Qué difícil ser hijo de Stephen King. Cada seis días, papá te entrega una novela de 800 páginas para que “le eches un vistazo” antes de mandarla a la editorial. Donde te atrases con la lectura, se te acumulan decenas de novelas de 800 páginas en la mesita de luz y esta puede perder estabilidad.
Joe Hill (cuyo nombre verdadero es Joseph Hillström King) podrá tenerle miedo a la sombra de la enorme pila de libros sin leer, pero no le tiene miedo a la sombra de su padre. Desde hace décadas se dedica a este asuntillo de poner lápiz sobre papel y construir historias que coquetean con los mismos géneros en los que hizo fama su viejo.
Disfruté mucho asustarme con El traje del muerto (Heart-Shaped Box, 2007) y fue muy entretenido leer Cuernos (Horns, 2010). No puedo decir lo mismo de NOS4A2 (2013), que dejé por la mitad después de un esfuerzo sobrehumano. Joe no es ningún Hill y también ha escrito varios cómics: en la actualidad, sin ir más lejos, coordina su propio sello editorial de horror dentro de DC Comics.
Su obra más famosa del mundo de las historietas, publicada entre 2008 y 2013, llega el viernes a Netflix después de años dando vueltas en el limbo de las adaptaciones audiovisuales. Qué mejor excusa para leer los seis tomos que componen la serie Locke & Key, cocreada junto al dibujante chileno Gabriel Rodríguez, que me estaban esperando desde hace (literalmente) cinco años, aunque no en la mesita de luz.
Cerrajero, por favor, cerrajero
Los protagonistas de la acción son los tres hermanos Locke: Tyler, Kinsey y Bode. Cuando todavía no tuvimos tiempo de recordar sus nombres, una tragedia horrible y violenta sacude a su familia y los obliga a mudarse junto a su madre a una peculiar mansión ubicada en Lovecraft, Massachusetts. Esto debería ser una señal suficiente de que los problemas solamente están empezando.
La nueva vivienda está repleta de secretos y los jóvenes no tardarán en descubrirlos. La mayoría de estos secretos gira en torno a misteriosas llaves, cada una con un propósito bien específico, como si se tratara de variantes del Perifar. La primera, por ejemplo, permite tener experiencias extracorporales, aunque tiene la contra de dejar atrás lo que parece un cuerpo sin vida.
Las llaves se irán sucediendo y sus poderes llevarán a que el lector entienda la clase de historia que tiene entre sus manos, que si bien incluye mucho horror y suspenso, tiene un pie firmemente apoyado en el reino de la fantasía.
Como la que permite abrir la tapa de los sesos y remover recuerdos, traumas y otras sensaciones en forma de pequeños seres vivientes. No es que Hill y Rodríguez no se tomen en serio lo que están contando, sino todo lo contrario. Parte del mensaje tiene que ver con la pérdida de la inocencia que ocurre al crecer y con cómo los adultos no son capaces de aceptar sucesos fantásticos ni aun cuando ocurren delante de sus narices.
Desconfíe del prójimo
La pobre familia Locke no gana para disgustos. Si algo se le puede reprochar al trabajo del guionista es la saña dirigida al grupito familiar, que sufrirá toda clase de pérdidas y duros golpes. Y es que a la serie no le faltan villanos: además del primer responsable de la debacle familiar, con cada número aumentará la presencia maligna del extraño espíritu que reside en lo más hondo de un pozo.
Dodge, como será conocido cuando regrese al mundo de los corpóreos y se meta en la intimidad de la familia protagonista, es capaz de comandar una gran cantidad de enemigos (gracias a las llaves de marras) y no les dará respiro a los dueños de casa.
Por suerte los jóvenes Locke contarán con otras llaves que les permitirán contrarrestar los embates del invasor. Mientras tanto, sus vidas no se detienen y deben concurrir a la escuela o la secundaria, intentar conquistas amorosas o simplemente profundizar los lazos de amistad antes de que las responsabilidades de la edad adulta se los lleven puestos.
Hay un mensaje que suena un poco forzado cuando es dicho en voz alta cerca del final, sobre mantener a los demonios personales “under lock and key” (aquí diríamos “bajo siete llaves”). Y si bien todos los personajes tienen secretos y falencias, no es atributo exclusivo de este cómic.
No se pase de bueno, no
Hill y Rodríguez van construyendo una historia que recompensa al lector, abriendo puertas hacia atrás con el correr de las páginas, para ahondar en el pasado de la familia, de aquella casa tan extraña, y para no dejar prácticamente pregunta sin contestar. Conoceremos el origen de las llaves, los poderes detrás del villano, y hasta la razón por la que eran tan fáciles de encontrar desde el principio.
Esto hace que la acción en ningún momento se torne repetitiva, ya que incluso cuando se mantiene al mismo antagonista durante la mayoría de la aventura, cada revelación obliga a replantearse lo leído. Sin gigantescas vueltas de tuerca, sino dotando de más densidad a la narrativa.
En cuanto exclusivamente al trabajo de Rodríguez, fundamental para que una obra del noveno arte logre el éxito, su estilo en las primeras páginas no parecería el adecuado para escenas truculentas, pero terminaremos rendidos ante su arte secuencial, y en especial ante el lenguaje corporal de sus figuras.
Dicho esto, si algo se le puede achacar a su trabajo es que esos ojos tan expresivos que dibuja hacen que algunos personajes se parezcan demasiado, más allá de mantener o no lazos familiares. Cuando se agregan flashbacks a la juventud de personajes adultos que ya conocemos y se multiplica la cantidad de rostros, es posible alguna (mínima y temporal) confusión.
El 7 de febrero llega la primera temporada de Locke & Key, con una segunda en preproducción. Los tomos de la historieta original pueden encargarse en papel o adquirirse en formato digital.
Locke & Key, Vol. 1: Welcome to Lovecraft (2009, 152 páginas)
Locke & Key, Vol. 2: Head Games (2010, 156 páginas)
Locke & Key, Vol. 3: Crown of Shadows (2011, 152 páginas)
Locke & Key, Vol. 4: Keys to the Kingdom (2012, 160 páginas)
Locke & Key, Vol. 5: Clockworks (2013, 160 páginas)
Locke & Key, Vol. 6: Alpha & Omega (2014, 192 páginas)
Todos de Joe Hill y Gabriel Rodríguez. IDW Publishing.