El Instituto de Historia (IH) de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Universidad de la República dio a conocer una carta en la que manifiesta su preocupación “ante una serie de intervenciones que desde hace un tiempo afectan el espacio urbano montevideano”. Se refieren a los murales realizados por José Gallino, “que intentan homenajear a algunas figuras de la cultura uruguaya con un criterio que combina el impacto de la escala con la apelación a la mímesis y el efecto ilusorio asociado a ella”.

La carta describe el trabajo del muralista como “una serie expansiva que poco a poco ha tomado una cantidad de planos, en el intento de animar y colmar los muros blancos”. Es improbable que haya algún transeúnte montevideano que no se haya topado con las gigantescas caras que sonríen en medianeras y muros de prácticamente toda la ciudad: Cristina Morán, Walter White, Nelson Mandela, Luisa Cuesta, Mario Benedetti, Eduardo Galeano y varios otros famosos de la cultura, la política o el deporte, retratados en primerísimos planos y con un esfuerzo de detalle que lo acerca a un hiperrealismo ingenuo y amistoso.

El problema, para el IH, es que la productividad muralista de Gallino parece considerar que cualquier superficie edificada es un lienzo posible para su arte, obviando la cualidad de obra en sí misma que tienen muchas veces las construcciones tal como fueron concebidas por arquitectos y constructores. Es el caso, por ejemplo, “del retrato de Antonio M. Grompone, perpetrado en la fachada lateral de la antigua Universidad de Mujeres, hoy sede del Instituto de Profesores Artigas”, pintado por Gallino a solicitud de la Administración Nacional de Enseñanza Pública.

“El asunto es gravísimo, más aún porque proviene de la autoridad”, dice el IH. “Y lo es no sólo por su resultado sino por su debilidad teórica: denota el desconocimiento absoluto de los valores de este edificio singular y la incomprensión de los criterios proyectuales que presiden toda obra de arquitectura. [...] La intervención ocupa una de sus fachadas e impone allí su propio criterio compositivo, cromático y escalar, ante una trama arquitectónica que es ignorada y violentada por completo. Por otra parte, se realiza sin atender la figura de Bien de Interés Departamental asignada en 1995 al inmueble, lo que exige otros procedimientos”.

En atención a esas características del edificio –que cuenta, además, con un mural de Demetrio Urruchúa en la sala de lectura de su biblioteca y con un altorrelieve de Bernabé Michelena en la fachada principal– el instituto solicita a las autoridades “que reconsideren su iniciativa y se sumen a la labor colectiva que implica preservar el patrimonio nacional”. Una tarea, dicen, “que exige la comprensión profunda de los valores históricos, estéticos y sociales en juego”.