Nicolas Bedos, director y protagonista de Monsieur & Madame Adelman, es alguien famoso y controvertido en Francia. Su padre, Guy Bedos, es un humorista conocido, y Nicolas, nacido en 1980, no tardó en aparecer en el jet set como un artista talentoso, inteligente, exitoso, mujeriego, de opiniones tajantes sobre asuntos sensibles, y quizá algo engreído, características que le valieron la adoración y el rechazo de muchos (de hecho, una encuesta patrocinada por la revista Voici lo dejó en el puesto 14º de “los franceses más detestados” de la actualidad).
De que el hombre tiene grandes pretensiones no hay duda. Basta ver que este, su debut como director cinematográfico, está calcado de Citizen Kane (El ciudadano, 1941), de Orson Welles, un clásico canonizado si los hay. Son varias las similitudes entre las circunstancias en que surgieron y la estructura de ambas películas. Como Welles, Bedos es un prestigioso director teatral. Antes de llegar al cine, Welles multiplicó su fama con sus apariciones radiofónicas, y Bedos lo hizo en televisión. Ambos tienen una preciosa voz grave. Los títulos de ambas películas consisten en el apellido del protagonista precedido de un apelativo: Monsieur & Madame Adelman cubre 45 años en la vida de Victor Adelman, desde que era joven –en 1971– hasta su muerte en 2016; este es el lapso de la carrera de Kane cubierto en la película estadounidense, desde su primera aparición adulta en 1896 hasta la “actualidad” (1941). Ambos films empiezan cuando el personaje se muere, y entonces un periodista algo ingenuo procede a investigar su vida; vemos fragmentos de esas entrevistas mientras son realizadas, y mayormente visualizamos la historia narrada en flashbacks. En el lapso extenso de la historia, acompañamos los cambios de época y de moda. Hay mucha sátira ácida y cínica sobre comportamientos humanos y sociales, pero la comedia está dominada por componentes amargos o melancólicos. El patrón del envejecimiento del protagonista por medio de maquillaje es similar: bigote, pelada, canas, arrugas alrededor de los ojos, cachetes caídos. El personaje también es atrayente y repulsivo a la vez: tiene el carisma y el talento para brillar en varias ocasiones, pero tiene otros rasgos que lo hacen darse contra la pared. El hecho de elegir a un personaje en alguna medida desagradable, fallido, descarta de cuajo la idea de una explotación superficial de la belleza y el carisma de parte del autor/actor, y desplaza la atención hacia su inteligencia y profundidad.
Hasta donde sé, nadie antes señaló esos puntos de contacto, y esto quizá se deba a que, detrás de ese esqueleto de elementos comunes con Citizen Kane, la superficie de la película es muy distinta. En Monsieur & Madame Adelman el personaje no es un magnate del periodismo, sino un escritor. Cambian la época, el país y el ámbito social (aquí tenemos, esencialmente, a intelectuales parisinos de fines del siglo XX), y el estilo es mucho menos barroco que el de Kane. El periodista no entrevista a muchos testigos, sino a una sola.
Y la diferencia más importante y notoria: el protagonismo es compartido (algo que está explícito en el título). También, en alguna medida, la autoría es compartida (la actriz Doria Tillier, compañera de Bedos en la vida real y que interpreta a la señora Adelman, también es coguionista). Si la pareja en Citizen Kane era simplemente un elemento más mediante el cual apreciábamos al protagonista, aquí es el centro mismo de la atención (la pareja como entidad, y la evolución personal de cada uno con referencia a la pareja).
El hecho de que se trate de una sola entrevista simplifica la estructura temporal de la narrativa en comparación con Citizen Kane, y las cosas que transcurren en los flashbacks avanzan en orden cronológico, salvo por el hecho de que se revisan en el epílogo, en el que tenemos un repaso muy resumido de todo lo que vimos. La complicación se produce, entonces, a otro nivel: es que hay notorias discrepancias entre lo que ella dice y lo que vemos. Asumimos que Sarah –así se llama la señora Adelman– da la versión oficial que se pretende comunicar al periodista acerca de la carrera del marido fallecido y su vida con él, pero cuando vemos la realidad tiene varias diferencias de detalles. Ella dice que cuando lo conoció no se quiso ofrecer a él de primera (y lo que vemos es a ella totalmente entregada, mientras él, borracho, se duerme); que los padres de Victor (el señor Adelman) la trataron como a una hija (y los vemos recibirla en forma distanciada e incluso hostil). Esa asunción de “verdad” que tienen los flashbacks es aun más fuerte en la medida en que, como suele ocurrir, su contenido a veces excede el conocimiento de la subnarradora (ella no pudo saber las cosas que Victor hablaba con su psicoanalista, entre otras cosas). Por eso mismo se vuelve muy raro el epílogo. Capaz que fue el intento de una vuelta de tuerca final, del tipo de la revelación de Rosebud en Citizen Kane, pero, por dos motivos, no funciona bien: traiciona el pacto anterior sobre la “verdad” de los flashbacks (y eso anula las ironías construidas con ese artificio) y, además, lo que aporta es esencialmente redundante con respecto a lo que ya sabíamos. Es decir, ya vimos la importancia que Sarah tuvo en los libros de Victor, y el epílogo revela que esa importancia fue mayor, así que tampoco es la tal revelación.
Por lo demás, la película está muy bien hecha, los diálogos son inteligentes, hay apuntes interesantes sobre diversos tópicos (amor, celos, inseguridades, envejecimiento, mundo literario, política, la “izquierda aburguesada”, roles de género, el psicoanálisis, la paternidad, las identidades étnicas). Mi chiste preferido puede pasar desapercibido: Victor toma el periódico cuyo titular de tapa es “Chirac pierde un diente” –se refiere a Jacques Chirac, entonces el derechoso intendente de París; tal noticia efectivamente se publicó en 1974 en Le Quotidien de París–, y luego, cuando lo hojea, vemos una noticia sobre el recrudecimiento de los embates entre palestinos e israelíes. Aparte de hacer reír, la película deja un sentimiento agridulce con respecto a la vida de pareja. Parece decir que esencialmente la felicidad amorosa, como la idealizamos, es una utopía inalcanzable, pero al mismo tiempo aprecia los muchos bellos e intensos momentos que esa vida propicia, y cuánto es mejor que la soledad.
Monsieur & Madame Adelman | Dirigida por Nicolas Bedos. Con Doria Tillier, Nicolas Bedos, Antoine Gouy. Francia/Bélgica, 2018. En Alfabeta.