muchos técnicos, mucho rubro.

Y mucha plata, me imagino.

También. A la vez, no hay que desconsiderar que está trabajando una población que es predominantemente negra, no ignorar que los negros son las personas más bastardeadas de esta sociedad, los que están más sumergidos bajo la línea de la pobreza. Realmente la gente que está trabajando adentro de las comparsas es gente que está muy lejos de hacerlo por la plata. Todo está hecho a pulmón y a puro amor por el candombe, por el carnaval, por conservar determinadas tradiciones, la cultura, nuestra identidad.