El último trabajo del psicoanalista argentino Luciano Lutereau, quien es doctor en filosofía y en psicología, y tiene publicaciones que son éxito de ventas, en las que aborda desde la crianza hasta la adolescencia, de la neurosis a las actuales construcciones de masculinidad, asume que en el siglo XXI se vive en una sociedad postmatrimonial, “en la que las personas, aunque siguen casándose, ya no se piensan a partir de los roles estereotipados del marido y la esposa”.
Los capítulos de Adiós al matrimonio. Parejas en busca de nuevos compromisos (Paidós/editorial Planeta, 2022) desgranan una multiplicidad de situaciones: parejas consolidadas, síntomas típicos (infidelidades, celos), crisis de adultez, nuevos formatos vinculares (poliamor, parejas abiertas, tríos), roles parentales, las separaciones y el duelo por lo que se deja atrás y/o la culpa por dejar de amar. Los ejes más discutidos de las ahora llamadas relaciones sexoafectivas, atravesadas por los cambios de paradigma, la soledad, la dependencia, la vulnerabilidad y el narcisismo, son analizadas con base en casos que atendió en su consultorio, citando anécdotas, autores ineludibles para el caso como Sigmund Freud, Lévi-Strauss o Jacques Lacan –a través de sentencias jugosas como aquella en la que define el amor como “dar lo que no se tiene, a alguien que no lo es”–, y colegas que vienen tratando el tema, como el italiano Massimo Recalcati y su reciente Ya no es como antes. Elogio del perdón en la vida amorosa (Anagrama, 2015).
Y como reza un subtítulo, “Una enfermedad llamada ‘deseo’”, es el tema subyacente: “Ojalá fuese una potencia, ojalá fuese una fuerza, ojalá fuese algo que nos lleva hacia el Bien. Más bien (y más mal que bien), el deseo es un conflicto [...] El deseo es contradicción, pero mucho más una paradoja, cada vez que confronta el hecho de que puedo desear lo que no quiero”.
Si algo caracteriza los libros y artículos en prensa de Lutereau es su manejo de diversos tonos, que consiguen dotar de humor y vigencia a un desglose a la vez profundo, exigente con el lector, sin dejar de ser un texto de divulgación. Vaya como prueba de esa veta contemporánea las referencias a canciones de Babasónicos (“Los burócratas del amor”) para hablar de la influencia del capitalismo en los arreglos de pareja o el acápite elegido para este libro, una declaración de la modelo y cantante Deborah de Corral a la revista Rolling Stone en 2012, donde afirma descreer del drama: “A mí el darkness en el amor me da una paja [...] ¡Pare de sufrir! Cuando no funciona... paja, chicos, paja”.
Lutereau ha dicho que uno de los motivos por los que escribió Adiós al matrimonio fue, tomando las palabras de una paciente, por “un cambio en las coordenadas del encuentro amoroso”, un escenario complejo entre varones en fuga y mujeres tildadas de intensas, en medio de una seducción infinita, muchas veces virtual, que produce pánico ante el menor asomo de realidad, resultando en relaciones tóxicas, como se las tipifica. En estas páginas sostiene que, si bien “el psicoanálisis es una conversación”, nunca toma literalmente lo que surge en el ámbito del consultorio sobre la familia o un compañero, ya que esa mirada siempre está afectada por la represión. También afirmó que estos ensayos se basan en la convicción de que se puede estar mejor (aunque no es alguien que proponga “ideas cómodas”).
Como información aledaña al libro, tiene sentido referir un comentario que Lutereau hizo en redes sociales: la intención de que, eventualmente, la instalación Qué haré con el miedo, de la artista argentina Carolina Gori, sea la portada alternativa de futuras reediciones. “Para mí, resume muy bien el contenido y el espíritu del libro, como ese torbellino negro que sale del interior de un colchón rasgado como en una operación ‘a corazón abierto’. La primera que vi la instalación pensé en ese verso de la canción que dice: ‘De tu voz tiritando en la cinta del contestador / de las manchas que deja el olvido a través del colchón’. Un colchón es una buena metáfora de una pareja. Sus manchas, sobre todo, como las que quedan en las almohadas y que, cada tanto, cambiamos. Pero no cambiamos de colchón con cada pareja. A veces nos vamos y el colchón se queda. Otras se viene con nosotros. Hay colchones que regalamos. A pesar de que nos bañemos antes de acostarnos, dormir es un acto sucio. Traspasa las sábanas. La transpiración, las fiebres, las salivas, los flujos, los llantos, de todo eso queda huella. A veces de uno, a veces de otro, una enorme mezcla que se deposita en colchón como en capas geológicas. El café que se volcó esa tarde, la sangre de una noche, los mocos del último resfrío, todo eso que es de un cuerpo se convierte en un caldo que es de los dos; somos esa mugre y desperdicio, esa suciedad que llamamos ‘nosotros’. ¿Quién podría vender un colchón viejo? A veces recibimos uno que ya venía usado. Todos llegamos un poco usados a la pareja. Entonces, ¿qué vamos a hacer con el miedo? ¿Qué vamos a hacer con esa figura que, con el tiempo, se volvió indiscernible del fondo?”.