Volver al cine fue toda una experiencia: desde marzo que ni siquiera ponía un pie dentro de un shopping, así que viví en muñeca propia que me tomaran la temperatura y finalmente entré, pero me encontré con los pasillos casi desiertos. Después supe que ahora los locales cierran más temprano.
Pero esto no es una crónica al estilo Rolling Stone, en la que la experiencia del cronista parece ser más importante que el objeto reportado, sino una reseña acerca del estreno de Los nuevos mutantes (The New Mutants), el reciente estreno de nuestra cartelera comercial. Lo que sigue es subjetivo, así que tampoco logro alejarme tanto de aquello que acabo de criticar.
Esta película tiene una característica digna de ser señalada, más allá de servir para que muchos de nosotros regresáramos a una sala después de que se desatara la pandemia. Se trata del último film con personajes de Marvel producido por la compañía Fox antes de que fuera adquirida por Disney. Hasta el momento, los mutantes no se habían cruzado con los Vengadores por una negociación de fines del siglo pasado que vale la pena repasar brevemente.
Cuando Marvel Comics no atravesaba su mejor momento financiero y no contaba con un estudio que la respaldara, negoció la venta de los derechos cinematográficos de sus propiedades intelectuales más populares. Por eso Sony continúa haciendo películas de Spider-Man que apenas se tocan con el Universo Cinematográfico Marvel (luego de durísimas negociaciones) y por eso los X-Men vivían en su propio rincón, junto con los Cuatro Fantásticos.
Es de esperar que estos personajes, que durante años fueron los más populares de la editorial (parece impensado, pero nadie se peleaba por comprar los derechos de los Vengadores) serán reintroducidos en la gran continuidad de veintipico de películas que comenzó con Iron Man en 2008.
Así que esta saga, que acumula 13 películas con las diferentes entregas de X-Men, Wolverine y Deadpool, llega a su fin con una de sus propuestas más experimentales. Aunque eso no significa surrealismo ni formas extrañas de contar el cuento, sino un intento tibio de alejarse de la narrativa superheroica y acercarse al terror adolescente.
Misterios Sociedad Anónima
Cinco adolescentes son internados en contra de su voluntad en un misterioso y alicaído hospital. Cada uno de ellos es un mutante, un integrante de la próxima evolución del ser humano. El gen que les da superpoderes se activa durante la pubertad en formas completamente diferentes.
Tenemos, como se acostumbra en una gran cantidad de historias, un personaje punto-de-vista. Dani (Blu Hunt) es una joven nativa americana que llega hasta ese edificio tras un desastre ocurrido en su reserva. Al igual que sus compañeros, deberá permanecer allí hasta que estudien sus poderes y determinen que no son un riesgo para el resto de la humanidad. El comienzo de la película contiene trazas de drama adolescente, mientras el director Josh Boone (Bajo la misma estrella) realiza la siempre trabajosa tarea de presentarnos a los protagonistas sin que se note tanto.
La recién arribada hace buenas migas con Rahne (Maisie Williams, de Juego de Tronos), quien sufrió cierta persecución religiosa a causa de sus poderes. Sam (Charlie Heaton, de Stranger Things) no logra controlar del todo sus habilidades, mientras que Roberto (Henry Zaga) ni siquiera quiere dar a conocer los suyos.
El quinteto se completa con Anya Taylor-Joy, que se dio a conocer en La Bruja (2015) y luego estuvo a las órdenes de M Night Shyamalan en Fragmentado y Glass. Su conflictiva Illyana, combativa desde el principio por razones que luego serán evidentes, es lo más interesante de la cinta, que incluye a Alice Braga como la doctora Reyes, quien los analiza y psicoanaliza periódicamente.
Una buena parte de Los nuevos mutantes tiene al quinteto investigando lo que realmente ocurre en esa instalación, disfrutando sus pequeños momentos de libertad y construyendo algunas relaciones personales. Todo bajo un manto de angustia, pero que por una vez la definiremos con su vocablo en inglés, porque le queda mejor: angst.
Cinco amiguetes
Cuando la película avanza, aparecen las intenciones de Boone de ponerle su cuota de terror. Teen, pero terror al fin, si se me permite la rima casual. Los fantasmas del pasado de cada uno de los mutantes aparecen en los pasillos del hospital y ellos deberán superar sus dificultades, descubrir cómo escapar de ahí y, si fuera posible, sobrevivir.
Para entonces, los poderes de todos ya se habrán manifestado. A esta altura del cine de superhéroes, parece un poco mucho reservarse para el final efectos especiales que están a la altura de otras producciones, pero lejos de patear el tablero. Se entiende el misterio y se comprenden los temores de algunos de ellos por manifestarlos, pero el resultado termina dejando gusto a poco.
No ocurre lo mismo con la película en su conjunto, aunque tampoco es una pieza llamada a quedar en la memoria del espectador. Como parte de una saga, se atreve a contar las cosas de otra manera y eso siempre es bienvenido, como hizo Marvel cuando “permitió” la existencia de películas que ya no parecían salidas de la misma cadena de producción.
En una era en la que los titulares de los sitios de internet apelan a los clics etiquetando a cada creación como “una porquería nuclear” o “una maravilla que cura enfermedades”, Los nuevos mutantes queda flotando en el limbo de la aprobación, acompañada de un montón de títulos que no ganarán ni un Oscar a la mejor película ni un Razzie a la peor. A veces pasa.
Los nuevos mutantes. Dirigida por Josh Boone. Con Maisie Williams, Anya Taylor-Joy, Charlie Heaton y Alice Braga. Estados Unidos, 2020. En varias salas.