Por estas latitudes los chow chow son bichos relativamente nuevos, y hasta no hace mucho era llamativo tener un ejemplar en casa. Pero la raza es bien antigua, tanto que pocos se animan a elaborar teorías claras sobre su origen, aunque algo se sabe. De acuerdo a la tradición oriental, cuando Dios estaba pintando el cielo, se le cayeron unas gotas al piso. El chow chow, que ya estaba en la vuelta, lamió la pintura y su lengua se tornó azul.

Todos están de acuerdo en que la raza es patrimonio chino. Sin embargo, existen viejos documentos que se refieren a él como “el extranjero chow”. La razón, según investigaciones recientes, es que en teoría la raza se originó en el Ártico, y de ahí migró hacia Mongolia primero y luego a China, junto con las tribus bárbaras, en el siglo XI a. C. Así que este perro, que según la leyenda desciende del oso y no del lobo, fue testigo privilegiado de la construcción de la gran muralla.

Pero al perro poco le importa el tema de invadir y conquistar otras civilizaciones; más bien le interesa el beneficio que obtiene cuando firma un contrato con humanos. Por eso estos extraños animales que acompañaban a los invasores lograron un entendimiento con la población china. En esa época llamó la atención por sus dotes físicas: cabeza grande, hocico corto, lengua azul y aspecto leonino. Al aspecto también se sumaban otro tipo de cualidades. Entrenados para la guerra, eran extremadamente agresivos con los extraños y no con las personas más cercanas o la familia. Esa característica les aseguraría otra clase de trabajo en tiempos de paz, siendo empleados como cazadores, pastores y guardianes.

Años después seguramente al chow chow le hubiese copado alguna guerra para combatir, porque su destino no iba a estar tan bueno. Es que además de ocuparlo en las tareas antes mencionadas, se lo utilizó como alimento. En China a las cosas comestibles vulgarmente se les dice chow. Magro consuelo para los pobres perros: su carne era considerada un fino manjar.

Obviamente, como en cualquier imperio con clases sociales marcadas, todo perro exótico es propiedad de quien ejerce el poder. China no fue la excepción. En el siglo VII, el emperador de la dinastía Tang les asignaba a los chow chow el papel de miembros de la casa imperial, otorgándoles los beneficios que esto conlleva. Tampoco era de onda; debían proteger los palacios y descansar en lugares asignados con el fin de embellecer el lugar.

Como todo imperio, en algún momento cayó; el chow chow fue perdiendo los privilegios y pasó a ser un perro más (con lo que significaba para esa cultura culinaria). Es más, lo que antes era visto como una rareza admirada, que incluso había sido obra de un descuido de aquel dios pintor, luego fue visto como una característica que aseguraba la calidad de su carne: cuanto más azul era la lengua, más tierna y rica era la carne.

Pero siempre están los monjes budistas para salvar las papas, y durante ese período de crisis, si bien dentro de los monasterios los perros fueron utilizados como alimento, también se usaron para cazar, tirar de trineos, para vigilancia y como abrigo, gracias a su abundante melena. Por suerte para ellos, en 1915 se prohibió el consumo de carne procedente de esta raza.

Recién en el siglo XII estos perros fueron conocidos por la civilización occidental, gracias a los viajes de Marco Polo. Como al inicio de esta historia, los marineros los veían como algo exótico que debía ser mostrado en Europa. De allí que una teoría un tanto más occidental indica que en realidad el nombre no es de origen chino sino inglés. Al parecer, los mercantes ingleses que bagayeaban en tierras chinas por el siglo XVIII usaban el término chow para todo lo que subían al barco. Cuando se sumó a los perros como parte de la mercadería, también se los llamó chow.

Recién en 1780 empezaron a tomar notoriedad en forma masiva en el viejo continente, más precisamente en Inglaterra. Al principio eran considerados bichos raros, una mezcla de oso con león que venía de lejos, y por eso su lugar fue el zoológico de Londres. Así pasaron años. Los “perros salvajes” eran parte estable del staff del zoo, hasta que un par de cachorros llegaron a manos de la reina Victoria, y como su alteza los consideró mascotas a la par de las demás, la aristocracia siguió sus pasos y después la población en general.

Chow chow

De temperamento bastante independiente y calmo, no suele hacerse amigo de extraños. Su peso promedio es entre 23 y 34 kilos, y tiene una expectativa de vida de unos diez a 14 años. Dentro de los problemas de salud más habituales se destaca la displasia de codo y cadera y problemas en la rodilla, así como también alteraciones oculares conocidas como entropión.