“Parece que,/ Termina la fiesta./ Y no me importa demasiado,/ Si las luces/ Dejaron de brillar/ Si están apagadas/ O no las veo porque todo me resulta/ Tan familiar” (“El gran escape”, Astroboy)

Si un día en Colonia del Sacramento nos despertamos luego de una larga pandemia que haya interrumpido nuestra capacidad de recordar lo que fuimos, ¿qué podríamos hacer? Si después de una larga fiesta que hubiese detenido la memoria que nos recuerda y dice quiénes somos y qué sitio es esta Colonia apodada del Sacramento, ¿cómo recuperaríamos ese pasado? La poesía de Luis Carro puede decir de una forma preciosa cómo es volver a las más entrañables escenas que en algún momento tuvo este lugar.

En 1994 Luis Carro publicó Instrucciones en caso de alegría y en 1998, Perro de balcón. Ambos libros fueron ediciones de autor, impresas en Colonia del Sacramento.

Sin embargo, ya existía allí una preocupación artística del autor por contar con la participar de artistas visuales para intervenir en el arte de tapa de las cubiertas. En el primero fue mediante una ilustración de un jovencísimo Jorge Perico Carbajal, mientras que en el segundo aparece una imagen fotográfica de la escultura Rothfuss, del artista Horacio Faedo.

Luego de estas publicaciones de los 90, salvo por algunas participaciones en ediciones colectivas de talleres literarios de los que formó parte, Luis vuelve a publicar recientemente, con el sello coloniense Hurí, Diario del sitio de Ur (2018), una reedición artesanal de Perro de balcón (2018), Caja de postales (2020) y, hace apenas unos días, Fin de fiesta (2021). No menos importante dentro de su faceta artística ha sido su trayectoria como cantautor e intérprete del folclore y el cancionero popular. En los 70, Carro empezó a desarrollarse como músico en la Sala de los Suspiros, un espacio donde convivían diversas formas del arte y la cultura, dirigido por el actor Fernando Cardani.

Ocasionalmente, en los 80 participó en La Casona, otro recinto de la canción uruguaya en Colonia, donde pudo vincularse con músicos de la talla de Fernando Cabrera, Jorge Lazaroff, Abel García, Laura Canoura, Mauricio Ubal. Además, desarrolló el oficio periodístico con corresponsalías radiales (CX4 Radio Rural, CX30 Radio Nacional) y con su programa De ida y vuelta en FM Claridad de Colonia. En prensa escrita participó en medios locales como El Sol y la revista U, y en capitalinos como Brecha y La República.

El autor de Diario del sitio de Ur, premiado en el certamen 2020 del Premios Nacional de Literatura en poesía édita, habla sobre la evolución de su poesía y el panorama nacional del género en la actualidad, su rol vinculado a la comunicación, sobre Colonia del Sacramento y, por supuesto, sobre su reciente publicación Fin de fiesta.

Mirando en retrospectiva y haciendo el imposible esfuerzo de separarte de tu obra poética, ¿cuál es la evolución que ves en ella?

El gran cambio se dio con Diario del sitio de Ur, que salió de los formatos “tradicionales” que venía desarrollando por años. No he vuelto a escribir algo así, fue un “chispazo” que me tuvo en un estado de creatividad extrema. Ahora las aguas volvieron a su cauce. Esto no significa quietud. Después de Fin de fiesta ya hay un nuevo libro pronto, a la espera de ver la luz. Y en los papeles, procesándose, otro más a la espera –obviamente- de llegar a conocimiento público.

Ciertos quebrantos de salud te han impedido, en los últimos años, tener una presencia física en la escena literaria. Sin embargo, tenés una presencia muy activa en las redes, compartiendo textos de otros autores. ¿Cómo visualizás la poesía actual a nivel nacional?

Hay mucho movimiento montevideano, muy bueno. ¿Qué difusión tienen dentro mismo de Montevideo las actividades, los grupos, las personas que trabajan en cultura? ¿Y qué pasa con los autores del interior, que hay muchos y muchas en todas partes? ¿Qué difusión tienen en sus propios lugares de origen? ¿Cuánto conocemos los colonienses de Tarariras, por ejemplo? ¿O de escritores, músicos, poetas, pintores, de Nueva Palmira? Además, ¿qué difusión tienen en la capital? Preguntas que quedan en el aire.

Todo tu recorrido vital, desde tus oficios primeros, pasando por la labor periodística en prensa y en radio, hasta las diferentes formas de expresión artística, te ha colocado en comunicación con los demás. ¿Cuál de todas esas formas de comunicación te ha hecho sentir más pleno?

La conducción de espectáculos ha sido mi etapa más dinámica y productiva. Sobre todo las actividades al aire libre cuando había festivales o eventos de carnaval, donde conduje algún que otro desfile.

¿Qué es esta ciudad, Colonia del Sacramento, luego de sus múltiples e históricas transformaciones?

Colonia es un laboratorio. Durante años permanece inactivo. De repente se abren las puertas y comienzan a templar sus metales y salen poemas, textos teatrales, canciones. Con todos los protocolos de la covid-19, el laboratorio cultural en Colonia no cesa. Un detalle: en la ciudad fundada por Portugal, lo que menos se conoce es la cultura lusitana.

¿Qué es el fin de fiesta?

Al inicio del libro Fin de fiesta, justamente en el poema número 1, en un momento dice uno de los versos: “Ya la fiesta terminó”. Uno se podría preguntar: ¿Qué fiesta terminó? ¿Qué fiestas se nos terminan todos los días? ¿Qué fiestas vamos dejando atrás con el paso del tiempo, o de repente en nuestra propia cabeza, en nuestra memoria, en nuestra alma, en nuestros sentimientos, quizá, de un día para otro? ¿Cuántas fiestas vamos olvidando, borrando, poniéndoles fin? Es un libro que se basa en recuerdos. De pronto se trata del fin de la fiesta de los recuerdos. Porque para mí los recuerdos no existen como digo en uno de los poemas, sino que son interpretaciones que les vamos dando con el paso del tiempo. A lo mejor, el fin de la fiesta es el fin de todas esas interpretaciones y la suma de vaya a saber cuántas más. O es el final de todo eso, de todo ese mundo de sueños, fiestas, alegrías, recuerdos, emotividad, y caernos arriba de la realidad. La realidad que nos dice estoy acá. Soy otra. Caernos arriba de la soledad. El libro es la soledad. Los personajes están abandonados. La mayoría de ellos están abandonados de algún abandono. El libro es un túnel que nos invita a ser testigos de las fiestas que allí se terminan.