Es sabido que entre ingleses y francesas la cosa no estuvo bien un rato largo. No cualquiera arranca un conflicto y lo termina 116 años después. Pero cuando te peleás y seguís viviendo cerca, muchas veces los rencores se olvidan o, al menos, se les da menor trascendencia. Ejemplos sobran: antes de la llegada de los franceses Arsène Wenger, Thierry Henry y Robert Pirès al equipo londinense Arsenal, el escudo de la institución mostraba un cañón que, ubicado en determinado lugar de Londres, apuntaba directamente a Francia. Tras el éxito conseguido por estos inmigrantes, en principio rivales, el club decidió redireccionar el cañón de su escudo hacia otro lado. ¿Hacia dónde? Ni idea, pero no hacia la patria de sus nuevos ídolos.

Otro ejemplo de acercamiento entre las partes fue permitir que la raza canina bulldog ‒bicho más inglés que James Bond‒ fuera de alguna manera modificada a gusto del pueblo francés y, además, que le metieran el apellido del país. Estamos hablando del bulldog francés.

Esta raza conocida desde fines del siglo XIX como “perro con aspecto de orejas de murciélago” es relativamente joven comparada con otras milenarias ‒se originó en el país galo allá por 1850‒. En el siglo XVIII los padres de la raza en cuestión andaban en cualquiera por las calles londinenses. Los bulldog se usaban para entretener a la clase popular y de menor nivel cultural. De alguna forma redirigían su ira por la situación en la que vivía esa sociedad haciendo pelear a perros contra toros y osos, como ya hemos contado otras veces. Luego de la prohibición de este “deporte”, el bulldog debió repartir curriculum vitae para subsistir y así la cosa se diversificó. Unos fueron cruzados con perros raza terrier en busca de más agilidad, lo que resultó en el surgimiento de los bull terrier, neo raza que también fue utilizada para peleas, pero ya no con otras especies, sino con otros perros, algo ilegal.

Otros tomaron un camino diferente, menos violento, si se quiere. Aquellas personas que no estaban tan de acuerdo con el pasatiempo del momento empezaron a criar a esos bulldog buscando no tanto las características deseadas para las peleas, sino más bien aquellas que disminuyeran su tamaño y así hacerlo más hogareño. De los 20 o 25 kilos que pesaban los bulldog originales se pasó a perros que oscilaban entre los siete y los 11 kilos.

No sólo se cambió su tamaño, también empezaron a aparecer bulldog de orejas rectas; sus patas eran más largas y algunos tenían la cara chata o el hocico largo, y eso, a los ingleses, que mantenían en su retina al bulldog como perro-tanque digno de valentía y orgullo británico, no les cayó muy simpático.

Con la revolución industrial, artesanos y tejedores de prendas migraron de Inglaterra a Francia en busca de trabajo. Con ellos también llegó el bulldog miniatura, resistido por las altas esferas de la sociedad inglesa. De hecho, los criadores de bulldog inglés celebraron la partida masiva de esos cuzcos medio bulldog medio Batman, a tal punto que estos ejemplares casi se extinguen en las islas británicas.

En Francia, en cambio, el perro fue un éxito. A fines del siglo XIX ya se había redactado el estándar de la raza y los pudientes yanquis que viajaban hasta allí quedaban maravillados con esa especie de bulldog bonsái. En 1890 comenzó entonces la importación masiva de los ya bautizados bulldog francés al nuevo continente y, curiosamente, a Inglaterra, lugar donde años antes había sido celebrada su partida.

Es cierto que las orejas de la raza llaman la atención, tanto que fue motivo de rupturas entre asociaciones caninas. Parece que la raza fue presentada en la exposición de belleza canina más famosa de Estados Unidos y un juez de origen inglés le bajó el pulgar a todos los bulldog francés ya que, a su criterio, esas orejas deberían ser iguales a las de su antepasado.

Pero ya en 1896 el país del tío Sam no se comía ninguna y, en vez de acatar las ordenanzas del jurado, lo mandaron muy amablemente a regiones que refieren a la anatomía de su madre y fundaron el French Bulldog Club of America. Allí quedó redactado un aspecto simple y concreto que intentaré traducir: “Los bulldog tienen que tener orejas de murciélago y punto. Si no son de esa manera, no se aceptan”. Clarito.

Durante años la presencia de la raza en Estados Unidos se mantuvo en unos 300 ejemplares y su costo era un poquito caro: 5.000 dólares cada uno.

Bulldog francés

Estos pequeños perro-murciélago no miden más de 30 a 40 centímetros de altura, pesan entre ocho y 14 kilos y su expectativa de vida ronda los 12 años en promedio. Dentro de las dolencias más habituales se destaca la enfermedad de Von Willebrand, que consiste en un déficit en ciertos factores de la coagulación sanguínea, el megaesófago y el síndrome del perro braquiocefálico, producto de una anatomía que lo hace más vulnerable a padecer dificultades al respirar. Además, pueden padecer problemas articulares como hemivértebras, que afectan el caminar del animal.