“Camille Claudel. Amante de Rodin”. La frase me dolió como una humillación propia. Había recurrido al diccionario enciclopédico de mi casa (cuando las PC aún no eran comunes) para buscar más información sobre esa escultora francesa de finales del siglo XIX, a la que había llegado gracias a Historias de mujeres, de Rosa Montero, y me encontré con esa definición que no era digna ni de un crucigrama. A continuación busqué la entrada de Auguste Rodin: ocupaba dos páginas. En esa época era una niña, pero sentí la que ya era una vieja rabia al constatar el ninguneo de una mujer excepcional, el que ella sufrió en vida y por mucho tiempo después de su muerte; esa subordinación forzada a un hombre que sólo había sido una parte de su historia.
Es que hay una tradición de obviar las contribuciones de las mujeres a lo largo de la historia, y que se mantiene hasta hoy: ya dejando aquel diccionario enciclopédico detrás, sólo 15% de las biografías en Wikipedia son de mujeres, y recientemente algunas científicas estadounidenses han hecho notar que las biografías de mujeres científicas corren más riesgo de ser borradas que las de sus pares hombres, por no ser “lo suficientemente notables”. La química Jessica Wade, que ha escrito cientos de biografías de científicos no blancos y no hombres, decía: “Es increíblemente degradante que se discuta si [una científica] es suficientemente notable en Wikipedia, un sitio que tiene entradas sobre casi cualquier canción pop, extras en películas de las que nadie escuchó y deportistas en equipos que nunca ganaron”. No parece casualidad que sólo entre 9% y 16% de los editores de Wikipedia sean mujeres, y que entre estas varias hayan reportado hostilidad por parte de sus coeditores.
En esas cosas pensaba hojeando Herstory: una historia ilustrada de las mujeres, un bello libro objeto editado en 2018 que abarca vida y obra de mujeres y colectivos de mujeres “desde la prehistoria hasta los tiempos del #MeToo”.
Al principio me dio un poco de recelo por cosas de las que hablaba Soledad Platero hace un tiempo en otro Miradas: parece que ahora todos los libros de introducción al feminismo deberían ser de textos cortos, fácilmente digeribles, y llenos de ilustraciones, lo que puede resultar bastante infantilizante. Y algo de eso tiene, con sus grandes y sencillos dibujos en colores primarios, pero hay que tomarlo como lo que es: una vista panorámica de la historia de las mujeres (her story) y un punto de partida para investigar más. El diccionario enciclopédico que hubiera querido tener de pequeña. Allí están Ching Shi, una poderosa pirata de principios del siglo XIX, que le conquistó territorios al mismísimo emperador; Valentina Tereshkova, la primera cosmonauta mujer; las soldaderas de la Revolución mexicana; la nigeriana Funmilayo Ransome-Kuti, “la madre de África”, que con sus seguidoras logró expulsar al rey local al canto de “Alake, por mucho tiempo has utilizado tu pene como autoridad, para afirmar que eras nuestro marido / Hoy le damos la vuelta al orden para hacer el papel de marido sobre ti / Oh, hombre, la cabeza de la vagina buscará venganza”, entre cientos más, pero no se queda en los ejemplos individuales y aislados sino que también registra las distintas luchas colectivas que las mujeres han emprendido desde la Antigüedad hasta nuestros días. Y no es exhaustivo; quedan muchas otras historias por contar.
Dentro de los debates del feminismo, está el del sujeto, las que reivindican el sujeto mujer como una categoría válida que se constata en el mundo real y las que quieren deconstruir ese concepto o trascenderlo, de forma de no caer en el esencialismo y también para hacer un feminismo más amplio e incluyente. Por mi parte, al leer nuestra historia (y qué lindo ese “nuestra”), incluso en un libro que no da un relato unificado sino que salta de un continente a otro y muestra distintas facetas de la vida de las mujeres, me parece que hay potencia y riqueza en esa categoría, y sentir que hay un hilo que nos une en el tiempo y el espacio nos da una fuerza arrolladora para resistir en estos tiempos oscuros.