Muchos tienen dentro del presupuesto mensual un gran porcentaje destinado al rubro “juguetes para el perro”. Amén de que los juguetes no son baratos, seguimos insistiendo en que tal o cual quizás le dure un poco más, y así nuestros championes resistan más de un mes. Lamentablemente, si el modo de utilizarlos no cambia, eso no sucederá.

Tendemos a pensar que a los perros les llama la atención el ruidito de un juguete, cosa que es cierta. Sin embargo, si ese sonido no es provocado por nosotros seguramente les resulte más divertido romper la pata de una mesa, destrozar un par de medias o cualquier asunto con el que logren un objetivo claro: que te levantes y los persigas, les grites o los llames para sacarles lo que atraparon.

Lo que está pasando es absolutamente normal en el comportamiento del perro, que no es autodidacta. Si le dejamos una pelota, no puede armar dos arcos e imaginar que está disputando el Mundial con su amigo invisible. Ellos necesitan jugar en grupo o al menos con alguien, porque son animales gregarios.

Si la casa está llena de juguetes en el piso el perro los conoce, ya los rompió y, lo más importante, si los agarra, solemos no darle mucha importancia al asunto. Este combo hará que rápidamente busque otra estrategia para iniciar un momento lúdico con alguien, y si lo hace logra que nosotros corramos hacia él con el fin de sacarle lo que haya agarrado de la boca. Listo, empezó el juego, objetivo logrado; el animal entenderá que robar medias, ropa interior o zapatos es la manera de llamarnos la atención, y que los juguetes son sólo elementos a romper pero no destinados a jugar. Entonces, ¿cómo reducir el presupuesto en juguetes y eliminar la indeseada conducta de rompernos las cosas?

Lo primero que tenemos que conocer es el Reglamento Lúdico Canino:

Un perro precisa al menos tres o cuatro juegos diarios de entre diez y 15 minutos, dependiendo de su edad. Pero necesita algo más: que el tiempo destinado se cumpla realmente y que si demanda tres instancias de juego por día, sean tres y no una.

En estas interacciones se recomienda que esos diez a 15 minutos no sean pausados; lo ideal es que mantengan la misma intensidad de comienzo a fin. La razón es simple: si un día, por ejemplo, jugamos dos minutos y luego nos abocamos a otra tarea, el perro acumulará frustración por la energía destinada a ese juego iniciado recientemente pero que terminó antes de tiempo; en el próximo juego, por lo tanto, al no tener claro el tiempo que durará, será más enérgico, bruto e hiperactivo, ya que no sabe cuándo termina realmente la cosa ni tampoco tiene claro cuándo será la próxima vez.

Es por eso que debemos instaurar –al menos por dos semanas– una rutina clara de horarios y duración del juego, de forma que el perro sepa que sus necesidades lúdicas serán cubiertas a lo largo del día.

Juego y paseo no son sinónimos para nosotros y para el animal tampoco, por lo tanto, pensar que pasear logrará disminuir sus ansias de jugar es un error. Salvo que ese paseo consista en correr diez kilómetros; en ese caso el nerviosismo disminuirá, pero porque el perro estará cansado.

Conocidas las condiciones del Reglamento Lúdico Canino, podemos elaborar un plan de juego que extinga el hábito de robar cosas y romper sus propios juguetes.

»» Levantar todos los juguetes que el perro tenga a disposición.

»» Cuando decidimos iniciar el juego, ofrecerle uno o dos y jugar por diez o 15 minutos sin interrupciones.

»» Una vez finalizado el momento, levantar del piso los juguetes hasta el próximo juego.

»» Si el juego fue el adecuado, se le puede ofrecer alguna actividad de sustitución mientras nosotros realizamos otra tarea (mirar la tele, leer). Estas actividades significan básicamente “darle algo para hacer”. Las orejas y huesos deshidratados que venden en las veterinarias son una buena opción.

»» No debemos dejar objetos tentadores al alcance para que el perro acceda a ellos mientras modificamos su conducta; si queremos dejar de fumar, no es bueno ver cajas de cigarrillos a nuestro alcance.

»» Si el perro toma un objeto inapropiado hay que ignorarlo totalmente, de forma tal que comience a asociar que dicha acción ya no logra llamar la atención.

»» Pasadas unas horas (dependiendo de nuestras costumbres y de la edad de la mascota) debemos ofrecerle nuevamente un momento lúdico, incluso intercambiando los juguetes: pelota y palos, después cuerdas y huesos de goma, etcétera.

Si seguimos esos pasos lograremos dos objetivos al mismo tiempo: que los juguetes duren más que unas pocas semanas y eliminar el hábito de robar objetos para llamar la atención.