Si lo pensamos bien, el cowboy más famoso de los últimos 25 años fue el sheriff Woody, de la franquicia animada Toy Story, con la voz de Tom Hanks. Qué lindo ver a ese actorazo interpretando un western con todo su cuerpo, aunque lo haya rodado cuando ya contaba 62 años. El director Paul Greengrass se había asociado antes con Hanks en la exitosa Capitán Phillips (2013). Greengrass es conocido por su pulso en las películas de acción y también como el más paradigmático representante de un estilo basado en una cámara en mano temblorosa y nerviosa y planos breves. Aquí, sin embargo, no emplea esos recursos, porque, claro, la connotación “documental” de esa cámara en mano quedaría medio rara en una historia ambientada en 1870, bastante antes de la invención del cine.

El personaje de Hanks es el capitán Kidd, un veterano de la guerra civil que se gana la vida leyendo noticias de pueblo en pueblo para quienes no tienen acceso fácil a los periódicos. En uno de sus desplazamientos, encuentra a una chiquilina de diez años abandonada. Resulta ser Johanna, hija de inmigrantes alemanes que, cuando ella tenía tres o cuatro años, fue secuestrada por los guerreros kiowas que masacraron a su familia y que luego la adoptaron. Estando totalmente asimilada a los kiowas, su familia indígena fue, a su vez, ejecutada por la caballería estadounidense. La gurisa estaba siendo conducida, de muy mala gana, a Castroville, donde viven sus únicos parientes biológicos sobrevivientes, pero el negro encargado de conducirla fue linchado por supremacistas blancos. Conmovido con la situación de esa niña desvalida y “dos veces huérfana”, Kidd decide llevarla él mismo a Castroville.

News of the World adopta la premisa de estricta corrección ideológica según patrones de pensamiento actuales, postura bastante forzada para el entorno salvaje e impuro del Viejo Oeste. Aunque luchó en la guerra del lado de los confederados, Kidd hizo luego su proceso, y todas sus posturas y actitudes son compartibles por nosotros: sobre los indígenas, los negros, las mujeres, los animales, la justicia social, la unión nacional, la responsabilidad hacia el prójimo, los derechos laborales. Consta que los kiowas masacraron a los parientes de la niña y la secuestraron, son datos imposibles de esquivar. Pero en todas las escenas en que vemos a los indígenas, ellos tienen esa apariencia inofensiva de serena nobleza y sabiduría resignadamente crepuscular. Claro, mostrarlos haciendo crueldades podría sentirse como incitación al odio étnico. Es decir, se supone que la película defiende valores de tolerancia, aceptación del otro y relativismo, pero parece incapaz que ejercer esas cualidades, o asume que es inconveniente invitar el espectador a ejercerlas y, en lugar de eso, contornea en forma tramposa el problema, haciendo que todas las personas con las que debemos empatizar se correspondan a nuestros ideales y todos los que piensan distinto queden como villanos –psicópatas brutos y fanfarrones, racistas, pedófilos, explotadores sexuales, antidemocráticos y alcohólicos–. La película es mucho más maniquea que cualquier buen western de los años 40 y 50 y, en ese sentido, es casi infantil: cuando no están los malos, toda la gente es alegre, cooperadora, acogedora y vive en armonía.

Durante la mayor parte de su historia, Hollywood se asignó un rol formativo, inculcador de buenos valores. Hay un episodio significativo, en que Kidd y Johanna llegan a un pueblito dominado por una facción de rebeldes conducidos por un capitalista autoritario y abusador. Los habitantes de ese pueblo son racistas y xenófobos, cazan bisontes en forma indiscriminada, se visten todos en un tono amarronado muy triste, son casi todos varones y consumen alcohol sin moderación alguna. Los negros, chicanos e indígenas del lugar están trabajando en las posiciones más subordinadas, exhaustos. Kidd, a quien le toca hacer su tradicional sección de lectura, opta por contar un cuento ejemplar sobre una injusticia ocurrida en un pueblo minero, que ocasionó la muerte de varios trabajadores. Ese cuento ejerce un poder concientizador inmediato en la población, dando origen a una rebelión que sacude el dominio del caudillo. No puedo dejar de sentir esa escena como la autoimagen inflada que Hollywood viene asumiendo con respecto a su papel moral.

La película es un western por la ambientación y por lidiar con asuntos históricos específicos de aquella época y lugar. Curiosamente, luego de un episodio de persecución en carroza y tiroteo entre las rocas, que se da justo al inicio del recorrido de Kidd y Johanna, el espíritu aventurero característico del western tiende a diluirse, quedando algo que se parece más a una road movie, con menos acción y más contenido dramático. El final incluso tiene ingredientes de comedia romántica, donde la estructura se traslada del amor romántico a un amor tipo padre e hija que se va estableciendo entre Kidd y Johanna. Aunque, en tesis, es un recorrido formal posible, desde la perspectiva “western” esa estructura es medio decepcionante. Lo es aún más debido a que Greengrass está mucho mejor equipado para lidiar con gente peleándose que con sutilezas psicológicas y situaciones íntimas. Se busca dar espesor a algunas escenas dramáticas (como la visita de Johanna a su abandonado pueblito natal) con la música clisé y manipuladora de James Newton Howard, y es para peor. Sin embargo, la película se sostiene bien en la progresión del vínculo afectivo entre Kidd y la niña, en buena medida porque Tom Hanks, como siempre, la descose, y el incremento de confianza y dependencia mutua está narrado en forma muy progresiva y verosímil.

En cuanto al registro visual, se agradece que Greengrass haya dejado de lado, por esta vez, su estilo tembloroso y confuso, pero lo que queda es bastante anodino, un estilo estándar tipo serie de Netflix, cuya principal arma de seducción son esos planos de dron recorriendo las praderas.

Noticias del gran mundo (News of the World), dirigida por Paul Greengrass. Basada en la novela de Paulette Jiles. Con Tom Hanks, Helena Zengel, Fred Hechinger. Estados Unidos, 2020. Netflix.