Es necesario abordar el problema de la pobreza como un problema de acceso a derechos humanos, y no como un problema de ingresos que se resuelve con transferencias.
Es difícil en un país como Uruguay, tan alejado del mundo, pensar primero en el mundo antes de diseñar estrategias, pero todo lo que se haya pensado se debería revisar a la luz de esta realidad volátil, incierta y turbulenta.