Soy una hija de Cabezas. Una de las tantas fotógrafas que, hace 25 años, pidieron justicia levantando su cámara. Caminaba por las calles de la gran ciudad, con mis apenas 20 años cumplidos, junto a miles y miles que exigían justicia. Esas manifestaciones inmensas, esa indignación multitudinaria nos quitó el miedo. Por eso soy hija de Cabezas, porque su muerte parió coraje.

Antes de sentarme a escribir, busco mis archivos fotográficos en película 35 milímetros blanco y negro. Encuentro los negativos que saqué en 1997 en las manifestaciones en Buenos Aires y leo en aquellas pancartas: “La peor actitud es la indiferencia”.

José Luis Cabezas, asesinado el 25 de enero de 1997 en Pinamar, inició un tsunami imparable para los poderes escondidos argentinos. Escribir sobre este caso y sobre todo lo que se abrió luego de su asesinato es complejo y difícil, aunque necesario. La consigna “no se olviden de Cabezas” sigue en pie.

“El poder es impunidad”

El 16 de enero de 1996 José Luis Cabezas logró una de las fotos más buscadas por el periodismo argentino: la del empresario Alfredo Yabrán. El millonario alardeaba de que su imagen no aparecía en ningún lado. “Ni los servicios de inteligencia tienen una foto mía”, decía, y aún más: “Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente”.

José Luis le dio rostro al personaje y la revista Noticias publicó su foto en la tapa junto a una nota del cronista Gabriel Michi, quien había puesto su hombro para que el fotógrafo pudiera apoyar la cámara y sacar las fotos en la playa de Pinamar, a 342 kilómetros de Buenos Aires. Un año después, Cabezas fue secuestrado, torturado, asesinado y calcinado por un grupo de cuatro barras bravas y policías.

Gabriel Michi, en su libro Un fotógrafo, un crimen, un país, escribe que “hay determinados poderes que no pueden quedar a la luz de todos porque su factor de poder tiene que ver, justamente, con las sombras, con actuar desde las sombras, y José Luis con su foto le puso rostro al personaje más enigmático de la Argentina“. En enero de 1997, Cabezas y Michi cubrían la temporada veraniega para la revista Noticias, y Michi se salvó del ataque simplemente por haberse ido un ratito antes de una fiesta.

“¿Qué es el poder? El poder es impunidad”, decía el empresario Alfredo Yabrán, cuyo círculo de seguridad superaba las 600 personas e incluía a torturadores de la ESMA, la Escuela de Mecánica de la Armada. Su imperio, que incluía servicios postales y aeropuertos (hasta la DEA habla de sus vínculos con el cártel de Medellín), comenzó a levantarse en la dictadura, se extendió durante el gobierno de Raúl Alfonsín y se consolidó durante el gobierno de Carlos Menem, con cuya campaña Yabrán contribuyó económicamente.

Durante el proceso de privatización del correo estatal, el entonces ministro de Economía de Menem, Domingo Cavallo, mencionó a Yabrán en el Parlamento, en medio de un conflicto de poder dentro del Partido Justicialista. Cavallo lo acusó de usar sus empresas para ocultar sus negocios de armas, drogas y corrupción, y de estar cubierto por políticos y jerarcas policiales. El ministro denunció el poder mafioso de Yabrán: controlaba aeropuertos y todos los servicios postales dentro de ellos; ni siquiera las autoridades aduaneras podían abrir las camionetas que trasladaban lo que llegaba o se iba en los aviones.

A raíz de esto, conseguir la foto de Yabrán era algo que todos los medios deseaban, pero era casi imposible debido al aparato de seguridad con el que contaba el empresario. José Luis lo logró en Pinamar, en enero de 1996, y desde entonces fue amenazado repetidamente.

Foto del artículo 'Su crimen será condena: 25 años de la muerte del fotógrafo argentino José Luis Cabezas'

Mensaje mafioso

El caso de Cabezas reveló los contactos de Yabrán con el poder político de entonces, pero también con la iglesia, el Poder Judicial, las Fuerzas Armadas, las distintas policías, los servicios de inteligencia, con los sindicatos, y también con el periodismo de los grandes medios.

Su asesinato tuvo repercusiones en la interna del Partido Justicialista. Tras el crimen, Eduardo Duhalde, gobernador de la provincia de Buenos Aires y aspirante a disputarle la presidencia a Menem, declaró: “Me tiraron un cadáver”.

Pero sobre todo, el de Cabezas fue un crimen que atentó contra el periodismo independiente. “Marca un antes y un después en el periodismo argentino. Es el emblema de la lucha por la libertad de prensa”, me dice Verónica Bellomo, fotoperiodista y docente. “La falta de libertad de prensa, la corrupción en Argentina, los negocios funestos de empresarios terminan con la vida de este reportero gráfico. José Luis Cabezas es un estandarte”, sostiene.

El asesinato fue un mensaje mafioso, una forma de decir “no se metan con nosotros”, pero la respuesta fue tan contundente como inesperada. El contramensaje de la sociedad y el periodismo independiente fue muy claro: “Nosotros vamos a hacer nuestro trabajo y no nos vamos a callar”. Osvaldo Bertucci, quien en ese momento era presidente de la Asociación de Reporteros Gráficos Argentina (Argra), cuenta que no se hubiera podido llegar a la verdad sin el apoyo de todos los reporteros gráficos del país y de todas las asociaciones de derechos humanos, entre ellas Madres de Plaza de Mayo, sindicatos y otros organismos. “Nosotros éramos una asociación muy chiquita y nos habían matado a un compañero”, dice.

En 1997 la revista estadounidense Time habló del caso y se refirió a Yabrán como mafia daddy. Gladys, la hermana de José Luis, en una entrevista con FM La Tribu dijo que “si hablaba Yabrán, yo te aseguro que en los juzgados no quedaba ni quien apagara la luz”. Hubo culpables y sentencias, responsabilidades materiales e intelectuales, penas a cadena perpetua, pero todos fueron liberados, excepto dos culpables, que murieron en la cárcel. Gustavo Prellezo, quien asesinó a Cabezas con dos tiros en la nuca y que en ese momento era policía bonaerense, está libre y se recibió de abogado. Hoy la sociedad argentina se pregunta si alguien así puede ejercer en el campo del derecho.

Desconectados

En la década de 1990 había una especie de matrimonio entre el periodismo independiente argentino y los movimientos sociales. Los periodistas echaban luz sobre aquellas situaciones que eran ocultadas, dando voz a quien no la tenía, y eso generó confianza recíproca. Hoy la colaboración entre la sociedad civil y el periodismo investigativo está debilitada, en parte, por la fragmentación en grupos y temas específicos, en burbujas de redes sociales.

25 años después, al preguntar a fotoperiodistas argentinos si hay libertad de prensa en ese país, la respuesta es un neto “no”, aunque la forma de silenciar puede ser un poco más compleja. Gerardo Dell’Oro se dedica desde hace un tiempo a imprimir en alta calidad fotografías en su estudio y conoce la fotografía argentina como pocos. “Trabajé 20 años en Clarín, y la libertad de prensa no existe. De hecho, Clarín hizo una gran limpieza despidiendo, no voy a decir ni a los más revolucionarios ni a los más independientes ni nada, pero si vos echás a 200 trabajadores, que es un gran porcentaje de la planta, ya quienes se quedan lo hacen con otras condiciones. En otra posición de ideología, Página 12 hace exactamente lo mismo que Clarín o que La Nación, para darle nombre. Y después están los colectivos, las cooperativas que surgieron en los últimos años a partir de los medios que fueron creados por cuestiones políticas y que quebraron, o quebraron fraudulentamente, y que los trabajadores mantienen como cooperativas. Por otro lado, hay medios dedicados a ciertas temáticas, lo cual no sé si es estrictamente periodismo, pues hacen buen periodismo pero de determinados temas y con determinada visión, entonces uno lee lo que quiere leer y escuchar”.

José Luis Cabezas.

José Luis Cabezas.

Foto: Sin dato de autor

Esta nueva forma de “descomunicación” en las redes, junto con un periodismo cada vez más sectorizado, nos hace sentir más solos e ignorantes de lo que pasa fuera de nuestro entorno inmediato, por no hablar de lo que sucede del otro lado del Río de la Plata. De nuevo es necesario recrear la red. Esa división entre orillas que sentimos no existe, y este tema no es solamente argentino: los herederos de Yabrán (muerto en 1998) residen acá, en Uruguay, desde donde manejan su imperio.

Respecto del poder y la libertad de prensa, Dell’Oro opina: “Yabrán no existirá, no existirán los policías jefes de su seguridad que toman al pie de la letra las órdenes diciendo ‘eliminen a este fotógrafo’, pero existen otras maneras que no se manifiestan, o no se manifestaron hasta ahora pero están listos para operar”.

Irreconocible

A Cabezas lo mataron por sacarle una foto a Yabrán. ¿Cuánto vale el anonimato? ¿Por qué publicamos de forma compulsiva nuestras imágenes en internet mientras los poderosos prefieren esconder sus rostros? El artista español Daniel Mayrit acaba de publicar You Haven’t Seen Their Faces, una investigación fotográfica con curaduría de Joan Fontcuberta, en la que muestra las caras de las 100 personas más poderosas de Inglaterra. Mayrit cuenta que se topó con la lista en una revista de cotilleo londinense y se asombró cuando comenzó a buscar sus fotos: no fue nada fácil encontrar imágenes de ellos, e incluso, tras de meses y meses de búsqueda, todavía no están todos.

Al respecto Bellomo nos dice: “Yabrán manda matar a Cabezas porque se publica su cara y él, poderoso, no quería que se conociera su rostro. Cabezas hace la foto, por eso pierde la vida, por eso lo matan, y eso me hace pensar en el presente y en cómo nosotros damos un montón de información en las redes sociales, pero tampoco hoy conocemos las caras de los poderosos. Los mortales publicamos nuestras fotos, nuestra vida privada, pero quienes manejan nuestras economías e influyen en nuestras vidas cotidianas todavía siguen anónimos”.

En este contexto, cobra interés lo que ocurrió con el rostro de Yabrán: su suicidio con una escopeta calibre 12.70 le incrustó más de 30 perdigones en el cráneo, lo que deshizo su cara.

Para los que vienen

La fotógrafa Ana Paula Far Puharre era amiga de José Luis y trabajaba con él. Me confiesa que estos son días muy tristes y oscuros para ella. “Creo que el asesinato de José Luis se convirtió en el mayor emblema de la lucha por la libertad de prensa, sobre todo de los compañeros y las compañeras fotógrafas y fotógrafos. No creo que los poderosos hayan pagado, me parece que la impunidad continúa y va a continuar bastante en este país. No hay nadie que esté preso por este crimen, y las cosas no han sido del todo claras no sólo en este caso sino en otros más. El tema de la impunidad ligada a los poderosos sigue existiendo. Me parece que la cultura y la educación son importantes para garantizar la democracia: un pueblo que tiene educación y cultura es mucho más difícil de manejar y puede pelear más por lo que considera que es lo justo. No puedo dejar de recordar cómo lo mataron a José Luis y de pensar que todos los que estuvieron implicados en el asesinato están en libertad y siguieron con su vida, mientras que José Luis murió muy joven y dejó a tres hijos sin papá.”

Eva Cabrera, fotógrafa y presidenta de la Asociación de Reporteros Gráficos Argentinos (ARGRA), el 21 de enero de 2022, en Buenos Aires.

Eva Cabrera, fotógrafa y presidenta de la Asociación de Reporteros Gráficos Argentinos (ARGRA), el 21 de enero de 2022, en Buenos Aires.

Foto: Enrique García Medina, EFE

Eva Cabrera, primera mujer presidenta de la Argra, me dice: “Hace 25 años asesinaron a José Luis Cabezas de un modo cruel y brutal. Quienes lo asesinaron lo hicieron desde la impunidad, para demostrar impunidad y para garantizarse impunidad. Nosotros y nosotras, las y los reporteros gráficos, dijimos ‘no se olviden de Cabezas’: la impunidad y su crimen serán la condena de la Argentina. Desde la asociación no lo olvidamos, honramos año a año su memoria y honramos el compromiso que significa su memoria para nosotros. Significa que no permitimos ni permitiremos que nadie lastime a nuestros y nuestras colegas. De ese modo José Luis está presente en cada uno de nosotras y nosotros, año a año. La lucha que se llevó a cabo desde Argra y el amplio apoyo de la sociedad hicieron que la investigación judicial pudiera reconstruir y averiguar el modo en que actuaron los responsables materiales e intelectuales del crimen”.

Desde los primeros días de enero, Argra, una asociación con 80 años, organizó una campaña para reinstalar el tema en torno a dos preguntas: quién fue José Luis Cabezas y por qué lo asesinaron. Desde hace unos años, Argra comparte y socializa fotos a través de un programa que divide las imágenes en partes, haciendo más fácil y barata la impresión de afiches de gran tamaño, que piden salgan a pegar en las calles, así como la difusión de las imágenes en redes. El martes, día del aniversario de la muerte de Cabezas, hubo actos junto a los sindicatos de prensa a lo largo y a lo ancho de toda Argentina.