Una vasta colección de tapas realizadas por Gustavo Wojciechowski (más conocido como Macachín, o, brevemente, Maca) está expuesta en el Museo Nacional de Artes Visuales. Maca, al igual que la muestra, se ubica en un espacio híbrido y de difícil definición: es poeta, tipógrafo, diseñador, ilustrador, editor, artista, creador, activista, académico... Y debido a este rico perfil su obra se presenta en pequeño formato, pero con un caudal de trabajo e información enorme, que requiere ser leído en clave poética a lo largo de la exposición.
Una retrospectiva. La muestra Tapas (1979-2019) ofrece un recorrido por la obra gráfica del artista, ordenada de forma cronológica. A través de su trabajo se puede observar cómo los distintos recursos tecnológicos y económicos van variando, si bien ciertos rasgos de su estilo se mantienen reconocibles. Sus inicios denotan una gran escasez de recursos; emplea materiales muy sencillos y de bajo costo (una y dos tintas) que son utilizados con una gran creatividad, logrando resultados muy diferentes con muy pocas variantes. Paulatinamente los recursos van ampliándose, pero las estrategias del autor continúan; hay cierto afán por llevar al límite los distintos elementos y recursos de diseño, ya sea el color, el tamaño, la tipografía o el formato.
La selección. Se exponen 400 tapas, de las más de 700 realizadas por el autor. En toda exposición hay un “tras bambalinas” en que se selecciona lo que se va a mostrar: no se puede exponer todo, cual gabinete de curiosidades, sino que, necesariamente, hay un proceso de selección y elección de unos elementos por sobre otros. En este caso ese proceso fue muy difícil porque la obra de Maca es prolífera y dinámica. Se buscó, entonces, exponer aquellas obras que funcionaran a modo de ejemplo, que mostraran los distintos recursos utilizados y tuvieran cierta singularidad.
La organización. La muestra se abre en dos salas: la primera –y más pequeña– está dedicada a los trabajos hechos desde 1979 hasta 2000, y ahí se encuentran las tapas correspondientes a las históricas publicaciones de poesía de Ediciones de Uno y Yoea; en la segunda sala, en tanto, se pueden ver los proyectos que van de 2001 a la actualidad, con revistas académicas, un interesante acervo de la editorial Yaugurú –dirigida por el artista–, discos y demás. A su vez, en cada sala se organizan los materiales según el formato (libros, revistas, casetes, CD, vinilos, facsímiles, afiches...).
Lo político. Desde el comienzo la obra de Maca se inscribe en la escena pública y, por ende, en lo político. Su uso del color y de las formas no es inocente sino todo lo contrario: el ilustrador hace un uso consciente y pícaro, si se quiere, de los recursos. Hay “unos” que se convierten en barrotes de una cárcel (Ediciones de Uno, 1983); letras y formas que se transforman en vulvas en textos feministas, entre otras declaradas intenciones que se ponen de manifiesto en cada pieza. Incluso el hecho de que su editorial, Yaugurú, publique sobre todo poesía no es más –ni menos– que un acto político.
El adentro y el afuera. Si hay algo que es interesante –y, sobre todo, poético– es el vínculo que hay entre el adentro y el afuera en cada una de las creaciones de Maca: ya sea la portada de un libro o la cubierta de un disco, en todos los casos se busca dar una vuelta de tuerca, aportar una capa más de significado y hacer un pequeño guiño al lector/oyente/consumidor. También se puede leer cierto romance en la relación entre el diseñador y el cliente –este último es, en la mayoría de los casos, un escritor o un músico amigo–, al que se le ofrece una solución a su necesidad, pero al mismo tiempo una respuesta que deje contentas y conformes a ambas partes: importa que el resultado final sea un objeto del que los dos se sientan orgullosos. Acá también hay un juego en que se trata de llevar al límite lo que quieren el autor, el sello discográfico y el diseñador, y los resultados son múltiples.
El procedimiento. Hace 40 años que Macachín diseña tapas, pero su forma de encarar cada proyecto es siempre la misma: lo primero es investigar, conocer el contenido, leer el texto en profundidad varias veces o escuchar el disco reiteradamente, tratar de conocer la estética que se pone en juego. Cuando diseña un libro, parte del interior y va hacia el exterior: primero define el formato, la tinta, el tipo de papel, los espacios, la tipografía, y por último pasa al diseño de portada.
La ruptura. El trabajo de este diseñador juega e investiga los límites entre la continuación, la reinvención y el redescubrimiento de los recursos y de su ruptura. Es habitual encontrarse con una pequeña dosis de ruptura y desajuste en su obra; todo parece relativamente normal hasta que aparece algo, muy sutil por lo general, que exige un reacomodo del espectador: puede ser la escala, el uso del color, el formato, la proporción, un sinfín de elementos que son sistemáticamente desafiados y transformados. Algo que parece esconder una intención de volverse inasible, inalcanzable e incomprensible en su completitud, como la obra literaria que contiene.
El museo. Desde hace un tiempo el Museo Nacional de Artes Visuales ha venido abriendo sus puertas a otras formas menos tradicionales de arte; manifestaciones como el diseño, la fotografía, la historieta y la arquitectura. Esto se debe, en gran medida, a la gestión de su actual director, el artista plástico Enrique Aguerre, quien se desempeña en ese cargo desde 2010. La muestra Tapas... es la tercera de diseño gráfico que aloja el museo: las anteriores, curadas ambas por Rodolfo Fuentes, expusieron obras de Antonio Pezzino (2010) y Horacio Añón (2017).
Lugar: Museo Nacional de Artes Visuales. Fechas: 29 de noviembre de 2019 al 2 de febrero de 2020.