Los años 80 fueron complicados para la llamada “comedia romántica” en el cine. Dos hechos contribuyeron a relegarla. En primer lugar, las comedias que a partir de los años 70 comenzaron a revisar el concepto de amor romántico sobre el que se apoyaba este género, tanto en el cine europeo como en el estadounidense. Tomando en cuenta este último, obras como las de Mike Nichols y las de Woody Allen son claras muestras de que el esquema tradicional de búsqueda de la felicidad y consecución por medio del amor, el encuentro de la media naranja y el final feliz sublimado en el matrimonio, que fue un furor de público en las décadas del 30 y el 40, se estaba abandonando y cuestionando. El segundo hecho fue el fenómeno de las comedias adolescentes estudiantiles de humor obsceno y sexual, que terminó acaparando la taquilla (por más que se tratara de públicos levemente distintos) y la producción de los grandes estudios. Se encuentran con facilidad ejemplos de comedia romántica en esta década, pero esa producción no contó, salvo excepciones escasas, con una calidad destacable.
Hacia fines de la década del 80, el género entra en una especie de nueva edad dorada a partir de cuatro películas clave, muy pegadas en el tiempo. Estas son Cuando Harry conoció a Sally (Rob Reiner, 1989), Mujer bonita (Garry Marshall, 1990), Matrimonio por conveniencia (Peter Weir, 1990) y Ghost (Jerry Zucker, 1990). La clave de este fenómeno quizá tenga que ver con que, por un lado, las comedias tipo Porky’s agotaron sus recursos y el público de comedia se volvió a volcar a aquel tipo de películas, pero sobre todo a que estas obras –y las que vendrían a partir de ellas por el resto de la década– renovaban el género, dialogando con la tradición constantemente pero volviendo a recuperar un vínculo con su contexto, es decir, haciendo lo que la comedia, desde su surgimiento, ha hecho. Con la película de Reiner se hace presente una figura que va a ser fundamental para la renovación y el desarrollo de esta nueva comedia romántica: su guionista, Nora Ephron. Y no sólo por su trabajo como guionista, sino también como directora. Este año se cumplieron 25 años de Sleepless in Seattle (traducida acá como Sintonía de amor) y 20 de Tienes un e-mail, dos películas de su producción, muy similares aunque diferentes, y que sirven como excusa para repasar la filmografía de esta realizadora imprescindible de la comedia del 90.
Antes de Sleepless..., Ephron había hecho los guiones del thriller Silkwood (1983), dirigido por Mike Nichols; de la ya citada película de Reiner; de Cookie (1989), una comedia protagonizada por Peter Falk; de My Blue Heaven (1990), con Steve Martin y Rick Moranis. Por su parte, Mike Nichols había llevado al cine su novela Heartburn en 1986 y había escrito y dirigido This Is My Life (1992), sorprendente debut que llamó la atención del productor Gary Foster, quien venía de clavar dos éxitos con Cortocirtuito 1 y 2 y estaba trabajando con un guion del debutante Jeff Arch. Pero la llegada de Ephron al proyecto no fue como directora sino como guionista, y fueron las idas y vueltas de los estudios las que derivaron en que terminara por dirigir esta historia de amor protagonizada por dos figuras que ya eran pesos pesados en la comedia, Meg Ryan y Tom Hanks, que ya habían actuado juntos en la injustamente subvalorada Joe contra el volcán (John Patrick Shanley, 1990).
Sintonía de amor fue un éxito inmediato y sus virtudes saltaban a la vista. Se abandonó el edulcorado excesivo y los arquetipos tradicionales de las comedias románticas (los personajes son dubitativos, miedosos, solitarios); las vueltas de tuerca no se producen ya en el encuentro entre los personajes sino en el desencuentro constante; se exploran las nuevas subjetividades, soledades y vínculos, surgidos de un mundo que empezaba a globalizarse y, por lo tanto, a aislarse; se dialogaba con la tradición: las referencias son muchas, pero la más notoria es a An Affair to Remember (1957), película de Leo McCarey protagonizada por Cary Grant y Debora Kerr. Y fundamentalmente, si bien no se aleja del todo del mundo de la clase alta, comienza a generarse algo que la comedia de los 90 va a explotar muy bien: las historias de la clase media estadounidense, mediante una mirada para nada complaciente que va a desnudar sus miedos, sus fantasmas y sus relaciones disfuncionales.
Luego de este éxito, y ya consolidada como una realizadora de importancia, Ephron dirige dos películas que no tendrán la repercusión de las primeras, pero que le permiten seguir explorando en nuevos rumbos de la comedia romántica, siempre en diálogo constante con la tradición. En 1994 dirige Mixed Nuts, comedia de enredos protagonizada por Steve Martin y Juliette Lewis, en la que hay un papel chico para Rob Reiner, al igual que en Sleepless..., y que incluye una de las primeras participaciones de Adam Sandler. La película, de algún modo, retoma los temas de la soledad y la depresión, las comunicaciones por medios como el teléfono, el suicidio y la muerte en clave de humor negro navideño, revisando en cierto modo el clásico de Frank Capra, Qué bello es vivir (1947). A continuación, en 1996, estrena Michael, la primera de sus colaboraciones con John Travolta, que además cuenta con un elenco con figuras como William Hurt y Andie McDowell. La película retoma la idea del ángel caído y los milagros; no faltan referencias a Alas del deseo, de Wim Wenders, pero todo transcurre en plan roadmovie sureño, que no funciona como podría, quizá por el excesivo histrionismo del personaje principal. Igualmente, Ephron vuelve a retratar a una clase media en crisis, no sólo económica sino en cuanto a sus relaciones y vínculos. Se nota la tendencia a que en las películas de esta directora las personas sean islas solitarias que esperan un milagro que les permita escapar de su situación, o que necesitan un cambio radical. Esa es otra idea presente en toda su filmografía: los personajes deben llevar a cabo cambios radicales, giros de 180 grados, para salir de sus estados de soledad y tristeza, pero son ellos quienes tienen el poder para cambiar. Los conflictos del relato giran siempre en torno a lo que debe pasar para que ese cambio se produzca.
Cinco años después de Sleepless..., Ephron escribe y dirige Tienes un e-mail, con muchos puntos en común con la película de 1993, más allá de que vuelve a juntar a Hanks y Ryan. Una vez más, la hipercomunicación, el aislamiento y la soledad son tema central en una de sus obras y, al igual que en Sleepless..., las idas y vueltas se dan porque los personajes no terminan de comprender quiénes son, qué quieren y quiénes son los que tienen al lado. En este caso, el diálogo con la tradición ocurre principalmente con The Shop Around the Corner (1940), de Ernst Lubitsch, y es interesante cómo de telón de fondo (o quizá de forma más preponderante que lo que se ve a primera vista) aparece la incidencia del contexto. En esta oportunidad lo hace bajo la forma en que el mercado avanza hacia formas impersonales, globales y homogeneizantes, enterrando el modo tradicional en que las personas se vinculaban entre sí, con los objetos y con los servicios. En la esquina de la vieja librería infantil que el personaje de Ryan tiene en Nueva York, una cadena de librerías, propiedad del personaje de Hanks, instala una sucursal gigante que se asemeja a un shopping. Es interesante cómo este simple detalle termina configurando la forma en que los personajes se relacionan, con el empresario como alguien habituado a despersonalizar todo, incluso los vínculos, y la librera que busca, quizá cayendo a veces en la idealización y la romantización, un vínculo más cercano, que tenga en cuenta que detrás de las cosas siempre hay personas. Esta forma en que el relato deriva del contexto y viceversa es fundamental de la obra de Ephron y se detecta en toda su obra, principalmente en las dos descritas en profundidad, y en el guion que escribió para Reiner.
Si bien las películas de este tipo siguieron con cierto éxito, se podría afirmar que el año de Tienes un e-mail marca el inicio del declive de estas comedias. Ese mismo año, con el estreno de Loco por Mary (Peter y Bobby Farrelly, 1998), comienza a tomar fuerza otro tipo de comedia romántica, en la que el resultado es un híbrido entre la romántica más moralizante y edulcorada y cierto humor escatológico, obsceno, y en la que los conflictos comienzan a girar en torno a la situación de hombres, por lo general inmaduros, que tienen problemas para vincularse con las mujeres. Se podría pensar que fue una estrategia para ampliar el público y poder acercar a los varones, que por lo general no consumían ese tipo de cine; también se podría pensar en cierto agotamiento del esquema de cine romántico asociado a un contexto de clases medias en crisis, pero lo cierto es que, salvo excepciones, las películas que comenzaron a desarrollarse a partir del fin de siglo pasado demostraron una calidad y un riesgo muy inferiores que las que venían desarrollándose en la última década. Cabe mencionar que las sitcoms pasaban su momento de gloria, y que ninguna comedia logró los momentos de excelencia que, por ejemplo, lograron Seinfeld y Friends, y que quizá eso haya obligado a un cambio de paradigma en las comedias para cine. Lo cierto es que las pocas excepciones de comedias románticas de calidad pasaron a ser las que planteaban rupturas notorias con la tradición, como Punch Drunk Love (Paul Thomas Anderson, 2002) y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Michel Gondry, 2004), o fueron producidas por la compañía británica Working Title (responsable, entre otras, de Cuatro bodas y un funeral –Mike Newll, 1994–, Notting Hill –Trevor Jones, 1999–, About time –Richard Curtis, 2013–).
Ephron aprovechó el empuje de Tienes un e-mail para filmar una comedia que fue injustamente ignorada (Lucky Numbers, 2000), luego probó con Embrujada (2005), con la que tuvo una suerte irregular a pesar de que estuvo mejor distribuida que la anterior, y en 2009 dirigió Julie y Julia, una comedia que se alejaba de lo estrictamente romántico y, en cambio, tomaba el tema de las mujeres y la dificultad de cumplir sus sueños, jugando entre dos tiempos: el macartismo y la caída de las Torres Gemelas. Dos años después, una leucemia terminó con su vida. La comedia romántica sigue oscilando entre las historias empalagosas condimentadas con algo de drama exagerado, y las que presentan a un montón de hombres con síndrome de Peter Pan que sólo quieren tener sexo con cualquier cosa, incorregibles, mujeriegos, hasta que se cruzan con el amor de su vida. Cada tanto, alguna película inesperada sorprende por su calidad y hace recordar el último buen momento de este tipo de ficciones, hoy cada vez más lejano, que tuvo en Nora Ephron a una figura fundamental, con una obra que todavía tiene mucho para decir.
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