En agosto se cumplirá un año del lanzamiento del circuito turístico y cultural Latido Afro, una iniciativa que la Intendencia de Montevideo pretende ampliar en el marco de los 300 años de la ciudad. Latido Afro, que en sus principios nace como iniciativa de la sociedad civil, consta de 12 puntos geolocalizados e independientes que son lugares emblemáticos. En cada estación hay un código QR que permite conocer de primera mano la memoria y vida de la comunidad afrodescendiente de Barrio Sur y Palermo.

Uno de los hechos desarrollados en los contenidos es la trata esclavista transatlántica, “una siniestra operación global al servicio de los países europeos y el sistema de violencia legitimado e institucionalizado más importante en la historia de la humanidad”, según cuenta el sitio web de Latido Afro, que también detalla “el verdadero calvario que vivían las personas esclavizadas durante los viajes a través del océano” y las consecuencias trágicas para los pueblos africanos, “consecuencias que siguen sufriendo aún en la actualidad”.

Ese diálogo entre lo que pasó y el presente es algo que se sigue trabajando en los equipos de la comuna. Por el momento, la Secretaría de Equidad Racial y Poblaciones Migrantes de la intendencia junto a un grupo de colaboradores y asesores, entre ellos, Miguel Pereira y Jeannine Vera –también referentes y activistas de la comunidad afro– y otros participantes, por ejemplo, becarios de la Universidad de la República que se unieron al proyecto por un convenio entre la comuna y la institución, se encuentran realizando un proceso que abarca mucho más que la integración de nuevos puntos a Latido Afro: se trata de una revisión cultural e histórica que incluye el relato, los estudios y la mirada de la propia comunidad afro.

En diálogo con la diaria, Leticia Rodríguez, la directora de la Secretaría, explicó que Latido Afro permitió la participación de seis personas afro egresadas del curso de anfitriones turísticos y también el primer diseño de promotores barriales con énfasis en cultura montevideana. “Nos preocupa la generación de material porque es la base de la reparación de la memoria histórica”, expresó. “La mayoría de las personas nos formamos sin conocer determinados hechos del proceso de la esclavitud”, que “no terminó en 1842 con su abolición, sino que por el contrario hay rasgos muy posteriores, incluso hasta 1900”, agregó. Según Rodríguez, “el avance” nace a partir de 1920 y se concreta en 1930 y todo eso es parte de una historia muchas veces no contada. Con la ampliación del circuito “nos posicionamos ante hechos de la historia de los cuales aún estamos aprendiendo mucho” en el proceso de investigación, resumió.

Si bien está previsto que la investigación sobre lugares puntuales de la ciudad culmine en julio, “el otro aporte del circuito es que además de dar a conocer, genera conocimiento como tal” y permite ocupar determinados espacios a quienes se relacionan con los procesos históricos. “Las personas descendientes de los desalojados [de los conventillos Ansina y Mediomundo en Barrio Sur] son quienes ahora trabajan en los circuitos”, ejemplificó. El trabajo de investigación también permite “ir más allá de la memoria afro” y poner en valor “otras cosas y a otras poblaciones que participaron en los procesos del éxodo”, por ejemplo, a la población indígena, agregó Rodríguez.

En la revisión de los procesos participan, entre otros, el antropólogo José López Mazz y el historiador Diego Bracco. Según los registros, hasta ahora son “más de 500” las personas que pasaron por Latido Afro y “sabemos que es uno de los mejores servicios con enfoque afrocentrado que le podemos dejar a la ciudad”, y que el Estado permita “el posicionamiento de estos discursos mata el racismo y es realmente generador”, concluyó Rodríguez.

El reconocimiento en la política pública

Por su parte, Vera y Pereira detallaron el proceso de investigación y la importancia de algunos puntos de la ciudad para la comunidad afro, entre ellos, el puerto de Montevideo. A su vez, se refirieron a la importancia de la revisión y los reconocimientos en un período que “retrocedió” en cuanto a los derechos de las personas afro y en cuanto a otras políticas públicas creadas anteriormente.

“La idea es instalar una política pública vinculada a la afrodescendencia”, explicó Vera.

Si bien en los circuitos “se empezó a trabajar antes [de los 300 años de la ciudad] como una política pública, muchas de las cosas que desde las asociaciones afro han planteado” refieren a que en la construcción de Montevideo “lo afrodescendiente ha estado invisibilizado”.

En general, la cuestión más cercana a la que se remite cuando se habla de la comunidad “es a las Llamadas o a los conventillos y se reduce a eso”, de ahí la importancia de “visibilizar lugares que son históricos y hacen aportes relevantes”, porque tiene que ver con entrar en “la mirada del racismo estructural de la sociedad pero también de las instituciones”.

“Aunque tuvieron que pasar casi 300 años para crear una política pública”, hay un legado que dejaron quienes “pusieron estas cosas sobre la mesa” en este sentido hay estudios que ya se han hecho a nivel antropológico y sobre determinados lugares, por ejemplo, el puerto como lugar “de ingreso y distribución de la población esclavizada” o la plaza Matriz como “lugar de venta de las personas esclavizadas”.

Si bien por el momento la iniciativa se centra en Montevideo, los asesores contaron que debido a la “ausencia de políticas públicas con perspectiva étnico racial que hay a nivel nacional”, más allá de cuestiones “muy específicas en las que sí se involucra a la comunidad, por ejemplo, el candombe, la idea a futuro es que la investigación y los circuitos como paso final en la capital sea “un piloto” que luego se traslade a otros departamentos, pensando sobre todo en los que hay mayor población afrodescendiente, que son los territorios del norte.

También está la intención de considerar otras aristas, por ejemplo, la economía circular, para que al colectivo se le retribuya algo, por ejemplo, a las mujeres. Que en el circuito, además de la recuperación de la memoria, “se abra el espacio” y que el proyecto aporte a cada uno, al desarrollo turístico y a cada lugar”, a través de la posibilidad de trabajar la economía circular en esos espacios. Para esto es “fundamental” la organización social de cada barrio y la búsqueda de “nutrir los espacios además de reconocerlos”.

Sobre el modelo de trabajo actual en el proyecto, agregaron que la participación de los becarios de la Udelar también es “una manera de reconocer lo que no está reconocido académicamente”, es decir, lo hecho por las personas afro sobre los hechos históricos, porque si bien aún no está reconocido, “es información fidedigna”. A raíz de las investigaciones se creará, además de los puntos físicos, un sitio web en el que se almacene toda la información que no es posible mostrar en la “línea de tiempo” que formarán los diferentes puntos de la ciudad.

Los retrocesos como parte

Según los asesores, la idea es que dentro de la política, más allá de sumar más puntos físicos, también se incluyan algunos hechos en una línea que no termine en la historia sino que continúe al presente y lo trascienda. Esto incluye los retrocesos vinculados a las personas afrodescendientes, que si bien “los hubo en diferentes períodos de gobierno, porque nunca fue fácil”, durante los últimos años fueron notorios. Uno de ellos es que en 2022, a 20 años de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia realizada en Sudáfrica en 2001, que fue un hito para los activistas afrodescendientes de Uruguay, el gobierno uruguayo decidiera no ser parte del acontecimiento, que se realizó en la Organización de las Naciones Unidas.

Otro de los “retrocesos” es la eliminación del Departamento de Mujeres Afrodescendientes de la órbita del Instituto Nacional de las Mujeres. Las organizaciones “están de acuerdo en contar el proceso histórico pero también hacen hincapié en el proceso desde 1980 hasta hoy”, en eso que pasa ahora y en que tiene que estar todo lo que ha hecho la comunidad en lo social, político, cultural pero sobre todo lo que trabajó a la par del desarrollo de la comunidad hasta hoy, “la pelea que ha hecho la sociedad civil para conseguir ciertos espacios”.

En este reconocimiento a la sociedad civil es que además de las investigaciones se incluyen entrevistas a referentes de cada temática para reconocer lo que aportaron a la sociedad. “La política en términos generales tiene que ver con reconocer, ponerlo disponible, generar el circuito de la memoria educativo y turístico”, explicaron los asesores.