Cuando era niño Leo Pacella esperaba todo el año la llegada del verano, el momento de volver al tablado de Mega, en Buceo, al que iba seguido con su familia. Era su acercamiento al arte. A los 12 años, decidió que su sueño era hacer carnaval y comenzó a grabar cassettes de los conjuntos para repetir los chistes e imitar a los personajes en su cuarto. Cuando le llegó el momento de decidir qué estudiar, eligió teatro “para salir en carnaval”.
Hoy trabaja en teatro, televisión, da talleres y es referente de la categoría Humoristas. Fue nombrado tres veces Figura Máxima del Carnaval y pisa fuerte en los escenarios con Los Choby's, conjunto del que es director responsable junto con Julio Yuane.
¿De niño tenías categoría preferida?
Me gustaban los parodistas porque eran los que más me hacían reír, si bien había algunos humoristas que me gustaban. Yo buscaba la risa, me aburría un poco cuando cantaban y bailaban. También me gustaban las murgas que me hacían reír; me acuerdo especialmente de Momosapiens en el 92 porque fue el click de “yo quiero hacer eso, inventar algo así”.
¿Qué te hace reír?
Yo me río de cualquier cosa, me causa mucha gracia Dolina, leerlo sobre todo. Cuando veo los espectáculos [de otros conjuntos de carnaval], siempre me deslumbro. Una amiga una vez puso en Twitter: “Hay diez murgas que me enamoran, las otras quince me hacen guiñadas”; es verdad, están todas buenas, aunque puede ser que haya algo que no te guste. Yo me río mucho incluso con chistes que digo “no los pondría en mi espectáculo”.
¿Cómo se arma un espectáculo de humoristas que resista dos meses, varias pasadas por el Teatro de Verano y decenas de actuaciones semanales?
En el humor está eso de que ni bien creés que descubriste algo, se murió y hay otra cosa, nunca capitalizás nada porque a los dos segundos ya fue, siempre tiene que estar la sorpresa. Cuando son escenas más interpretativas las podés reproducir hasta el hartazgo. Disfruto de hacer siempre lo mismo, sentir lo mismo en cada parte, sostener la intención mientras la gente se está riendo y yo por dentro estoy siendo la persona más feliz del mundo pero tengo que disimular las emociones, hacer una pausa y seguir. Cuando son chistes, por ejemplo, con la canción de Cyranos que se corta en un momento, a mí me parece muy gracioso, pero ¿cuántas veces me sorprende? La tercera vez ya está. Pero no es tan común y armamos toda una situación para eso que no es fácil cambiar por otra cosa. Evaluarse a uno mismo es medio raro, a mí ya me tiene aburrido lo que hacemos. Ver 40 veces caer a Gilda al lado mío, la gente se ríe pero yo digo “qué chiste mas choto, lo tenemos que sacar”, pero confiamos en que la idea está buena, es original, es un buen momento de comunicación con la gente y lo guardamos con mucho celo para que siga saliendo así, pero hoy yo cambiaría medio espectáculo.
Los Choby's en sus inicios eran catalogados de “desprolijos”. En 2015 dijiste en una entrevista que si tenían que perder la autenticidad para entrar en las lógicas del concurso, preferías no salir, ¿eso ha cambiado con el tiempo?
Hemos cambiado pero en aspectos que a mí me parecen menos importantes. Yo creo que identificando un personaje, si la gente entendió cuál es o entendió el chiste, ya está. Me importa qué dicen, cómo dicen, eso me hará reír o no. Es un concurso, entonces eso que podía ser poco importante como un gorro de policía y una chaqueta, porque ya es un policía, en el concurso uno le presta más atención y ve cómo se puede vestir un poco mejor, aunque para uno no sea importante. También empezás a ver belleza ahí y decís “mirá cómo yo menospreciaba determinadas cosas”. En el momento, si hay que elegir, prefiero que se entienda el humor; si algo es muy bello pero me distrae de lo que tenemos que hacer, prefiero que no.
¿Creés que han logrado equilibrar la autenticidad con las exigencias del concurso?
Creo que todos los que seguimos en el concurso es porque nos gusta también. Es una inversión, no sólo de tiempo y esfuerzo, ponés tu ego, tu corazón ahí para que lo descuarticen, porque muchas veces le errás, y encima podés quedar perdiendo económicamente. Por lo menos, hago lo que yo considero honesto, incluso apostar a alguna cosa que no estás tan seguro que funcione, o quitar algún chiste que funciona, pero que decís “¿no les parece que el chiste no va?”. Pero por algo concursamos también, tampoco hacernos los anticoncurso. Nos gusta, nos divierte, vamos atrás de esa zanahoria, lo que está bien es que no se nos vaya la vida ahí y que no sea lo más importante. Lo bueno es que mañana te digan “perdiste” y la angustia dure dos segundos, mires pa' los costados y digas “¿cómo estuvimos, cómo la pasamos, qué sentimos cada tablado?”. Hay una cosa económica fuerte que es el pasaje a la liguilla, que es lo que a nosotros nos compromete en el año, si tenemos que pagar por el esfuerzo de estos tres meses; ahí es como que uno se tapa los oídos y ya no pasa por el arte, es “por favor, quiero pasar aunque sea por la porquería más grande”. Después ya está, no perdemos plata, hacemos lo que nos gusta, la pasamos bien, somos felices.
¿No te importa ganar?
Es como un partido de fútbol: gritás un gol, te enojás, te pasa. Pero cuando salgo la vida es otra cosa. Cuando veo el partido lo hago con fe poética, como decía Dolina, cuando veo una obra de teatro me creo que es el Marqués de Sade, no pienso que es un actor que en diez minutos va a estar comiendo pizza con los compañeros, me juego a creer esa historia y me comprometo, después no me voy llorando para mi casa.
¿Sería viable un carnaval sin concurso?
Creo que sí, pero también creo que la motivación del concurso es importante, no sé si tanto poniendo lugares, pero sí el agrupar y que se vean todos los espectáculos. Que de alguna forma sigan existiendo las categorías y tengamos como la obligación de verlas todas, porque si no también algunos conjuntos se ven y otros no, y los nuevos no se sabe ni qué hacen; capaz encontrar alguna forma, no concursando, pero con algunas reglas para mantener eso que es divertido.
¿Hay límites para el humor?
Buscar los límites del humor de manera genérica es medio imposible, porque cada uno tiene un hasta acá y ese hasta acá todos lo corremos, es difícil generar una cosa común. Me parece que está bien que el límite lo ponga la gente, porque hacemos cosas para que la gente se sienta reflejada. ¿Sólo vale la risa? Ahí está el límite del artista, dónde trazás esa línea. Lo más importante es sospecharse en error ante cualquier reclamo. Hay cosas que ni siquiera las necesito cuestionar. Si a vos te molesta y a mí no me hace nada en el espectáculo, lo cambio. Estaría bueno reírnos de menos cosas de mierda y más de cosas sanas, pero lo digo yo que en esta búsqueda debo hacer cien mil chistes de porquería.
¿Tuvieron dudas de ese estilo con alguna parte del espectáculo de este año?
Con la escena de los tambores nos cuestionamos mucho qué es lo que nos hace reír. Un conjunto de lubolos tiene un cuadro que está demás y nos lo da a nosotros que no sabemos hacerlo y no tenemos tambores, lo hacemos con sillas. ¿De qué me río yo? De que los integrantes de Los Choby's están intentando hacer un cuadro golpeando sillas y haciendo borocotó, borocotó, borocotó, intentando hacer los movimientos que harían los lubolos, pero no pudiendo, porque no lo saben hacer. Se chocan, se entreveran y se contradice totalmente que están cantando sobre el amor al candombe mientras se matan a piñazos. Esa lógica nos parece graciosa. Y lo otro es la escena de Tabaré Vázquez, que no tiene mayores chistes más que la presentación de personajes continuos para reafirmar que no tienen el vestuario adecuado. En una primera instancia dijimos, ¿y si le molesta a alguien porque fallecieron? No acompaña nuestra lógica, que sería que estamos haciendo una escena que hicieron otros compañeros pero sin la ropa, entonces vos te reís de los actores. Otra cosa que pienso ahora finalizando el carnaval es sobre Carlitos, el presentador de Tus Etor's, que hace muchos años lo tenemos, porque es poner lo que va donde no va, una persona a la que no se le entiende lo que habla en un lugar donde es muy importante la dicción. Hoy terminando el carnaval creo que no resiste, que no vale la pena. Mirá todo lo que me costó, tres carnavales. Ahí vamos viendo nosotros los límites, hasta dónde decimos “esto es un juego” y dónde no queremos transar.
¿Cómo llegaron a la idea del espectáculo Restos?
Nuestro método es sentarnos todos juntos y ver qué pasa, charlamos, vemos qué hacer. Un día Katya [Zakarián] me manda un mensaje y me dice “restos”, tendrían que hacer restos de escenas de otros conjuntos. Empezamos a pensar “¿qué nos puede dar fulanito? ¿Qué nos puede complicar que nos den tal tema?” y a buscar recursos. Nos motivaba mucho saber que en algún momento iba a empezar el Carnaval e iban a pasar cosas que podíamos meter, porque es un espectáculo metacarnavalero. Ahí escribir fue de bajada. Las ideas son re importantes, que algo te entusiasme, que te genere querer seguir buscando. Podríamos seguir eternamente cambiando escenas.
¿Hay mucho trabajo colectivo en la construcción del espectáculo?
Es fundamental. Hay escenas que se armaron con todos. Con los tambores la única idea que teníamos era la silla, entonces empezamos a probar cosas entre las 17 personas que salimos y las 20 personas entre familiares, amigos. Fernanda, una compañera que sacó un conjunto y no pasó la prueba, nos tiró la idea de hacer la reunión de Daecpu con los mimos. Hay que tener la oreja abierta también, porque las mejores ideas no son nuestras, pero vamos buscando recursos con esas ideas.
¿Cuánto espacio hay para la improvisación arriba del escenario?
Yo siempre digo que se improvisa cuando te pasa algo. Salir a todos los tablados pensando que tengo algo mejor de lo que tengo ensayado hace dos meses es una actitud un poquito soberbia y descuidada, porque preparamos algo para la gente que está ahí. Si pasa algo, un grito, un compañero se tropieza, incluir esas cosas, sobre todo en Carnaval, no solo es válido, sino que yo lo aplaudo.
¿Cuál es tu parte favorita del Carnaval?
Cuando me doy cuenta de que el espectáculo está divertido, es digno, salgo a mostrarlo a los tablados con orgullo. Al primer momento de largarlo siento miedo a que no sea aceptado, a haber explicado mal la propuesta. Lo más disfrutable es cuando encontrás el espectáculo porque empezás a disfrutar el Carnaval.
Hay un tema ineludible: Varones Carnaval. En 2021 dijiste que no te veías volviendo a salir “sin hacer nada”. ¿Qué ha pasado desde entonces?
Hay cambios y entiendo que no alcancen. Es un movimiento muy fuerte que tiene la particularidad de que el culpable es uno. En las revoluciones, cuando se busca un mundo más justo, siempre la culpa la tiene el otro, no yo, entonces es duro. Primero tenemos que reconocernos nosotros, y en esa historia yo quiero ser el milico que dice dónde están, el del arrepentimiento. Es muy difícil porque uno se considera victimario. Dolina decía que es un movimiento temible y que hay que temer pensar que en algún momento uno fue abusivo, hay que tener miedo de eso, está bien. El silencio también, escuchar. Ahora, hablando de esto, digo “¿está bien que yo me manifieste o es mejor que me calle la boca y haga algo?”. En todo hay que charlar, igual que en el humor, sospecharse, no solamente el pasado, ahora. Yo soy parte del problema. Está la duda, qué se puede hacer. Algunas cosas se hacen, el movimiento es muy fuerte y hace temblar estructuras. Creo que los conjuntos se repensaron, se planteó, se habló, por parte de Daecpu hubo charlas y algún taller, está el Punto Violeta, el movimiento mismo hace cosas, aunque entiendo que no alcanza.
Surge la discusión reeducación versus cancelación.
Dolina decía que es una revolución que busca la igualdad y es muy grande, y así como en la Revolución Francesa, alguno marcha en el camino, como en todas las revoluciones. Es bravo, es muy difícil ser el victimario y señalar a otro victimario y cuestionarte vos primero. Hay que hablar, hay que charlar, se hace lo que se puede con los dolores de cada uno.
¿Cómo hacés para meter una noche de tablados o de shows si vos estás mal, si te pasó algo?
Es un refugio. Uno se concentra en otra cosa, cuando te bajás el problema sigue, seguís triste. En Carnaval estás tan cargado ahí que no te da mucho tiempo para sentirte mal, pero me pasa en el año que hago shows todos los fines de semana y pasan cosas que te duelen, entristecen o enojan, y cuando subís a hacer tu personaje, te metés en otro mundo, jugás, incluso te olvidás, lo hacés, lo vivís, pasa a ser la prioridad.
¿Qué repercusión vienen teniendo en los tablados? ¿Por qué creés que Los Choby's se ganó el cariño de la gente?
La Negra Cynthia [Patiño] me comentó algo así como una construcción de imagen que se fue dando con el tiempo y que por eso algunas cosas se permitían en Los Choby's o se daba eso de “bueno, pero son Los Choby's”. Fue una construcción de muchos años, al principio siendo expulsados de la Liguilla y de todo lo que podía haber, porque era una demencia. Si bien cambiamos y nos ordenamos, todo el mundo reconoce esa desprolijidad escénica. Hay una identidad que se fue construyendo con la gente, hay una guiñada, un “¿a ver qué van a hacer estos?”. Yo confío un poquito más en que todos los años en alguna cosita le embocamos en la búsqueda y, si bien lo utilizamos, mientras tanto probamos otras cosas que nos generen algo diferente. Acá yo me pongo cholulo, muchos de nuestros compañeros y compañeras carnavaleros nos dijeron que les gustó el espectáculo, llevaron partes a los escenarios, nombraron la licuadora, los tambores, Momosapiens. Cuando alguien que habla tu mismo idioma reconoce algo bueno en lo que hiciste genera orgullo.
¿Qué sentís al hacer reír a la gente?
Que me comuniqué de la forma más cercana posible. Cuando hay una carcajada esa persona y yo pensamos lo mismo, que esa situación es graciosa. Es mucho más que cuando les digo “levantemos todos las manos”, eso es mínimo comparado con cuando nos reímos de lo mismo. Ellos se ríen y nos encontramos, es el momento de comunión más grande para mí. Conmover desde el drama también es cercano, pero no sé por qué la risa me genera la sensación de estar más cerquita todavía, más abrazo, más cálido.