El mes pasado se presentó el proyecto Mujeres trabajadoras de Arroyo Seco. Presencias y ausencias de la identidad barrial en el Espacio Feminista Las Pioneras. La investigación solicitada por el colectivo feminista de la plaza Las Pioneras contó con el apoyo de la Intendencia de Montevideo (IM), con motivo de los 300 años de la ciudad, y fue coordinada por la historiadora y docente uruguaya Graciela Sapriza, junto con las historiadoras Graciana Sagaseta y Magdalena Figueredo.
El evento contó con la presencia de Mariella Mazzotti, docente e investigadora feminista, quien indicó que la División de la Asesoría para la Igualdad de Género de la IM lleva adelante el proyecto Huellas Feministas en el Territorio. Esta iniciativa surgió en el marco de los 300 años de Montevideo y, según señaló, se han rescatado aportes e hitos relevantes del movimiento feminista en la capital y el país, que fueron fundamentales en la construcción de la ciudad, y de los derechos de los ciudadanos.
Mazzotti manifestó la importancia de relevar la influencia de “mujeres históricas” para poder promover y difundir su trayectoria, como el caso de Enriqueta Compte y Riqué (1866-1849), maestra, pionera y fundadora del primer jardín de infantes, en 1892, que tiene su sede a metros de la plaza Las Pioneras, donde se desarrolló el encuentro.
Lilián Celiberti, maestra y activista feminista, participó en representación del Espacio Feminista Las Pioneras y otros colectivos feministas. Se refirió a la recuperación de lo que hoy se conoce como plaza Las Pioneras, que tuvo como iniciativa ser un homenaje para mujeres pioneras, pero reivindicando la idea de que “las pioneras no son las de antes, sino también las de ahora”. Esta recuperación significó “una ganancia para el barrio” y el primer espacio público con ese corte. Según la militante, la memoria es un trabajo constante: “Hay que buscarla entre el cúmulo de cosas que suceden”.
No hay historia sin las mujeres
Sapriza afirmó que “no es posible una historia sin las mujeres”. La historiadora criticó que, en su mayoría, son mujeres quienes investigan y se ocupan de visibilizar a figuras femeninas clave. Advirtió, además, sobre una paradoja, que implica que muchas veces, una vez recuperadas, estas figuras se utilizan de forma superficial o decorativa –como al nombrar una calle, una escuela o una cafetería–, pero se las vacía de contenido político y se las reduce a “íconos despolitizados”, desprovistos de su legado y de la lucha que encarnaron.
Destacó, en particular, a Enriqueta Compte y Riqué como maestra pionera de principios del siglo XX, y la recordó como una militante “ferviente y decidida” por los derechos de las mujeres.
Sapriza subrayó que hacer un recorrido histórico permite “atesorar la vida, el trabajo y la creatividad de algunas mujeres en períodos cruciales de cambio”. Aclaró que este enfoque no busca reforzar la figura tradicional de la mujer como “cuidadora o reproductora social”, sino más bien redescubrir su presencia en objetos tangibles que, según ella, permiten “construir una nueva historia”. Y ejemplificó con el caso de Compte y Riqué, quien, desde una mirada “rupturista”, introdujo el uso de la cámara fotográfica en el aula como herramienta pedagógica innovadora.
Al profundizar en su figura, destacaron que “la potencia y la fuerza” de la maestra “trasciende las puertas del jardín” y deja una “huella profunda e indeleble” tanto en el barrio como en la historia educativa de Uruguay. Reconocida por su labor, Compte y Riqué viajó a Europa, donde se formó en el método pedagógico de Friedrich Fröbel, y a su regreso fundó el primer jardín de infantes estatal en 1892. Además, destacaron la importancia de las “biografías escolares” que escribía: apuntes detallados sobre cada estudiante y su entorno, con un enfoque integral que contemplaba el contexto social y familiar.
Jardín Enriqueta Compte y Riqué.
Foto: S/D autor
Zona de ausencias
Figueredo se refirió a la plaza Las Pioneras por su carácter “emblemático, trascendente y clave para Arroyo Seco”, ya que allí se encontraba anteriormente la Estación Agraciada. Según relevaron las historiadoras, fue la primera estación de tranvías del barrio y se convirtió en eje central del transporte público de la ciudad.
Explicaron que operaba como un nodo de comunicación y conexión, donde el tranvía era el protagonista, y que constituyó un espacio vital e identitario que auspició de referencia para los habitantes del barrio. La circulación de los tranvías favoreció el “acercamiento, el diálogo y el intercambio”, transformando a la Estación Agraciada en el centro neurálgico del paisaje vecinal. Según investigaron, ese dinamismo fue el que habilitó una fuerte presencia de las obreras de Arroyo Seco –eje de esta investigación–, quienes se convirtieron en “vecinas de referencia”, ocupando lugares ineludibles dentro de la comunidad.
Figueredo se refirió a la lucha de las trabajadoras de Arroyo Seco contra la Compañía Telefónica de Montevideo, en setiembre de 1922, y destacó cómo las mujeres lograban hacer convivir “múltiples luchas en simultáneo”: peleas vinculadas a diversas dimensiones de la vida cotidiana, como el acceso a derechos básicos, la justicia social y la posibilidad de una vida digna.
Según afirmó, esa lucha constante fue un verdadero hito para el sindicalismo femenino, ya que logró captar la atención de la opinión pública y las asociaciones de otras organizaciones civiles, consolidó un triunfo el 18 de octubre del mismo año con un aumento salarial y la reposición de todos los puestos de trabajo. La especialista reflexionó sobre la transmisión de eventos trascendentes de la memoria sindical y laboral. Advirtió que existen “agujeros negros que se tragan esas memorias”, y que esas experiencias corren el riesgo de desaparecer si no se rescatan en los relatos. “La ausencia es también no decir”, declaró Figueredo, y concluyó que al no transmitir una vivencia colectiva, se pierde la oportunidad de recoger una experiencia acumulada existente.
Por su parte, Celiberti expresó que las memorias son selectivas, y que uno de los riesgos es que “algunas pasen al olvido”, y que no está vinculado a “éxitos o fracasos”, sino a cómo se construye la narrativa. A partir de esto instó a profundizar en “cómo desaparece la memoria sindical del país de la memoria colectiva”. En la misma línea, señaló que hay una gran invisibilización de la presencia de las mujeres en la construcción de las ciudades, y esto se refleja en la historia de Arroyo Seco: “En esta zona hay ausencias”, sentenció; es por esto que “siempre hay que tirar de ese hilo y recordar sus trabajos”. Por último, sostuvo que la investigación significa un aporte importante para la enseñanza primaria y secundaria del barrio, ya que se utilizará como material educativo y de conocimiento barrial.
Custodiar el patrimonio colectivo
Sagaseta explicó que la investigación tenía como objetivo claro construir una historia del barrio desde una perspectiva de género, centrada en la mirada de las mujeres y promovida por mujeres. Figueredo explicó que la investigación se centró en las primeras décadas del siglo pasado y que tuvo como objetivo explorar las múltiples identidades del barrio a partir de distintos escenarios, organizados en tres líneas de trabajo. La primera de ellas abordó el nodo territorial de las comunicaciones; la segunda, el jardín Enriqueta Compte y Riqué, que las historiadoras identifican como el “jardín de la ciudad”; la tercera se enfocó en la lucha de las telefonistas, resaltando el rol fundamental que desempeñaron durante la huelga. Estas tres líneas de investigación son las que estructuran el libro, publicado en formato digital y virtual, en el que se desarrolla con mayor profundidad cada una de estas columnas. Además, incluye códigos QR que permiten acceder a enlaces con materiales audiovisuales.
Por su parte, Sagaseta explicó que está dirigida a un público amplio, sin necesidad de contar con un conocimiento previo sobre la temática, y que busca llegar a todas las generaciones. El propósito es que tanto los vecinos como las vecinas de diferentes edades puedan apropiarse de las historias locales y ejercer un rol activo como custodios de este patrimonio colectivo. Sagaseta expresó que “el patrimonio histórico es una construcción social” que permite construir una identidad barrial y fortalecer el sentido de pertenencia en la comunidad.