“Te voy a explicar cuatro cosas que no funcionan”, comienza un video con el que una madre y educadora uruguaya invita a sumarse a su “Desafío juguetes”. El baúl donde cualquiera que tenga a cargo niños intenta sin éxito que guarden sus petates -que acaban en el piso- encabeza la lista. El camino empedrado continúa, en segundo término, por pretender imponerles un orden propio. El tercer derrape son las canciones que incentivan a guardar (pero pasan sin pena ni gloria, porque el que ordena es el adulto). Por último, “la incansable lucha”, los ultimátums, la rencilla sin fin con los hijos.

Clarisse Pereira, o Clari, como se presenta, es una arquitecta radicada hace un par de años con su familia en Florianópolis (Brasil), que convoca a una semana para transitar el paso a paso del caos al orden. “Cuando le preguntás a un adulto, las palabras que más se asocian a los juguetes son caos, casa tomada, desorden, invasión”, indica. Se trata de un curso breve, online y gratuito; para sumarse sólo pide que comenten en su cuenta de Instagram @claripereira y que sigan luego los pasos que manda por mensaje directo.

Este proceso, en el que ella misma comenzó casi una década atrás, tiene que ver con su primera experiencia como madre. “Mi hija dejó de respirar al nacer y eso le provocó una lesión cerebral. Le afecta la parte motriz y también cognitiva, en áreas específicas, como el lenguaje”, sintetiza. Ella también es la razón por la que se mudaron a Brasil, desde donde imparte cursos para Argentina, Chile, Colombia, Paraguay, España y Uruguay. Aquí también organiza un encuentro presencial cada julio.

“Los juguetes fueron parte del camino y hoy ella hace todo lo que hace cualquier niño de ocho años, incluso andar en bicicleta o nadar”, relata. Pereira creó una marca de juguetes, que al principio apuntaban a lo motriz: una pelota para rolar, una tabla para trabajar el equilibrio, una caja de luz para su concentración.

“Los juguetes eran creados para ella, porque tiene hemiparesia. La característica principal de la marca era que cada juguete era diseñado para ayudarla a superar alguna dificultad específica. Mamón https://mamon.uy fue la primera marca inspirada en pedagogías educativas de Uruguay. En la pandemia empecé a compartir los fundamentos de cada producto para mostrar que no era el juguete lo que aportaba al desarrollo, sino el ambiente, y cómo el adulto le daba espacio al niño para ser autónomo”, cuenta.

Pero en ese momento sufrió lo que describe como “una especie de crisis existencial”, reconoce. “Explotó la venta de juguetes pero recibía mensajes del tipo 'necesito que llegue rápido porque ya no sé con qué entretenerlo en casa'. Y eso era todo lo contrario a lo que yo quería ofrecer a las familias; les quería mostrar que los niños no necesitaban ningún juguete, lo que necesitaban era seguridad (cosa que los adultos no sabían ni cómo darles en las condiciones que había). Dejé de hablar de juguetes y empecé a hablar de crianza”, resume.

El inicio de su marca, que hace dos años vendió, fue a través de las redes sociales: “Empecé en un grupo de Facebook de madres. Hice una pelotita para mi hija y compartí el tutorial contando por qué lo había hecho. Me pidieron 18 pelotitas. Así empezó”. Hacia 2019, al momento de lanzar su primer curso, se apoyó en un vivo de Instagram. Se sumaron 150 personas a la transmisión y 141 compraron el curso. Lo llamó “María mucho gusto” y tenía que ver con aplicar el método Montessori en casa.

Al principio reunió como público a las mismas familias que habían llegado por los juguetes, pero ahora ya suma más de 25.000 alumnos en cursos gratuitos y 2.000 en talleres con costo. Entiende que coinciden los intereses. “Mis cursos, así como los juguetes, son para familias con niños de hasta seis años interesados en pedagogías libres y en crianza respetuosa”, dice.

A su comunidad le habla desde la experiencia. “Mi vínculo con Montessori nace de la base del método, que es el ambiente preparado”. Pereira aclara sobre los recursos que pone en práctica: “No soy guía Montessori, porque incluso no trabajo educando niños. Mi formación en Montessori tiene muchos cursos enfocados a padres y algunos específicos, como alfabetización en Matemáticas, que hice en Escola Lega acá en Brasil. Además, estudio mucho sobre neuroarquitectura, por mi cuenta, y estoy cursando un posgrado en la Unisul”.

Territorio de peleas

En la actualidad utiliza el “Desafío juguetes” como un llamador para su escuela digital. Es un tema que podría parecer secundario, pero que da origen a disputas interminables. “Es un dolor enorme el caos de juguetes. Es algo que genera muchos conflictos en la casa, entre niños y adultos, y es algo que haciendo modificaciones muy sencillas -15 minutos, tres días en la semana- el cambio es sumamente notorio”, asegura. Y cree que es una muestra de lo que el ambiente puede hacer: “Modificando los juguetes, cambia la forma de jugar (los adultos quieren que los niños jueguen solos). Si siguen en el programa, eso se extiende a dormir, compartir, comer, bañarse, y un montón de cosas que los niños quieren hacer solos”.

Trabajando con gente de distintos países, ¿los problemas son los mismos? Pereira apunta que “los niños son niños, no importa la nacionalidad ni el contexto. Ni siquiera importa si el niño tiene alguna condición o dificultad específica. Los niños actúan siempre como niños. Los que cambian son los adultos: cambian la mirada, y cuando mirás diferente, ves diferente y podés hacer diferente (diferente a como viviste tu infancia)”.

Igualmente, esta educadora admite que lo que propone no calza con todos los perfiles parentales, aunque sí con todos los niños. Se refiere a ciertas lecturas extremas. Por un lado, “mucha gente confunde crianza respetuosa con permisividad”. Por otro, “sigue habiendo adultos que creen ser buenas personas gracias a haber sufrido violencia cuando eran niños. Hay adultos que siguen creyendo que educar es gritar, rezongar, castigar. No pueden ver que son buenas personas a pesar de eso y no gracias a eso”, concluye.