Hay una Montevideo debajo de nuestros pies. Invisible, latente, guardiana de historias que formaron al territorio y a su pueblo. Develar esa faceta subterránea es sumergirse en la evolución del acceso al agua y al saneamiento, la existencia de túneles, y en una eterna discusión: ¿podría la capital uruguaya tener un subte?

El camino del agua

La historia de las ciudades está fundada, en gran parte, en el agua. Si está disponible o no, su calidad, cantidad y salubridad son elementos esenciales para el establecimiento definitivo de una población. Nicol de León, antropóloga especializada en estudios de Montevideo colonial, explicó que hoy se sabe que la decisión de fundar Montevideo demoró, en parte, por la falta de agua dulce.

Durante los primeros años tras la fundación de San Felipe y Santiago, además de no haber agua potable superficial, tampoco había forma de recolectar el agua de la lluvia, por lo que la posibilidad de extraer el agua subterránea dulce era la única viable.

La presencia o escasez de agua que se dio en varios períodos determinó el curso de la vida de la población. Primero fueron fuentes, luego se construyeron aljibes y cisternas, hasta que se inauguró el sistema de aguas corrientes de la ciudad.

Los pozos de agua, señala la antropóloga Virginia Mata en El agua a través de su materialidad, “son estructuras realizadas para extraer agua subterránea debiéndose excavar hasta la primera napa freática [primera capa que contiene agua subterránea]”. “Era conveniente que fueran más profundas que anchas para evitar la evaporación y mantener uniforme la temperatura del agua”.

La planta de los pozos podía ser rectangular o cilíndrica y algunas se tapaban con bóvedas, afirmó De León, “para no contagiar enfermedades, asegurar el agua en caso de ataque y protegerla del enemigo”. Se construían con ladrillos unidos con argamasa (cal, cemento, arena y agua) y tenían aberturas para la extracción.

Según el registro histórico recogido por Schávelzon y Silveira en 1998, el trabajo de cavado de los pozos lo hacían los “poceros”: primero esclavos africanos, luego “negros libres”.

Debajo de Piedras y Juncal, en Ciudad Vieja, se construyó la primera fuente de San Felipe y Santiago. De hecho, la calle Piedras antes se llamaba “calle de la Fuente”, según recoge Rafael Schiaffino en su texto Las fuentes en Montevideo colonial (1937). Esta fuente permitía recolectar el agua que surgía del manantial que corría por la actual calle 25 de Mayo.

Se estima que había como mínimo nueve fuentes, aunque los datos no son precisos. Cuando una se agotaba en el sitio, otra se abría. “La riqueza de las aguas dulces subterráneas permitía abrir nuevas fuentes cuando el caudal de una disminuía”, registró Aurora Capillas de Castellanos en 1971. El caudal de agua subterránea y la buena sedimentación de arena que sustentaba la fuente existente hizo posible que aparecieran más fuentes en varios puntos del territorio.

En 1736, tras el fallecimiento de Domingo Petrarca, Felipe Cardoso tomó el mando y decidió achicar el sitio, llevando las murallas desde las inmediaciones de la actual calle Río Negro hacia la zona que hoy conocemos como Ciudad Vieja. En consecuencia, las fuentes quedaron extramuros. Entonces surgió el oficio de aguatero. Se transportaban en carretas muy pesadas, tiradas por bueyes, varias veces al día, para extraer agua y acercarla a la población.

La riqueza del agua subterránea y su importancia hizo que varios vecinos comenzaran a abrir pozos por su cuenta en los terrenos que poseían. Tras varias sequías y filtraciones subterráneas que afectaban la salubridad de las fuentes, comenzaron a construirse aljibes en espacios privados, que recolectaban el agua de lluvia. Esta tecnología mejoró hasta llegar a las cisternas, grandes construcciones que suelen confundirse al día de hoy con las fuentes o con túneles.

Las cisternas eran construcciones similares a las anteriores, pero servían para uso privado. Surgieron como consecuencia de la construcción, a finales del siglo XVIII, de techos a dos aguas que permitían utilizar el agua de lluvia si se almacenaba.

Este sistema sólo era utilizado por gente rica que podía pagar su construcción, por lo que las fuentes y los aguateros siguieron existiendo y siendo un bien público que debía pagarse ante el Rey.

En el actual anexo de la Torre Ejecutiva se encuentra una de las fuentes más grandes de la época colonial. Si se visita el lugar, rodeada de un fuerte olor a tierra se verá, protegida por una baranda de vidrio, una gran estructura de ladrillos, de seis metros de profundidad y ocho de altura.

Túneles en el Cabildo: entre el mito y la realidad

Durante la época de la colonia, Montevideo estuvo amurallada y la entrada y salida a la ciudad estaba controlada por los militares. La muralla ofrecía sobre todo un poder de control y seguridad casi inquebrantable. Se especula que esa es la razón principal por la que se construyeron túneles.

La creencia de que Montevideo, y sobre todo la Ciudad Vieja, está cubierta de túneles, ha ido creciendo con el paso de los años. La teoría sostiene que el Cabildo es el punto de inicio de una rama de trayectos escondidos que recorre algunos de los principales lugares de la época.

Desde el Cabildo de Montevideo no hay una versión oficial sobre los supuestos caminos subterráneos. Lo que queda hoy de esos supuestos túneles es un trayecto que no supera los 17 metros. Su acceso no es público. Se debe pasar por un pasillo que parece funcionar como depósito y está repleto de objetos cubiertos en polvo.

Los planos no tienen trazados los túneles que supuestamente existen. El argumento principal de esto es que no se van a trazar las vías subterráneas que son realizadas para la seguridad del gobernador y la ciudad. Su presencia fue y debe ser secreta.

Néstor Hormiga, historiador que trabaja en el Archivo Histórico Municipal, dijo: “La presunción de que hay túneles acá es una mentira. Es una pavada que inventaron unos cuantos que no saben nada de arqueología ni otra ciencia similar”. Según él, el área subterránea que se puede ver es una cisterna como la tenían muchas casas coloniales. “Servía de abastecimiento de agua para el edificio. Toda esta zona no tenía agua potable”.

La directora del Museo Histórico Cabildo, Rosana Carrete, aportó información actualizada sobre ese espacio: «Efectivamente es un tramo del sistema de túneles del período colonial, que integran entre otros el existente en la Librería Linardi y Risso. El acceso no está habilitado al público por razones de seguridad, es una escalera muy empinada y hay cableado eléctrico en el área. Se depositan materiales en desuso del museo, que obviamente no son acervo u objetos históricos».

Saneamiento

Montevideo fue la primera ciudad de Sudamérica en tener saneamiento, a mediados del siglo XIX. La obra estuvo a cargo de la empresa Caños Maestros, que era propiedad de Juan José Arteaga. En la oferta presentada ante el Estado, la empresa escribió: “En todos los tiempos los pueblos reunidos en sociedad y aglomerados en ciudades, han sentido la necesidad de construcciones subterráneas destinadas a llevar a distancia de los lugares habitados las aguas sucias e infectas que hayan servido al uso doméstico o a las necesidades de las diferentes industrias".

Está compuesto por una serie de colectores, tubos interconectados que transportan agua servida y de lluvia. Dentro de los colectores se deben controlar los gases del ambiente. Al principio esta tarea la realizaban operarios, pero, con el tiempo, la tecnología permitió construir colectores más pequeños que pueden ser inspeccionados con robots.

En 1913 se aprobó una ley que puso fin a casi 60 años de concesión del servicio a Caños Maestros, por varios motivos. Primero, el criterio "higienista" de la construcción, que tenía el énfasis en la expulsión rápida de los residuos en las playas; segundo, la concentración en la zona de Ciudad Vieja, insuficiente ante la rápida expansión territorial del siglo XX; tercero, la constante necesidad de apoyo del Estado por parte de la empresa. En consecuencia, desde 1918 el saneamiento está oficialmente a cargo de la Intendencia de Montevideo y es obligatoria la conexión para toda la ciudad.

Hoy, el saneamiento cubre 2.900 kilómetros subterráneos de territorio, equivalente a cinco veces la distancia entre Montevideo y Artigas en línea recta.

Subte

El crecimiento exponencial de la plaza vehicular en Montevideo colapsa las calles, complica el tránsito por el espacio público y revive discusiones sobre el transporte colectivo, entre ellas: ¿por qué no hay subte en Uruguay?

En el año 1941 el entonces intendente de Montevideo, Horacio Acosta y Lara, consideró necesario evaluar la posibilidad de construir un subterráneo en la ciudad. Sin embargo, recién en 1954, durante la intendencia del ingeniero Juan Pedro Fabini, se remitió un proyecto concreto a la Junta Departamental para la concesión del subterráneo, que estaría a cargo de una empresa internacional privada que había participado en la construcción de uno en Buenos Aires. Esta concesión permitía el usufructo del subterráneo capitalino por 75 años. Ese fue el principal motivo que llevó al proyecto al fracaso: no se llegó a un acuerdo en cuanto a las condiciones de la concesión.

Alción Cheroni, exsecretario de la Comisión de Obras y Servicios de la Junta Departamental de Montevideo, explicó que hay dos causas que truncaron sistemáticamente las discusiones sobre el subte: que la capital es una zona rocosa y que la escasa población del territorio volvía, para algunas personas, innecesario el esfuerzo.

Sin embargo, señaló, "el mejor subterráneo del mundo está hecho en la ciudad de Nueva York, que es una roca, entonces ¿por qué acá no se podría hacer? Los técnicos con los que hablé me dijeron que, precisamente, una zona rocosa es el lugar ideal para construir un subterráneo porque, a pesar de que es difícil romper la roca, existe una seguridad de permanencia formidable".

Por su parte Juan Manuel Leaño, director de Operaciones del Banco Interamericano de Desarrollo y experto en transporte, dijo en una entrevista al diario El Observador en junio de 2018 que los trenes subterráneos no necesariamente son una opción viable para la ciudad ya que requieren una inmensa inversión de capital que es difícil de justificar.

Entre 1995 y 2000 el subterráneo en Montevideo fue continuo objeto de debate. La empresa Metro Montevideo presentó un proyecto en 1997. La empresa justificó el plan con argumentos sobre el crecimiento poblacional, que en esos años alcanzó al millón y medio de habitantes, y el ya notable aumento del parque automotor; también mencionó la necesidad de descentralización de la ciudad y la racionalización urbana.

El proyecto no prosperó. Mariano Arana, entonces intendente de Montevideo, explicó en 2018: "En ese momento no pensé que fuera viable el proyecto, pero muchas de las condiciones de aquel entonces cambiaron. Se hablaba mucho del aspecto económico-financiero al igual que de las diferentes dificultades técnicas que podía llegar a tener el proyecto. Hoy en día se han hecho alrededor del mundo túneles impresionantes, con tecnologías de vanguardia, a costos altísimos pero que pueden ser rentables, por lo que la realidad es otra".

Cheroni entiende que "no haber aprovechado la oportunidad concreta de hacer un subterráneo [en las décadas del 40 y 50] genera los problemas que tenemos hoy y que debemos combatir a través de políticas que no dan resultados". En la actualidad "es muy difícil promover un subterráneo" por los costos y la logística que implicaría.

Los textos de esta nota forman parte del proyecto periodístico transmedia Montevideo subterráneo, realizado por la autora junto con Juan Lucas Bartaburu, Pamela Díaz, Agustín Dorce, Mercedes Gil y Valentina Paz como tesis final de grado de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad de Montevideo defendida en 2019.