La premisa de Los increíbles (2004) era realmente increíble: una familia “típica” pero con superpoderes, que funcionaban como metáfora de los roles que cada uno ocupaba, desde el punto de vista de los demás: el papá superfuerte y poco vulnerable, la mamá flexible, la púber tímida que se vuelve invisible y genera escudos de fuerza, y el niño hiperactivo hiperveloz. La película fue concebida en función del fuerte poder afectivo que sigue teniendo esa concepción de familia, aun cuando en 2004, año en el que se estrenó, había cierta conciencia de que era un estereotipo anacrónico. Uno de los toques de genio fue justificar ese anacronismo ambientando la historia en un momento histórico no explicitado, pero que tenía las características del comienzo de los años 60, cuando esa noción de familia ejercía una dominación casi absoluta: de ahí los decorados populuxe y la poca presencia de las tecnologías más recientes. El otro toque de genio fue extender esa ambientación al estilo mismo de la narrativa: no son superhéroes del tipo que predominan ahora (como los de los universos Marvel y DC) sino de los otros, sencillamente buenos, culturalmente integrados, sin el menor viso de tragedia, pensados para niños. La concepción visual de los personajes era caricaturesca (mucho más que en el estilo de Toy Story) y había muchos elementos del Agente 007 (la fascinación con la tecnología moderna de antaño, la música que combinaba jazz moderno blanco con elementos de surf, la trama de espionaje, el supervillano dotado de un casi ejército de secuaces uniformados, los escenarios pulcros). La historia era perfectamente clásica, como en casi todas las producciones de Pixar.
Esta continuación tardía parte de la desventaja de que ya no le toca desvelar su universo. Se tiene que arreglar a puro ingenio anecdótico, sin traicionar las premisas pero sin llover sobre mojado. Era difícil. Es entendible que Los increíbles 2 se haya quedado un poco corta.
Buscaron la vuelta por el lado del feminismo, del derecho de las minorías y de la crítica a las tecnologías recientes. Aquí los superhéroes siguen teniendo prohibido ejercer como tales y deben reprimir sus poderes. Un comunicador emprendedor, fan de los superhéroes, decide mejorar su imagen pública. Como parte del plan, agrupa a algunos superhéroes clandestinos que lucen mucho menos mainstream que la familia de Mr. Increíble: hay un negro, un viejo, un joven de apariencia delicada que podría ser gay y, sobre todo, una gurisa algo tímida (Voyd) que agradece con emoción a Elastigirl por haberle servido de inspiración y modelo. Pero el centro de su proyecto justamente es Elastigirl, quien, de todos los superhéroes, es la que tiene el mayor índice de aprobación en las encuestas. Entonces, ella sale a cumplir excitantes misiones, mientras que Mr. Increíble tiene que permanecer en su casa cuidando a los hijos. A ella le cuesta delegar sus responsabilidades domésticas y contener su ansiedad con respecto al bienestar de su familia, pero termina copada con lo emocionante de la actividad pública. Mr. Increíble, mientras tanto, se percata de lo difícil y sacrificado que es el cuidado de los niños. El villano Screenslaver es una especie de ciberterrorista que se apodera de cuanta pantalla aparece para hipnotizar a quienes le echen un ojo, convirtiéndolos en esclavos. Después descubriremos que Screenslaver es una mujer, malvada sí, pero que, como todas las féminas de esta película, supera en madurez, inteligencia y eficacia a sus contrapartes masculinas.
En comparación con la primera película, la acción se infantilizó bastante: hay muchas más carreras a altísima velocidad que no aportan demasiado, la villana es mucho menos interesante, la historia es menos estructurada. Para acoplarse a la actitud feminista, el epílogo tuerce un poco la personalidad de Violet: durante toda la película su principal interés era salir con Tony, pero llegado el momento, lo deja ahí esperando porque la motiva más lanzarse a otra superaventura con su familia.
De todos modos, es lindo reencontrarse con esos personajes queribles e interesantes y con el estilo de Los Increíbles. Jack-Jack gana un papel mucho más central con sus múltiples superpoderes, que propician un elemento de caos que, a su vez, funciona como una alegoría sobre lo impredecible y “poderoso” que puede ser un bebé (el poder de producir destrucción y exponerse a peligros), y sus escenas aportan algo del humor y la libertad gráfica de los dibujitos animados “clásicos” (que eran mucho menos clásicos que los de ahora).
Lo más genial es la música: la precisión con que Michael Giacchino emula los rasgos de estilo de la música de espías de hacia 1960 es asombrosa (pensar que es el mismo compositor de Coco –2017–). Vale la pena quedarse a ver los créditos finales, no sólo porque la gráfica es formidable, sino por la música. Aparte de una adaptación del tema musical principal a un compás de cinco a la manera de Misión imposible, hay viñetas para Elastigirl, Frozone y Mr. Increíble hechas a la manera de los dibujos animados televisivos de superhéroes de los años 60, especialmente compuestas por Giacchino. Son impagables.
Lo que es realmente increíble, pero en sentido negativo, es que de las más de 100 funciones diarias de la película, que se exhiben en 30 salas de ocho departamentos de Uruguay, sólo haya dos funciones en la versión original (ambas en trasnoche, exclusivamente los fines de semana, en salas de Pocitos y Carrasco). Tuve que ver la versión doblada. Me imagino qué bueno que debe ser el trabajo vocal de un reparto que incluye, entre otros, a Holly Hunter, Samuel L Jackson, Bob Odenkirk, Jonathan Banks e Isabella Rossellini.
Los Increíbles 2 | Dirigida por Brad Bird. Animación, Estados Unidos, 2018. En Ejido, Casablanca, Grupocine Punta Carretas, Life Punta Carretas, Movie Punta Carretas, Movie Montevideo, Nuevocentro, Maturana, Costa Urbana, Las Piedras Shopping, Punta Shopping, Stella (Colonia), Colonia Shopping, Atenas (Young), Shopping Paysandú, Shopping Salto, Siñeriz (Rivera).