Habrás notado que, al acercarse fin de año, no sólo aumenta la temperatura que anuncia el arribo del verano, sino también la agitación del día a día. Pareciera que la ciudad tuviera más autos, más gente en las calles, más trabajo y pendientes por sacar y, paradójicamente, menos tiempo, calma y paciencia. Como consecuencia de las prisas porque el tiempo “se termina”, se incrementan los accidentes de tránsito; los centros comerciales y supermercados se llenan de gente para comprar regalos y cosas que probablemente no necesita. La presión del cierre de año se siente en todas partes. En el trabajo, con los pendientes; en los colegios y liceos, por la acumulación de pruebas y exámenes; y en casa, con los preparativos navideños y los gastos de las vacaciones. Toda esta vorágine de acontecimientos genera más estrés del que solemos soportar, y es el caldo de cultivo ideal para apretar el botón de marchar en piloto automático. La buena noticia es que toda esa carga emocional y el cansancio acumulado están a punto de ver la luz al final del túnel con la llegada de las vacaciones. Pero calma, gente, aún falta un último tirón para que el año termine.
Primero los chicos deben terminar las clases, están las reuniones laborales y, por supuesto, hay que “sobrevivir” a las fiestas. Nuestras vidas modernas se han convertido en un sorteo constante de obstáculos para llegar a la meta (las deseadas vacaciones) con las últimas reservas de energía que nos quedan. Pero la pregunta ganadora es: ¿está bueno vivir así?
Bienestar emocional y salud
Con casi medio siglo de vida, descubrí algunas cosas interesantes que me han ayudado a encarar las cosas de mejor manera. Por ejemplo, aceptar que la vida es un continuo de acontecimientos, de subidas y bajadas que debemos aprovechar para aprender a sentir y pensar de manera consciente. Esto es clave, porque nuestra forma de actuar ante los eventos y aconteceres de la vida está en directa relación a lo que pensamos y sentimos ante ellos y el estrés en esta ecuación es fundamental.
Cuando vivimos bajo presión, como la locura de fin de año, nuestro sistema nervioso simpático se activa. Este mecanismo a corto plazo es bueno porque nos permite cumplir con la demanda de pendientes y actividades extra. Pero si este sistema se mantiene activo a largo plazo, nos pasamos de la raya corriendo el riesgo de normalizar una vida agitada y llena de estrés, lo que conlleva consecuencias negativas para nuestra salud física, emocional y mental. Lo interesante de saber cómo funciona el cerebro en relación al estrés es concientizar que, a mayor estrés, menor control de respuesta. Lo explico más en detalle remontándonos unos miles de años atrás, cuando los primeros Homo sapiens debían estar en alerta constante para permanecer fuera de peligro. En ese momento de nuestra historia, las respuestas automáticas e instintivas de nuestro cerebro primitivo fueron claves para asegurar nuestra supervivencia y permanencia en la Tierra. Ante la posibilidad de un peligro inminente, como el encuentro con una bestia salvaje, se dispara una alerta que libera hormonas como el cortisol, preparando a nuestro cuerpo para reaccionar, ya sea huyendo, peleando o camuflándose. Si bien hoy en día no necesitamos correr o pelearnos con una bestia salvaje para ponernos a salvo, nuestro cerebro conserva ese mecanismo de respuesta instantáneo que se pone a flor de piel con altos niveles de estrés. Un grito desmedido hacia nuestros hijos, una contestación inapropiada a un compañero de trabajo o un accidente de tránsito son comportamientos típicos de nuestro cerebro primitivo. Por esta razón, quiero compartir mis mejores estrategias y herramientas para que incorpores (o crees) tu maletín personal sobre manejo de estrés. Por supuesto que también incluiré herramientas de Disciplina Positiva para llevar una crianza más consciente y asertiva, porque recordemos que nuestros hijos aprenden más de lo que nos ven hacer que de lo que les decimos. Pero antes de empezar con los consejos, un breve recordatorio que asegurará tu éxito para empezar el nuevo año renovado y convertirte en tu mejor versión: no alcanza con leer mis consejos, tienes que ponerlos en práctica. Dicho esto, ¡manos a la obra!
Cómo sobrellevar tiempos apremiantes:
» Practicar el autocuidado: Como su palabra lo indica, el autocuidado son las acciones que tomamos para aumentar nuestro bienestar. Estas prácticas incluyen dormir bien, hacer ejercicio, comer sano, etcétera. Si bien realizarlas al pie de la letra podría estar fuera de nuestro alcance, sí podemos hacer lo que llamo “suma y resta de tareas”. Esta técnica consiste en sumar cosas para aumentar mi bienestar y restar las que lo disminuyen. Por ejemplo, restar tiempo al celular y sumar música que me gusta. Restar el barullo de conversaciones superfluas y sumar silencios. Restar pensamientos negativos o dramáticos y sumar ideas de lo que puedo hacer para cambiar las cosas.
» Establecer límites: Nunca es tarde para aprender a decir “no” a esas tareas que no te corresponden o que en verdad no quieres hacer porque te agotan.
» Incorporar técnicas de relajación: La meditación es maravillosa para nuestro cerebro y nuestra gestión emocional. Sin embargo, si no tienes tiempo o simplemente no te gusta meditar, no te preocupes. Existe una técnica simple, rápida y respaldada por la vida y los científicos: la respiración. Pero no hablo de la respiración habitual, sino de la que debes hacer con inhalaciones profundas y exhalaciones lentas para oxigenar tu cerebro y traerte calma y claridad.
» Ser realistas y positivos: Implica aterrizar lo que verdaderamente podemos lograr de aquí al término del año. Bajar las expectativas y cerrarlo con la mirada puesta en los logros y metas cumplidas en lugar de las carencias.
» Conexión y conciencia: Pasar tiempo con seres queridos y amigos nos hace darnos cuenta de lo afortunados que somos por contar con esas personas en nuestra vida. También es bueno pasar tiempo a solas.
Para manejar el estrés en la crianza:
»Círculo de la calma: Al final del día, reserva 5-10 minutos para que cada integrante de la familia comparta una cosa positiva. Esto ayuda a liberar tensiones y fomenta una actitud de gratitud.
» Reajusta las expectativas que tienes sobre tus hijos: Reflexiona sobre lo que realmente necesitas hacer para priorizar su bienestar emocional en lugar de perseguir la perfección.
» Tiempo especial de conexión: Dedica 5-10 minutos diarios a una actividad elegida por los niños. Es imprescindible evitar distracciones y estar presente con todos los sentidos. Esta sencilla y hermosa práctica reducirá el estrés y fortalecerá la conexión y los lazos de amor con tus hijos de cualquier edad.
» Enseña a tus hijos técnica de respiración consciente: Como comenté, las respiraciones profundas sirven para calmar la mente en momentos de tensión. La técnica de respiración “Huelo flor. Soplo vela” puede ayudar a nuestros hijos a serenarse y que consiste en oler imaginariamente una flor, inhalando lento por la nariz y soplar una llama, exhalando lentamente por la boca.
» Alienta y apoya: Al final del año lectivo es común que niños y adolescentes se sientan agotados. Utilizar frases motivadoras como: “¿Te diste cuenta de que en pocos días terminas el cole?” o “En las vacaciones, ¿te gustaría invitar a algún amigo a casa?” pueden ayudarlos a relajarse y tomar conciencia de que el año está a punto de terminar. En el caso de los adolescentes, quienes suelen experimentar mayor estrés por las pruebas y exámenes finales, es importante recordarles que cuentan con nuestro apoyo. Ofrecerles ayuda, delegar tareas o simplemente compartir con ellos su carga mental puede ayudarlos a cerrar el año de mejor manera. Frases como “Con calma las cosas salen mejor” o “Esto también pasará” son valiosas para aliviar la tensión en momentos difíciles.
» Sentido de pertenencia, cierre y renovación: Se trata de idear una rutina de cierre de año en familia, como, por ejemplo, dar agradecimientos, escribir y compartir los logros personales y familiares o hacer una lista de deseos para el próximo año.
En conclusión, reducir el estrés, el agotamiento y la frustración tiene más que ver con nuestro mundo interno: cómo pensamos, qué sentimos y cómo respondemos a lo que sucede, más que con los propios eventos externos. Respirar con calma, silenciar el ruido mental, aprender a poner límites, incorporar actividades que nos nutran y hagan felices y expresar con asertividad nuestras necesidades son la clave para crecer como personas y encontrar equilibrio entre nuestras obligaciones, responsabilidades y disfrute.