En el segundo capítulo de la temporada 2021 de la serie humorística Claudio Peyo Barrios Show, Richie Pintos, uno de los personajes destacados, atiende una llamada misteriosa de un hombre tan parecido a Jaime Roos que puede provocar risa y miedo al mismo tiempo. En otra escena, los pasajeros que viajan a bordo de un avión de la empresa Por Tanto tienen al alcance de la mano números de las célebres publicaciones uruguayas Guambia y Berp. El capitán le advierte a una señora que no se puede comer bizcochos, y Parrico, un títere que toma mate mientras cumple su función de copiloto, confiesa que quemó el manual de la nave en un asado que surgió de improviso.
“Creemos mucho en lo que estamos haciendo, y recién estamos empezando”, dice Martín Rovira, guionista y productor de la serie, experto en animación y productos digitales. “Es como que en broma nos juntamos a hacer una casa”, agrega Claudio Peyo Barrios, actor y guionista, sobre este nuevo proyecto que los tiene a ambos contentos y entusiasmados desde que empezaron a trabajar juntos.
Cada vez con mayor frecuencia la gente los detiene en la calle para recordarles la risa que les causan sus personajes o para meterlos de vuelta un rato en la ficción, con el pegadizo jingle de Tiendas Yeah, una zapatería atendida por su dueño, El Bravo Yeah, que echa a mano a la vieja estrategia de marketing de Chele Calzados.
“Esto no lo podés hacer si no tenés la misma onda de humor. Lo más importante es ese chiste que quedó en el aire y con el que lloramos de risa. De ahí armamos toda una historia”, cuenta Martín, fan del humor de Peyo desde los tiempos de Siranos semblad, y que recogió el guante hace un par de años cuando el comediante se puso como meta armar un nuevo programa, pero con mayor producción: “Peyo es un camaleón, un tipo que toma elementos de la idiosincrasia uruguaya y los logra pasar por su lenguaje físico. No es lo que dice, es cómo lo dice”, explica Rovira a la diaria.
“Él vino con una forma de laburo, con personajes y sus historias. Nunca pensé que alguien iba a ver tan bien de afuera lo que yo hacía”, reconoce Peyo, que parece haber encontrado en Martín a la persona indicada para darles continuidad a sus creaciones, muchas de ellas ya con un interesante prestigio como objeto de culto entre los buscadores de gemas en internet y los amantes del humor absurdo en todas partes del mundo.
La música del show tiene la firma de Agustín Ferrando, creador de Tiranos temblad, y, según Peyo, una especie de “ángel de la guarda”, que también participa en la construcción del humor del programa, enganchado con este proyecto que, de algún modo, nace de los delirios de Siranos semblad.
“Yo sigo afirmando que Peyo es el mejor humorista de Uruguay. Me parecía muy injusto no poder seguir viendo su material”, reconoce Martín. Ambos coinciden en que les interesa dejar un precedente en el humor absurdo de Uruguay; encuentran un vacío en el género y pretenden continuar una línea para la que reconocen el legado de programas como Telecataplum, Decalegrón o El show del mediodía, de figuras como Cacho de la Cruz y Luis Guarnerio, y la valía de personajes como Mangacha (interpretado por Laura Sánchez en Plop a fines de los 80), por la uruguayez y cercanía.
Su complicidad también se alimenta de la admiración por la obra de los Monty Python y por el consumo fanático de programas como los estadounidenses The Eric Andre Show y Saturday Night Live, el canadiense The Kids in the Hall o el argentino Cha cha cha.
Pero Peyo quiere, además de matar de la risa, que sus personajes sean queribles, así que con Martín no paran de escribir historias sobre sus pasados y futuros. Entre los muchos proyectos que se desprenden de este ciclo, el fraudulento emprendedor Richie Pintos, por ejemplo, ya cuenta con el guion de su propia película.
Nacido en un mundo al revés
A primera vista, y sin ninguna peluca, Peyo parece el más desbordante y demente de los dos. Se reconoce ansioso y eléctrico “desde las nueve de la mañana”, pero luego de un rato de charla se ve que la locura de Martín está apenas más encapsulada, y que cumple la función de poner un cierto orden en el volcán en erupción constante de su compadre.
Peyo cuenta sus peculiares aventuras sin problemas, con los dramas y las risas acumuladas desde que vio la luz, y todo parece cobrar sentido. Aunque vive en Montevideo, su familia es de Melo, Cerro Largo: “Yo era un niño cuando anunciaron que venía el papa [Juan Pablo II]; yo estaba en Melo, y me acuerdo de ese día y del bochorno. Me acuerdo de la gente triste y puteando. Cuando salió la película [El baño del papa, 2007] lo que enseguida se me ocurrió fue que le tendrían que haber puesto más absurdo, porque la realidad fue mucho más absurda y loca, y fue real. Era una demencia, 3.000 personas en ómnibus habían venido al pueblo. Era ‘pah, dense cuenta de que están todos mal’. Yo durante mucho tiempo no sabía cómo sacarme ese alarido de humor absurdo”.
Antes y después le pasaron cosas parecidas. Cierta vez, mirando la tele, su madre juró que escuchó que Michael Jackson estuvo en Melo, y un tío suyo, que vio a Kurt Cobain en el Chuy.
Así explica Peyo la esencia de buena parte de sus personajes, hecha de la observación y la escucha minuciosa de personas muy cercanas, con formas de hablar retorcidas, a veces poco coherentes, pero al mismo tiempo queribles y, en ocasiones, muy cómicas.
“La mente es un muñeco” es una de tantas frases de Richie Pintos que recuerdo, mientras me cuenta sus episodios de la vida real, a cuál más loco: “Lo que hago es mezclar mis personajes con todo lo que viví y con mi familia. Para mí eran cómicos”, cuenta Peyo, que durante años luchó para entender el absurdo y la locura a su alrededor. “En un momento me dije ‘ta, este mundo tiene que existir’, y me puse a hacer humor. Creo que como un modo de defensa”.
Esa fórmula de composición de personajes entendida como defensa también se alimentó de otros dolores, como la decepción al descubrir que las murgas de su amado carnaval usaban melodías de canciones ya existentes, o el trauma de ser un niño gordo, que lo disparó hacia la competencia que mantiene hasta el día de hoy. “Quiero estar todo el tiempo haciendo bromas. Si estoy en un lugar, en confianza, y de repente me piden que haga alguna gracia, no voy a parar hasta hacer reír a todos los que están ahí”.
La casa del show
Los primeros dos episodios de Claudio Peyo Barrios Show están disponibles en Youtube, y prometen el estreno del tercero para mediados de agosto. Esta temporada tendrá seis capítulos, cada uno pensado con un mínimo de diez minutos de duración y con un hilo narrativo común, para hacer crecer a los personajes a medida que les agregan nuevas capas.
Por ahora no les interesa adaptar su propuesta para redes sociales como Tik Tok o Instagram, pero en un futuro piensan que podrían alcanzar otros públicos a través de señales de cable como TV Ciudad. El feedback con el público, que los alienta y les da nuevas ideas, también les permitió enterarse de que sus bromas despiertan las risas de grandes y chicos. “Yo no quiero que los personajes pierdan el delirio, lo desopilante, y nos gusta contar una historia. Así que miralo, sin apuros, en Youtube”, le avisa Peyo al que quiera acercarse como espectador.
La fórmula
“La dinámica que encontramos es juntarnos una vez por semana a escribir todo lo que nos parece interesante para el show”, cuenta Martín. “Al momento de rodar, todo parte de la improvisación de Peyo; aunque tengamos chistes escritos o sepamos hacia dónde vamos, el 80% son cosas que no me avisó que iba a decir. Trabajamos hasta que sabemos que tenemos diez minutos con los que te vamos a partir la cabeza”.
“Viajamos como que en ese momento de creación estamos en otro lado”, dice Peyo. “Todo lo que nos tienta va para el show. Martín va anotando, me tira pies (con voz en off), y sabe identificar cuál es el chiste con el que tenemos que quedarnos para darle vida”.
“Nos sentimos abanderados de algo único, que no hay acá”, dice con orgullo Martín. “Si la gente no sabe para dónde va a agarrar el show, el tercer capítulo es ideal”.