Pilar González: una artista al límite

“Si los sueños de la razón dan monstruos, ¿qué dan los sueños de la sinrazón?” | Guillermo Cabrera Infante (Tres tristes tigres)

Pilar González es una mujer intensa. Dibujante de excepción, su obra es, tal ella misma, afectiva en grado sumo. Sus personajes, libremente configurados, se sitúan en los bordes, los extremos críticos de la violencia sorprendida. Una mujer de sensibilidad visceral, una artista de afilada agudeza.

Existe actualmente en forma generalizada una militancia feminista oscilante entre la autenticidad y la moda, de objetivos justos y medios, ora legítimos, ora absurdos. Con una tácita postura comprensiva, conmovida y a la vez descarnada de la mujer como individuo social, ha abordado el asunto desde los tiempos en que la mirada sobre la materia no asumía la categoría de buen tono. La temática de su obra es, de hecho, el hombre genérico como ser naturalmente frágil pero agresivo, en un testimonio concluido desde un ojo crítico, siempre mordaz.

Perteneciente a la destacada generación de dibujantes de los años 80 –casi con ausencia de relevo, en favor de los proyectos mal llamados contemporáneos–, mantiene una recia constante formal en sus propuestas, variadas en pintura, carbón, pastel, tintas, collages, técnicas mixtas o espaciales. De un violento expresionismo, grotesco sin atisbo de ñoñería ni de moralina en el abordaje del tema de la mujer erotizada, víctima y victimaria de hombres, la artista desarrolla un estilo dramático, de figuras gesticulantes, aullantes, animalizadas. La línea es siempre protagonista, contrastando planos blancos y negros, netos en menor medida, de laxos trazados o entramados en su mayoría. Ágiles, orgánicas, las formas se ablandan o rigidizan, los dibujos se desdibujan sobre el bajo continuo de deformidades rayanas en el humor negro y la caricaturización de la “mujer de la vida” mediante actitudes, vestimentas y ocasional aplicación de rojos. Mujeres rotas.

Pilar opina, siempre opina sobre un mundo brutal. La realidad tras sus metáforas es explícita o aun tácitamente oscura. Obesos individuos devoradores de otros individuos –la idea del “hombre lobo del hombre” está siempre presente– se exhiben sin pudicia, carentes de connotaciones específicas, pues el objeto de la diatriba es genérico: la especie humana. Cuando los personajes permanecen estáticos como imágenes fotográficas se intuyen sucesos encubiertos, subyacentes bajo la calma forzada. Obra al extremo: los rostros como metáforas de verdades inconfesables y eternas, en la sonrisa, la mueca o la impasibilidad. Aun la imagen silente grita.

Sea en sus tintas afiligranadas, de minuciosa factura, sea en sus aguadas o en sus dibujos de trazos más sólidos e imagen más sintética, la artista recurre con menos frecuencia al color, que opera como adjetivo en sus pinturas y técnicas mixtas, densificando a su vez la composición; sus personajes, resueltos con primacía de la línea negra, se debaten flotando sobre el plano blanco, respondiendo desde atípicas perspectivas a una estricta composición.

El espíritu de la obra de Pilar González es trágico a la manera de los griegos, en cuyo universo el hombre no escapa a su destino; sin embargo, el carácter testimonial de su obra no oculta el objetivo de colocar al individuo frente al reflejo especular de su imagen monstruosa. El hombre verdugo del otro y de sí mismo.

“[...]¡Yo soy la herida y el cuchillo, / La bofetada y la mejilla! / ¡Yo soy los miembros y la rueda / Y la víctima y el verdugo! [...]”. Charles Baudelaire (El heautontimoroumenos)

Comprometida en su discurso solidario, aguda en su formulación, sensible en la maestría del trazo, una artista de excepción. Sin alharaca.

María E Yuguero es crítica de arte y curadora.

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