El transporte de pasajeros más utilizado en Montevideo es el ómnibus. Son pocos los momentos o días que los ómnibus no circulan por la ciudad. Con los años aumentó la flota, la frecuencia y la extensión de los recorridos, así como las formas de pagar el boleto y los costos según el grupo poblacional y el tipo de viaje que el usuario elija.
Si bien se han hecho cambios y ninguna de las empresas de transporte mantiene el servicio igual que hace cinco, diez o 15 años, se hace evidente la necesidad de pensar una transformación de este medio a mediano y largo plazo, por distintas razones. Una de las más evidentes es que convive con otros medios de transporte utilizados por los ciudadanos, entre ellos, el automóvil, medio que hace años está en constante crecimiento. Además, se hace necesario adaptar tecnologías y mejoras que hagan al ómnibus un medio elegible dentro de un abanico de opciones y no por mera necesidad.
En diálogo con la diaria, tres especialistas en desarrollo, urbanismo y movilidad urbana detallaron una serie de cambios que a su entender son accesibles y aplicables a un futuro no tan lejano.
Germán Benítez, economista y exvicepresidente de la Corporación Nacional para el Desarrollo, dijo que efectivamente lo esperable es que “la ciudadanía siga cambiando el patrón de movilidad hacia el auto”, y que ese proceso “se acelere” en determinados momentos como pasó durante la pandemia. “Hay una tendencia a abandonar el transporte público que de alguna manera hay que detener” porque “no es posible estructurar un esquema eficiente de movilidad sin un transporte público potente”.
En cuanto a los cambios, consideró que algunas medidas deben enfocarse en hacer que el transporte público sea “más atractivo”. La experiencia de otros países dice que esto se logra invirtiendo en un transporte público más rápido, moderno, y acotando explícitamente la conveniencia de usar auto, por lo menos para los recorridos más estandarizados, es decir, hacia el trabajo o lugar de estudio.
En los cambios hay varias dimensiones. Algunos cambios, tal vez los “más accesibles”, deberían apuntar a “simplificar el sistema” para que esté mejor segregado, con menos líneas que hagan el mismo recorrido en el mismo horario, mayor prioridad para los ómnibus, por ejemplo, en los semáforos, reducción de las paradas, ya que “algunas están demasiado juntas” y generan atascos.
Benítez agregó que sería bueno mejorar la geolocalización de las flotas, que en la actualidad funciona en algunos casos. También que las aplicaciones, entre ellas, Cómo ir, sean más exactas en la información que brindan sobre los horarios en los que pasa cada ómnibus, son otras de las medidas que se podrían tomar en busca de mejorar el servicio.
Al pensar en implementaciones que lleven algo más de gestión, el economista mencionó la complementación, por ejemplo, del ómnibus con la bicicleta y otros “medios de movilidad activa”. “En Europa hay ómnibus con parrillas que llevan bicicletas, los pasajeros hacen una parte del trayecto en un bus que tiene parrillas para transportar su bicicleta y en determinado punto se baja y sigue su trayecto”, contó.
Por último, indicó que el transporte público de Montevideo tiene algunas características que lo vuelven “bueno” y viable para realizar las transformaciones. En principio está “súper formalizado”, las empresas tienen “un gran conocimiento del mercado y legitimidad institucional”. Hay lugares en los que el transporte colectivo “son combis que compiten, acá no hay sistemas informales”, valoró. Pero, si bien hasta ahora “se trabajó en muchos puntos”, hay que profundizar los cambios a través de “decisiones importantes”.
En la misma línea, Ana Inés Morató, integrante del Colectivo Ciudad Abierta, que busca impulsar cambios factibles para generar ciudades más sostenibles y a escala humana, agregó que es inevitable pensar en cambios porque “cayó la venta de boletos” sobre todo luego de la pandemia, lo que entre otras cosas configura que este tipo de transporte es una opción que elige “un público que no tiene otra alternativa”.
Esto sucede por “problemas de calidad, en particular por la lentitud”. Para mejorarla hay opciones “viables” a corto plazo. Darle prioridad a los ómnibus en el tránsito, controlar el cumplimiento estricto del carril “sólo bus”, fiscalizar más y “multar a quienes incumplan”, aplicar la tecnología de semáforos inteligentes que generen ondas verdes cuando detectan ómnibus, lo que también hace que tengan prioridad sobre el transporte privado, todo para “reducir en algunos minutos los traslados”, explicó Morató.
Sobre las paradas, dijo que sería bueno que la información que brindan las aplicaciones se complemente con paneles informativos que deberían ubicarse en las paradas más concurridas. Sobre el método de pago, reflexionó sobre la posibilidad de eliminar el pago con efectivo e implementar la venta de tarjetas STM “innominadas, que se compren en cualquier lado, con algunos viajes cargados”.
“Hoy tenemos una mala distribución de los recursos”, para mejorar la experiencia deberíamos pasar a un sistema de transporte en el que las empresas cobren “por el servicio que brindan” y no por la cantidad de pasajeros que abarcan, agregó.
Por último, dijo que es necesario contar con una “autoridad regulatoria” para pensar en este y otros temas y para que las discusiones sobre el transporte, por ejemplo, sobre instalar un servicio de tranvía entre la plaza Independencia y El Pinar, no se reduzca a una discusión entre quienes están de acuerdo y quienes no.
“Evolucionar” en nuevos formatos
Para Eduardo Bertiz, arquitecto y magíster en Diseño Arquitectónico, el intercambio modal, es decir, la combinación de diversos modos de transporte bajo la misma estructura, es una opción “imprescindible” a incorporar para la mejora del transporte colectivo montevideano, aunque no se trate de “ninguna estrategia nueva u original” debido a que fue puesto en marcha con el trazado del Sistema de Transporte Metropolitano, “con aciertos, pero con errores que le costaron su continuidad”, lo que derivó en “tramos viales inconexos, infraestructuras de intercambio aisladas, que nunca llegaron a conformar un sistema”. Por esto, el desafío es “evolucionar”.
Bertiz aclaró que no habla de combinar diferentes líneas de ómnibus sino de incorporar otros modelos de transporte que hoy no tenemos. “La única opción de intercambio modal en un futuro cercano con la que podríamos especular” es la construcción del tren, “un primer gran desafío que debería estudiarse con mucha cautela”, dado que el proyecto se muestra “con cuentagotas” por parte del Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP), además de transmitirlo de forma “inadecuada y autoritaria a las intendencias involucradas”. Es una obra que tiene “tires y aflojes” políticos, pero eso no la invalida como una oportunidad de intercambio modal “real”, advirtió.
Más allá de la propuesta de nuevas incorporaciones sobre lo que ya hay, Bertiz se refirió a un tramo puntual: la avenida 18 de Julio. “El problema de movilidad” en 18 de Julio son la “enorme cantidad de unidades del transporte público circulando en caravana”, con recorridos superpuestos desde Avenida 8 de octubre o Avenida Italia. Una posibilidad para no ingresar unidades a las áreas más congestionadas es “plantear recorridos circulares que tengan terminales sólo en la periferia y no en la trama central, como hacen hoy algunas líneas”, planteó.
Consultado sobre la posibilidad de comparar los aspectos positivos y negativos del sistema de transporte de Montevideo con el de las capitales o ciudades de otros países, Bertiz consideró que “estamos muy lejos de tener un sistema de transporte, incluso utilizando solamente los modos de movilidad existentes o propuestos en el futuro cercano”. Lo que hay por el momento son “modalidades de transporte con infraestructuras específicas” que funcionan independientes y “sin conexión planificada”, finalizó.