En los primeros años del siglo XXI, la sociedad de Rosario ha festejado varios centenarios relacionados al surgimiento de instituciones y obras emblemáticas de esa ciudad, como el primer Hospital Popular, la Biblioteca José Pedro Varela, el puente sobre el arroyo Colla, la Iglesia Nuestra Señora del Rosario con su reloj e incluso la denominación como ciudad. Además, el 12 de enero de 2024 los pichoneros celebran el siglo de la inauguración de la Usina Eléctrica que trajo el alumbrado para la ciudad.

Este anhelo se concretó luego de un proceso que se dio por iniciativa de la comisión directiva de la Comisión Fomento Rural. En efecto, esa asociación, mediante la intervención del escribano Gabriel Borras, presentó al congreso de Fomento Rural una propuesta para llevar el alumbrado eléctrico para la entonces villa de Rosario, pedido que se elevó al directorio de Usinas Eléctricas del Estado.

Hasta ese momento el alumbrado existente en la villa era generado por nafta y queroseno, y había alumbrado eléctrico en Colonia y Carmelo. La asociación aprovechó la coyuntura de la finalización de la Primera Guerra Mundial que favorecería la importación de la maquinaria y los restantes elementos necesarios para su instalación.

El 22 de enero de 1919 el directorio responde, por intermedio del diputado por Colonia Rosalío Rodríguez, que se harán los “estudios pertinentes para la instalación de la luz eléctrica en la villa”, según relató El Ecco Rosarino en enero de ese año. A partir de ese momento, esta asociación se moviliza para conseguir el terreno apropiado para hacer viable este proyecto. Es así que en 1921 Lizundia y Urriticochea venden a la Administración General de las Usinas eléctricas del Estado un terreno de 1828, de 5 metros cuadrados, ubicado en la intersección entre las calles 18 de Julio y General Artigas, por 2.500 pesos, habilitándose de esta forma el inicio de las obras edilicias.

El 3 de enero de 1924 se firmó el contrato de alumbrado entre la Usina Eléctrica y el Concejo Auxiliar que garantizaba el servicio de luz para las poblaciones de Rosario, Nueva Helvecia, Juan Lacaze y La Paz. Previo a la firma de ese acuerdo, el diputado Barredo Llugain sugiere algunas modificaciones que considera pertinentes para beneficio de los rosarinos.

Firmado el contrato, se fijó para el sábado 12 de enero la inauguración del servicio. Una comisión se encargó de organizar los festejos en las márgenes del arroyo Colla, donde hubo fuegos artificiales, cohetes y bombas, así como una actuación de la banda del Regimiento 7° de Infantería de Colonia. Los festejos también incluyeron la iluminación extraordinaria de la plaza Constitución (hoy Benito Herosa), un baile en el Centro Democrático y el reparto de comida a los pobres (que contaba con un kilo de pan, otro de harina de trigo, otro de harina de maíz, un kilo de fideos y otro de fariña), misión que se encomendó a la comisión de señoras compuesta por Amelia LLugain de Barredo, Elvira Toja de Tort, Constancia Z de Gorriarán y María A Ortúzar de Borrás.

El 12 de enero de 1924, a las 20.00, comenzó el acto de inauguración de la usina, con las palabras del presidente de la Comisión de Fomento Rural, Gabriel Borrás, quien manifestó: “La luz eléctrica es indiscutiblemente un importante progreso que sólo pueden negarlo aquellos que por egoísmo, por ceguera moral o por la ignorancia, la repudian”. Para Borras, pareció “un sueño que hayamos podido obtener para nuestra ciudad y para los poblados circunvecinos las ventajas que nos reportará este elemento de progreso, este elemento luz que representará para nosotros un benefactor inapreciable y también para todas las localidades rurales y urbanas que van a recibir sus incalculables beneficios”. “Este adelanto y este beneficio no podemos apreciarlo debidamente en el momento; pero muy pronto veremos sus importantes resultados”, expresó Borrás.

Al finalizar, y tras agradecer a todos quienes intervinieron en la instalación de la usina, dijo que esa “mejora nunca será superada por otras que puedan sobrevenir en el futuro, porque teniendo luz y fuerza motriz, tendremos lo que más podemos desear y todo lo que más necesitamos para nuestro desenvolvimiento económico y social, y para todas nuestras actividades, ya estén ellas representadas por la industria, por el comercio o por otras manifestaciones del trabajo, del trabajo, si, cuando este se practica con tenacidad y con honradez”.

Terminada la parte oratoria, a las 20.23, el presidente del Concejo Auxiliar de Rosario, Ángel Cenoz, procedió a cerrar el circuito para iluminar la ciudad y la microrregión, marcando un punto de quiebre para los habitantes de Rosario, La Paz y Nueva Helvecia. Los vecinos de Juan Lacaze debieron esperar unos días para que finalizaran las obras y se vieran beneficiados con la llegada de la luz eléctrica.

La jornada de ese sábado se cerró con fuegos artificiales en el puente del Colla sobre las 22.00 y con la actuación de la Banda de Juan Lacaze en la plaza Constitución, que a partir de ese momento se transformaría en el espacio de encuentro de los rosarinos.

Los festejos se extendieron hasta el domingo, cerrándose con un corso por las calles, todavía de tierra, de Rosario, que fue encabezado por una doble hilera de autos que se concentraron en la plaza Constitución. Resulta pertinente detenerse en este binomio compuesto por “luz eléctrica y automóviles” que marcan para la ciudad y sus habitantes una escenografía muy diferente a la que tradicionalmente estaban acostumbrados los rosarinos.

La Usina de Rosario contó con el siguiente personal: Manuel Páez se desempeñó como auxiliar técnico; César Raúl Abella como auxiliar de oficina; el primer maquinista, Angel Toja; el segundo maquinista, Otto Leicht; en categoría de ayudantes, Luis Prandi y B Palabé; guardahilos, J Traversoni; ayudantes: Olivio Cuadrado, P Emilio Geymonat y Félix Moreda.

Paulatinamente los candelabros a vela que iluminaron durante casi 150 años los hogares de la villa-ciudad quedaron como una fuente alternativa de iluminación, principalmente en los hogares de las principales calles.

Hoy, 100 años después, vemos lo acertadas que fueron las reflexiones del escribano Gabriel Borrás; por ello este es un buen momento para agradecer a ese grupo de rosarinos que tuvieron un sueño y lucharon por su concreción, no sólo para beneficio de los vecinos de la ciudad, sino proyectándola en dimensión regional.