Hace alrededor de un mes comenzó a funcionar la plataforma https://www.cooperativito.org.uy, y esta semana comienzan las acciones para darla a conocer a docentes de primaria, con el objetivo de que utilicen sus juegos y herramientas con los alumnos de 4° a 6° año de instituciones públicas y privadas de todo el país.
El sitio es el resultado del trabajo conjunto de dos cooperativas de base, Colaveco y El Fogón, que han impusado el proyecto junto a Cooperativas Agrarias Federadas (CAF, que nuclea a unos 10.000 productores, de los cuales más del 80% integran la agricultura familiar) y el apoyo de Inacoop.
La idea es fomentar el aprendizaje mediante recursos didácticos. Facilitando el acceso a la información se busca visibilizar el rol que este sector desempeña en Uruguay. “A través de una herramienta virtual que incluye dos recursos lúdicos con contenidos supervisados por adultos responsables, buscamos brindar una semillita destinada a germinar, multiplicarse y florecer”, se presenta Cooperativito.
El origen de los alimentos
El Fogón está ubicada en Sarandí del Yi (Durazno) y comenzó su actividad hace 61 años, vinculada a la producción ovina. Actualmente cuenta con socios en Durazno, Florida y Treinta y Tres. Se trata, en su mayoría, de productores familiares criadores de ovinos y bovinos, quienes encuentran en la cooperativa la mejor opción para comercializar su producción de carne y lana, obtener asesoramiento, comprar insumos y apoyo a su actividad diaria.
La vicepresidenta de El Fogón, Laura Serena, quien además es docente, cuenta sobre Cooperativito: “Surgió en forma conjunta, cuando recibíamos visitas pedagógicas de los niños a las cooperativas, para que conocieran cómo trabajamos. Nos gustó la idea de poder involucrarlos, mediante el juego, en el conocimiento de qué es lo que hacen justamente las cooperativas, cerrar un poco la brecha entre campo y ciudad, que empiecen a conocer todo lo que tiene que ver con la cadena agroindustrial, pero de la manera más didáctica posible”.
El planteo implica que, incluso para aprender, los niños trabajen en forma cooperativa para investigar sobre los procesos de la cadena agroindustrial; básicamente, “que sepan cómo llegan los alimentos a su casa”.
Para llegar a más
Por su parte, Colaveco nació hace 32 años en Nueva Helvecia (Colonia), a partir de la necesidad regional de contar con un laboratorio de apoyo a la producción local en aspectos vinculados a la calidad de los alimentos y la sanidad animal. Hoy es un laboratorio de ensayo y diagnóstico en el ámbito veterinario, agropecuario, bromatológico y de salud pública. Como analiza su gerente, Mauricio Calvo, consultado acerca de por qué detectaron necesario ofrecer este tipo de insumos: “Primero que nada, porque estamos vinculados a las actividades agrícolas, pero ubicados en la zona suburbana, y muchas veces nos damos cuenta de que a pesar de estar en una ciudad rodeada de actividad rural y que se vincula muy directamente a sus actividades socioculturales y económicas había muchos niños que en las visitas que tenemos -el programa se llama Colaveco Puertas Abiertas, en el que recibimos a instituciones educativas de distintos niveles- no percibían la conexión entre los alimentos que comían y la producción agrícola”.
Por ese motivo se embarcaron en distintos proyectos para crear conciencia sobre el trabajo agropecuario, entre ellos uno junto con la FAO, y traducir esa información al lenguaje de los escolares. “Cuando nos presentaron la posibilidad de hacer una aplicación dirigida a mostrarles a los niños, de manera lúdica, de dónde sale la conciencia agropecuaria vinculada al cooperativismo, para nosotros era dar un paso más en el camino que veníamos transitando. Además, una cosa que nos interesaba era que, por más que tengamos la mejor de las voluntades para recibir niños y hablarles, eran sólo los que se podían desplazar hasta acá, porque la parte de logística de Primaria, por todos los permisos y un montón de razones, no es sencilla. Entonces vimos cómo llegar a más, porque solamente con visitas no lo vamos a lograr, y pensando en la era digital, el Plan Ceibal, la tecnología, las tablets y las computadoras, vimos la posibilidad de que hicieran juegos dentro de sus actividades, qué podíamos inventar, qué es lo más interesante para esas edades, cómo los podemos desafiar, cómo podemos hacer que pueda ser utilizado más de una vez, que interactúen con los padres en la casa haciendo la trivia, enseñándoles”.
La articulación entre cooperativas y con las maestras que los ayudaron a desarrollar las herramientas fue, como explica Calvo, multiinstitucional e interdisciplinaria, puesto que en el grupo de trabajo había desde comunicadores hasta ingenieros agrónomos, veterinarios y educadores. “Fue una interacción que, a mí, por lo menos, me enriqueció pila, y a los otros creo que también”, agrega.
Seguridad alimentaria, trabajo, ciencia
Vale recordar que las cooperativas socias de CAF abarcan casi la totalidad de los rubros agropecuarios explotados en el país: lácteos, carne (vacuna y ovina), lana, granos (soja, trigo, cebada, etcétera), frutas y verduras, vinos, flores, miel y semillas, entre otros productos.
En el conjunto de recursos que comprende Cooperativito hay un video que comienza por definir lo que es el cooperativismo agrario, las cadenas de valor, lo que producen las cooperativas uruguayas, e incluye un mapa para ubicarlas, aparte de recalcar la importancia del cuidado ambiental y las oportunidades laborales que existen en este sector clave. En la plataforma también se puede participar en una trivia, con una serie de preguntas que desafían a los escolares a empaparse de los valores cooperativos y de la ruralidad, así como el papel de la ciencia y la tecnología en el área. Para jugar tienen que ponerle nombre a su grupo y elegir un avatar de animal. En el camino, los niños van obteniendo un puntaje que los coloca en un ranking en el que participan otras escuelas. Complementan estos juegos los puzles que, mientras se arman, también inculcan conocimientos sobre las cadenas agrícolas. Cooperativito, en suma, apuesta a diluir algunas dudas básicas que los niños mostraban durante las visitas: “Cuando les preguntamos si comen pan”, recuerda Calvo, “respondían que sí; y con qué se hace el pan, con harina; pero de dónde viene la harina, y bueno, ahí terminamos en el trigo. Hay algunos productos que no son tan evidentes. El niño sabe que la manzana viene del campo, eso es directo, que se saca del árbol, se pone en un recipiente y lo agarran en el súper. Después hay otros procesos que llevan elaboración, más o menos industrialización, aunque la materia prima viene del campo. O sea, no tendrían bizcochos si no fuera por el campo, por decirlo así, a lo bruto, y fuimos identificando que había cosas en que no tenían tan clara esa conexión”.