En setiembre, a propósito del Mes de la Diversidad pero en reconocimiento a “una larga lucha”, la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, propuso cambiar el nombre de seis calles céntricas para homenajear a mujeres relevantes, figuras afrouruguayas de la cultura y del colectivo LGBTQ+. “Nuestra propuesta implica recordar a Martha [Gularte], aquella persona que pasó a bailar delante de los tambores y a partir de ese momento todo cambió. A Lágrima [Ríos], la dama del candombe, la militante frenteamplista, la mujer de la música. A Gloria Meneses, la primera mujer trans, en los años 50, ¡qué valiente! A Virginia Brindis de Salas, la poetisa que trataron de borrar, que no han podido ni podrán. A Rosa Luna, una gran vedete, gran militante social, una blanca como hueso de bagual, una mujer de principios firmes que luchó contra la caducidad. Y a Pirulo [Carlos Albín], un pionero en lo estético, en lo artístico y también en la lucha por la construcción de su identidad”, expresó Cosse.

De prosperar el proyecto de decreto elevado a la Junta Departamental, “desde 18 de Julio hacia la rambla, Río Negro le deja el lugar a Rosa Luna, Minas le deja el lugar a Martha Gularte, Pirulo desplaza a Magallanes, Lágrima Ríos invita gentilmente a Gaboto a correrse y Gloria Meneses se instala en el lugar de la Policía Vieja. En la calle 17 Metros del querido Barrio Sur recordamos a la poetisa negra Virginia Brindis de Salas”.

El proyecto continúa a estudio de la Comisión de Nomenclatura de la Junta, cuyos cometidos son la “denominación de vías y espacios de uso público” y la “instalación de monumentos, estatuas, placas y similares en espacios públicos”. Iniciativas de ediles, concejales y vecinos figuran entre otros expedientes aún a evaluación, pero el camino que hicieron para llegar hasta allí es distinto: en ese caso se eleva una minuta que pasa a la comuna, que a su vez decide si presenta el proyecto ante la Junta para que sea sometido a votación.

Desde la Sección de Antecedentes y Estudios Legislativos de la Junta Departamental, remitieron a la diaria un listado en el que figuran 42 inclusiones al nomenclátor registradas desde 2020. Entre ellas, la última alteración hasta ahora –fechada el 5 de mayo– fue designar con el nombre Flor de María Rodríguez de Ayestarán a la calle Joaquín Torres, que se inicia en la calle Nápoles y se dirige al norte finalizando su recorrido en el camino Chacarita de los Padres. “Se brinda homenaje a quien fuera la primera bailarina del Ballet Nacional del Sodre, dedicada a la coreografía y a la investigación histórica de las danzas bailadas del Uruguay y que junto con su esposo, el musicólogo Lauro Ayestarán, fundó la Escuela Nacional de Danza”, reza el documento como “razón del homenaje”. Un poco antes, aprobada en diciembre de 2021, se decidió designar “con el nombre de Dra. Adela Reta el tramo de la Circunvalación Norte de la Plaza de Cagancha, que parte de la avenida Gral Rondeau en dirección este y finaliza en la avenida 18 de Julio”.

Igualmente la costumbre es a veces más fuerte que los carteles, y hasta hace poco se encontraba gente que llamaba Ibicuy a la calle Gutiérrez Ruiz o que decía Médanos en lugar de Barrios Amorín, y que todavía se pierde aunque la auxilie el GPS. ¿Es esperable o usual que las denominaciones urbanas cambien con cierta frecuencia? ¿Qué resistencias o repercusiones acarrean? ¿Hay grados de importancia en el nomenclátor (una plaza es más destacada que un callejón, una calle céntrica es más honrosa que una de barrio)?

Construcción cultural y buena ubicación

La arquitecta Muma Sebasti, magíster en Historia y Cultura de la Arquitectura y la Ciudad, y parte del equipo técnico del Centro de Estudios Metropolitanos, pone en antecedentes el tema al explicar que “las calles de la ciudad se nombran a efectos de ordenarse igual que los padrones y las construcciones se enumeran. Claro que un nombre es mucho más que un número, ya que conlleva la carga del lenguaje, el símbolo y la representación. Los nombres de las calles puede cambiar en función de los cambios culturales. La realidad es que a lo largo del tiempo se han cambiado siempre. Por ejemplo, las de Ciudad Vieja, denominadas en la época del sitio, se cambiaron a principios del siglo XX en función de la prominente modernidad. O la calle Propios, antiguo camino colonial, que ahora se llama José Batlle y Ordóñez; incluso los parques han cambiado de nombre (Parque Urbano a Parque Rodó o Parque de los Aliados a Parque Batlle). El tema es ver qué construcción cultural queremos hacer y qué dejamos atrás. Los relatos políticos que operan como estructuradores simbólicos no siempre son sostenidos por contenidos sociales. Y ahí es donde se produce la fricción. Si bien a priori es adecuado cambiar nombres de calles, espacios públicos y colocar monumentos, debiéramos ser cuidadosos en cuál nombre borramos de la historia y cuál no”.

Con respecto a los propuestos recientemente por la intendenta, Sebasti opina que “una cosa es desterrar a Gaboto y Magallanes y otra muy distinta es desterrar a Minas y a Río Negro, los cuales representan parte de nuestro país”. En cuanto a los grados de importancia en el nomenclátor, considera que “eso no depende tanto de la función en sí (calle, plaza o monumento) sino de la ubicación de estos. Es por eso que se elige para los cambios de nombre el centro de la ciudad. También depende del tamaño o de lo que allí ocurra. No es lo mismo una avenida que un bulevar o una calle simple. No es lo mismo una plaza con un monumento que una plaza de deportes”.

Algo habrán hecho

Acerca de la representación simbólica, justamente, toman la palabra Tania Odriozola y Ana Clara Vera, de Habitadas, un colectivo interdisciplinario –integrado por profesionales del ámbito de la geografía, el diseño de comunicación visual, la sociología, la gestión cultural, la arquitectura y la planificación territorial– que desde 2018 viene trabajando en la sensibilización y problematización de los roles de género vinculados a las formas de habitar y planificar los territorios, con un enfoque centrado en el urbanismo feminista. “Históricamente la ciudad ha sido pensada, proyectada y construida principalmente por hombres en situación de poder político, económico y social. Y aunque se ha pretendido proyectar las ciudades mediante la consideración de una ciudadanía neutra, lo que ha sucedido es que lo que se ha considerado y representado es la subjetividad de un falso neutro, que en realidad encarna las características de un hombre blanco, heterosexual, generalmente asociado a un bienestar económico y con estatus social. Y las demás subjetividades han quedado subrepresentadas o relegadas en las consideraciones proyectuales, físicas y también simbólicas”, indicaron.

Para ellas esto queda en evidencia fácilmente si se analiza el nomenclátor. “Resulta necesario, por tanto, generar una reparación, y es imprescindible que sea en un lugar visible. Entendemos que lo que propone la Intendencia de Montevideo se alinea con esta condición, dando visibilidad a mujeres, personas racializadas y de la comunidad LGBTTQI+. Y resulta particularmente interesante el hecho de que se proponen estas calles en el centro de la ciudad, donde adquieren una mayor jerarquía y visibilidad”.

Odriozola y Vera consideran la ciudad como un organismo vivo, mutante; en consecuencia, “probablemente este cambio genere un conflicto, por el acostumbramiento que tenemos de los nombres de estas calles, pero bienvenido sea el conflicto si nos hace reflexionar sobre la importancia de reparar y valorizar a personas importantes de nuestra cultura, que por su condición de género o raza han estado omisas en la simbología urbana. El hecho de que sean reconocidas como seres políticos y culturales de gran influencia nos permite reconocernos como una sociedad más plural. Es necesario reparar desde distintos frentes las violencias y omisiones que ha ejercido el Estado con distintos colectivos que componen la sociedad uruguaya”.

Las consultadas recalcan que su postura es “como mujeres, blancas, universitarias” y que si bien trabajan el urbanismo desde la perspectiva del feminismo, les parece fundamental “dado que se está visibilizando a personas de la comunidad afro y LGBTQI+, escuchar esas voces e indagar sobre cómo se participa a esta comunidad”.

Memoria frágil

Para el artista visual con formación en arquitectura Alfredo Ghierra, activo defensor del acervo edilicio montevideano y creador del proyecto performático de largo aliento Ghierra Intendente, “todo el asunto del nomenclátor es también un tema de patrimonio”. Por eso, antes de pasar a la discusión sobre figuras concretas, apunta que “muchas veces las denominaciones recuerdan hechos, construcciones, ni qué hablar, a personas, pero también accidentes geográficos que la ciudad tapó o que ya no existen”.

Entonces, dice, “los nombres son memoria”. A Ghierra alterarlos le parece un error, “porque entra dentro de la lógica de que la cuestión de la memoria no es importante. Preferiría que los nombres de las calles no cambiaran; eso no tiene nada que ver con las personas, en este caso, a las que se quiere homenajear. Basta con ver la cantidad de calles y espacios públicos en Montevideo que no tienen nombre”.

¿Si se otorga mayor importancia de acuerdo al emplazamiento? “Bueno, sí”, concede, previo a desarrollar el asunto: “Tener un nombre en el centro de la ciudad tiene una relevancia, pero también poner nombres de personas importantes en lugares más periféricos le da una relevancia al lugar. Me parece una buena acción para empezar a darles relevancia a otros lugares. Y ni qué hablar que las centralidades van cambiando, ¿no? Quién iba a decir, cuando la ciudad empezó a crecer, que la zona de Tres Cruces iba a ser un centro como es hoy”.

Para concluir, Ghierra advierte: “También esto tiene el peligro de que no termina nunca; cambiás los nombres de calles hoy y dentro de 50 años van a venir otras personas, con otros conceptos y otros intereses, y van a cambiar los nombres que tú cambiaste. O sea que no me parece un juego inteligente”.


Recorrido por La Blanqueada

El sábado, a las 10.00, se realizará una visita comentada y clase abierta de italiano por el barrio La Blanqueada en compañía de la licenciada Giulia Ampollini y el fotógrafo Ramiro Rodríguez Barilari. La actividad forma parte de la iniciativa Contexto Patrimonio y tiene el objetivo de estimular la atención en el acervo urbano y arquitectónico de Montevideo. Tendrá una duración aproximada de dos horas y media. El punto de encuentro será la vereda de la casa Blixen de Castro, sede del Ministerio de Defensa Nacional (8 de Octubre 2628). La actividad no tiene costo y se suspende por pronóstico de lluvias u otras condiciones meteorológicas adversas. Para asistir, completar este formulario: ladiaria.com.uy/UlX.

Proyectos para el ex Parador del Cerro

Del 26 de octubre al 5 de diciembre se podrán presentar anteproyectos arquitectónicos para la realización del espacio polifuncional Balcón del Cerro. En la convocatoria organizada el lunes por la Intendencia de Montevideo participaron el director del Departamento de Planificación, Luis Oreggioni, el alcalde del municipio A, Juan Carlos Plachot, el decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Udelar, Marcelo Danza, y la presidenta de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay, Natalia Brener.

Las bases del llamado, obra del plan Montevideo se Adelanta, se publicarán el próximo miércoles. Con este espacio se busca dar respuesta a las solicitudes de los vecinos por un lugar donde desarrollar actividades que aporten a la integración social, de la talla de los complejos Sacude o Crece Flor de Maroñas. Se sumará así a la trama de equipamiento cultural del Cerro, que conforman el centro cultural Florencio Sánchez y la Casa de la Pólvora.

Las instalaciones abarcarán alrededor de 1.200 metros cuadrados interiores, a lo que se sumará el acondicionamiento de los espacios exteriores anexos al edificio. El proyecto también comprenderá el diseño del entorno inmediato, dentro del parque, integrando al teatro de verano del Cerro y el espacio libre Arquitecto Luis Vaia.