De todas las sociedades del mundo, quizás la japonesa sea la que mejor encarna esa noción de exterioridad de la fe introducida por Pascal cuando dice: “Arrodillaos, moved los labios en oración, y creeréis”. Desde esta perspectiva, a contrapelo de las nociones clásicas de la religiosidad, la fe no proviene de un estado de gracia interior, sino más bien de un conjunto de prácticas, de una automatización de rituales que terminan sedimentando la auténtica creencia.
En Japón, esta confianza en la práctica forma parte del día a día, ya desde múltiples rituales de fidelidad laboral en las empresas a ese estado de indefinición entre realidad y ficción que se da en la vida de otakus que se visten, viven y respiran en un mundo adaptado a la realidad de sus mangas de predilección.
En Family Romance, LLC, Werner Herzog sigue de cerca, y a la vez recrea, una agencia de actores que son contratados para reproducir roles que familiares distanciados o muertos deberían ejecutar en la vida real de otras personas. Así, lejos de la noción clásica de engaño, las que contratan el servicio son las personas destinatarias. Aquí tenemos a una mujer que acude a la compañía para que un hombre haga del padre de su hija, y que así, durante su ceremonia de casamiento, un actor suplante al padre alcohólico de la novia; y una señora que requiere un grupo de actores para recrear un momento emocionante de su vida.
Ajustada a su objeto de estudio, esta película se sostiene en una suerte de reconstrucción constante, borrando adrede los límites entre lo real y lo ficcional y haciendo que todo circule dentro de una noción casi telenovelesca, que por momentos se bifurca en aspectos más documentales. Así, cada segundo de Family Romance está marcado por gente o actores que interpretan a otra gente: durante la primera vez que el falso padre lleva a pasear a su hija, en el parque se quedan observando una pelea de samuráis con espadas falsas, que más tarde será recreada en la memoria sin siquiera incluir armas. Incluso la niña por la que se solicita el servicio termina mintiendo, al mostrarle a su falso padre una foto en la playa que falsamente adjudica haber sido tomada en Bari. En otro momento, el mismo actor asume la culpa de un error cometido por el trabajador de un tren bala, librándolo así de tener que dar cuentas a su jefe; en otro, el protagonista va a un hotel de robots, en el que hasta los peces que nadan detrás del cristal funcionan de manera mecánica.
Family Romance, LLC une esta línea de la creencia atada casi exclusivamente a lo performático con el capitalismo puro y duro, en el que si se tiene suficiente dinero, todo puede ser sustituido, ya sea un familiar o un recuerdo. Para un director tan obsesionado con la pulsión destructiva y canibalística de la naturaleza, la inclusión de los peces mecánicos funciona como metáfora de este sistema de sustituciones, y también como una advertencia de un futuro no tan lejano, en el que la sobreexplotación capitalista de recursos y la extinción de un montón de razas terminará por llevar a que la sociedad deba reproducir tecnológica o mecánicamente a sus animales.
Telenovela documental
Más allá de lo intrincada y sorprendente que pueda parecer la temática de Family Romance, LLC, no se puede decir que sea un tema que no haya sido abordado anteriormente por otros directores. En algunos sentidos, la película es una peculiar fusión entre Alpeis (Yorgos Lanthimos, 2011) y After Life (Hirokazu Koreeda, 1998). En la película del griego teníamos a un grupo de actores que brindaba su servicio a familias o personas que sobrellevaban un duro proceso de duelo, reproduciendo en su cotidianidad varias de las acciones que realizaban sus hijos. De nuevo, no hay algo tan original en esta historia, pero lo que realmente hacía a Alpeis algo diferente era esta conciencia casi pascaliana del acto, el ritual y la interioridad. Así, en la película los actores recopilaban datos, objetos y comportamientos del muerto, pero lejos de actuar desde la perfecta mímesis, o al menos desde una convincente expresión emocional acorde al vínculo que tenían con él, se convertían en meras máquinas repetidoras de frases y movimientos, como si fueran un lienzo blanco sobre el que la familia proyectaba su sufrimiento. Así, en Alpeis la función verdaderamente activa no corre tanto por el imitador como por la familia. El actor es casi un robot que reproduce, en forma pura, casi desubjetivizada, ciertas acciones, gestos o movimientos, y es en el comportamiento de la familia frente a estas instancias puras en el que se da la verdadera reconexión con el pasado.
Por otro lado, en After Life, Koreeda presenta una alternativa fascinante de la muerte, en la que una vez que se termina nuestra existencia se nos lleva a una oficina pública, donde se nos pide que detallemos el momento más feliz de nuestra vida. A partir de esta descripción, los funcionarios logran reactuar la escena, en la que la persona vivirá una y otra vez, casi en formato de loop, el resto de su existencia (con una subjetividad que resetea la conciencia de la repetición, asegurando que cada vez que suceda se viva como la primera vez). Es como si esta idea de la reproducción de un momento feliz de After Life (que también juega con lo casi documental, con un estilo que por momentos parece el de Eduardo Coutinho) fuera prácticamente injertada en Family Romance, LLC, especialmente en la escena que se reproduce ante la señora depresiva, de cuando una lotería llegó a su casa para decirle que había ganado el primer premio.
Las comparaciones son odiosas, pero durante toda la película de Herzog aparece una y otra vez la noción de cuán mejor llevan estas premisas las dos películas citadas. En primera instancia, hay un estilo televisivo, casi dolorosamente amateur en la puesta en escena (con una cámara en mano torpe, fundidos innecesarios y efectos de cámara lenta terrajas). De todas maneras, este estilo podría ser explicado sin problemas como un cuadro dentro de otro cuadro de esta película obsesionada por las simulaciones. Así, tanto como Family Romance aborda personas que hacen de otras, el mismo producto hace la trampa de ser un documental que se disfraza de telenovela barata. Hay, incluso, situaciones en las que notamos que el mismo entusiasmo de Herzog rebasa las reglas que se autoimpuso, y por momentos la película adquiere –como en la escena en el hotel de robots– un tinte más marcadamente documental.
El problema es que, tal como se señaló antes con respecto a la performatividad y la creencia, en la misma medida en que la película toma la estética de telenovela pedorra, se termina convirtiendo en una de ellas, y no hay suficientes juegos de matrioshkas y notas al pie de página que la salven de esto. Hay, en definitiva, una especie de justicia poética, en un plan que sobrepasa a lo planeado, que convierte a Family Romance, LLC en una especie de mártir de su propio dispositivo.
Family Romance, LLC. De Werner Herzog. Estados Unidos, Japón, 2019. En Mubi.