“No me gusta que la murga sea una mera crónica de lo que pasó en el año, sino que además se pueda echar luz y tomar partido”, dice Pablo Pinocho Routin. Letrista, compositor, puestista, músico, docente, pero sobre todo murguista, en 2024 finalmente retornó a las tablas, después de varios años de haberse limitado a colaborar desde la parte técnica con Doña Bastarda.
Este año, desde su local de ensayo en el sindicato de Antel, la murga preparó y llevó a todos los barrios su espectáculo Enter, que en la consideración del jurado del Concurso Oficial mereció el sexto premio de su categoría.
Como sea, Routin no descansa, ya que, además del carnaval, entre sus otros proyectos para 2024 está el retorno de Murga madre, una obra que interpreta junto a Edú Pitufo Lombardo y que, con motivo de los 20 años de su estreno, se presentará en junio en el teatro Solís.
De las particularidades del género murga, la creación de los espectáculos y las características de los discursos carnavaleros Routin habló con la diaria mientras palpitaba la vuelta al teatro para despertar “nuevas sensaciones”. Después de todo, “es uno el que va cambiando”, afirma.
Venías trabajando con Doña Bastarda y finalmente pudiste subir con ellos al escenario. Hicieron muchísimos tablados, ¿cómo fue la experiencia de este carnaval?
Fue un carnaval hermoso. Con un grupo de personas que yo ya conozco desde hace varios años. Con un afecto y un respeto entre todos y entre todas que para mí son fundamentales para embarcarme en un proyecto artístico. Porque lo humano siempre es la base de la creación artística colectiva. Uno tiene que tener una buena base de vínculos para, a partir de ahí, empezar a pensar, crear y ensayar un espectáculo. Para mí, fue un privilegio participar en este carnaval con Doña Bastarda. Me recibieron con mucha generosidad y mucha apertura.
¿Qué pensás que busca el público del carnaval hoy en día y qué tanto toman en cuenta esto los conjuntos a la hora de crear un espectáculo?
Es difícil saber lo que la gente quiere. Creo que nunca se debe armar un espectáculo pensando en eso, sino pensando en que tenés un grupo de gente para decir. Y decidir a través de qué lente se va a mirar la realidad. El género murga tiene una particularidad y es que la gran mayoría de los temas que aparecen en los espectáculos son los mismos, porque tienen que ver con el acontecer del año. Pero a pesar de ser los mismos, son mirados desde una perspectiva diferente. Algunos eligen tocar el tema desde un lado más conceptual, otros más desde lo humorístico, otros prefieren la ironía… Eso hace que cada grupo ponga sobre el escenario su identidad y su forma de ver la realidad.
Yo creo que el carnaval necesita del humor. Es como un sentimiento transversal el de la necesidad de humor. Pero también la gente agradece mucho lo conceptual, cuando hay un punto de vista. A mí no me gusta que la murga sea una mera crónica de lo que pasó en el año, sino que además de hacer un desglose de los acontecimientos más importantes, se pueda echar luz y tomar partido.
El grado de lo político o político partidario en el discurso de las murgas volvió a estar sobre la mesa en este último concurso y Doña Bastarda particularmente fue señalada en cierto modo por el encare que les dio a los temas. ¿Qué reflexión te dejó lo generado por la murga en ese sentido?
Fundamentalmente, la prensa ha dicho que Doña Bastarda es una murga de izquierda. Es una lectura absolutamente subjetiva, porque yo no sé qué votan mis compañeras y compañeros del grupo. No tengo idea, nunca se lo pregunté. Pero sí acordamos que el discurso que tiene la murga es el que tuvo. Elegimos hacer este espectáculo. No es que casualmente fuimos a caer ahí. Tomamos decisiones artísticas que nos llevaron a tener un espectáculo como el que tuvimos, del cual estoy orgulloso. Me gusta que se vea que tiene un perfil, más allá de que sea de izquierda o de lo que sea.
Las etiquetas nunca son buenas. Sí es un espectáculo que critica, que está incómodo con la realidad, que la denuncia. Yo creo que la realidad de hoy es muy denunciable y está bueno que un grupo de gente que se sube a hacer carnaval ponga en palabras y en acciones lo que considera. Entonces, hay una necesidad muy fuerte de estar etiquetando todo el tiempo. A las personas, por altas, por bajas, por ser de izquierda, por ser de derecha… Yo no adhiero a esa forma. No me interesa saber qué vota mi vecina de al lado. Sí me interesa la convivencia, que sea colaborativa, de solidaridad y de respeto. Eso es lo más importante. No creo que sea bueno o sano cuando aparece un espectáculo etiquetarlo como de izquierda o que es contra la derecha.
En el caso de que la murga hubiese hecho un espectáculo que de alguna manera dejara entrever que es una murga de izquierda, y que se pueda demostrar eso, en todo caso es una propuesta de izquierda no complaciente, porque dentro del espectáculo hay golpes para la izquierda que son contundentes y que están dentro del universo de las cosas que queríamos decir.
Si uno se remonta al carnaval de hace 70 u 80 años, a donde uno quiera ir, es muy sencillo: se agarra un libreto y se va a encontrar con chistes y burlas a los políticos de turno. Y quizás ahora haya una forma mucho más contundente de decir las cosas. Pero también considero –sin generalizar, porque siempre hay excepciones– que el nivel de la clase política de hoy no tiene por asomo una forma de ser comparado con el de la clase política de hace 50 años. Doña Bastarda en su despedida apunta al acto del Obelisco, donde teníamos un enemigo en común y estábamos todos los partidos juntos. Había en aquel momento una intención de hacer políticas de nivel, que colaboraran con la gente que menos tiene. Y no está sucediendo hoy en día. Aclaro que hay excepciones, con personalidades en todas las trincheras, pero la gran mayoría está en el chiquitaje, en la chicana por Twitter y ocupada en unas cuantas cosas que no son las que este país necesita. En esto reafirmo el discurso frontal, directo y sincero de Doña Bastarda, de poder señalar las cosas que consideramos que no están buenas para Uruguay.
Murga madre “es un producto artístico casi milagroso”
Se anunció la vuelta de la obra. ¿Por qué ahora? Más allá de la fecha redonda, ¿qué otros factores jugaron?
Murga madre vuelve por el aniversario de los 20 años del estreno, pero fundamentalmente porque sentimos que es una obra teatral musical que queremos seguir haciendo. Muchas veces una producción artística determinada cumple su ciclo en menos tiempo, y con la perspectiva que nos da el paso de los años podemos hacer una lectura y decir: no es momento de que vuelva, o no debería volver más. No pasa eso con Murga madre, que siempre es un placer volver a ponerla en escena.
¿Qué significa como autor de esta obra, con su vigencia y repercusiones, transitar el proceso nuevamente?
Tiene un montón de cosas que yo conozco, y otro tanto que me suceden y me sorprenden, como cuando la presentamos en Miami por última vez, hace tres años, en un festival de teatro, y uno tiene la posibilidad de desempolvarla y encontrar cosas nuevas en el espectáculo. Es el mismo que estrenamos en 2002, no difiere en nada. No tiene ni un punto ni una coma de menos o de más, ni cambios en la puesta, es siempre la misma obra que ha atravesado el tiempo. Pero en lo personal descubro palabras que ni siquiera sabía que había escrito. O la puesta en escena de Fernando Toja, o la música de Pitufo me devuelven cosas distintas a las de otros tiempos. En ese sentido es un producto artístico casi milagroso. Siento que no es repetirlo, sino tratar de encontrar cosas nuevas.
Cuando hablo de que redescubro cosas en el texto, no es desde el lugar de que lo que escribí tenga una riqueza tan grande, que a pesar del paso de los años siguen apareciendo cosas. Sí tiene que ver con las emociones que ese texto me provoca. Murga madre es como un túnel subterráneo que habla de las conductas humanas y que hace un anclaje en las conductas de los que salimos en murga, desde nuestra visión. De todo lo luminoso que tiene el carnaval y también de todo lo oscuro. Entonces, en esas emociones es que yo me sorprendo. El texto, la música o una acción escénica siempre traen aparejadas nuevas sensaciones, porque es uno el que va cambiando, y eso se resignifica.
Hay una generación que seguramente no pudo ver la obra en vivo y que quizás haya visto algo por Youtube. ¿Te han hecho comentarios respecto de la expectativa de verla por primera vez?
No lo había pensado. Hay una generación nueva que no la vio en vivo y otra generación un poco anterior que sabe que la obra existe, pero tampoco la vio en vivo. Quizás es una oportunidad para acercarnos a nuevas generaciones, y es interesante porque tienen otra mirada de lo que es el carnaval. Yo creo que Murga madre es una obra para cualquier persona, incluso para personas que están lejos del ámbito del carnaval. Nos ha pasado de ser invitados a hacerla en otro país, y con gente que no conoce el carnaval uruguayo ni la murga como género, mucho menos sabe del desfile inaugural o la noche de fallos, y, sin embargo, encontramos un punto de comunión en la emoción que causan estos dos personajes.
¿El elenco y el equipo de técnicos se mantienen casi igual que el original?
El equipo de Murga madre es el mismo desde siempre. En esta ocasión vamos a tener la oportunidad de hacerla con músicos en vivo, cosa que sólo pasó un par de veces: para el Solís en 2006 y para la reinauguración del Teatro de Verano en 2007. La mayoría de las actuaciones fueron con una pista grabada de la banda sonora y nuestras voces en vivo. Ahora va a ser con más de 20 músicos en escena, que también en su gran mayoría son los que tocaron y cantaron para el disco. Es un privilegio enorme y un formato precioso.