La exposición que ocupa el cuarto y quinto piso del museo Gurvich muestra los intereses y búsquedas del período más maduro del artista argentino Alberto Delmonte, fallecido en 2005, y se complementa con un catálogo, a cargo de la curadora María Cristina Rossi, que repasa su vida y su trayectoria. El texto permite conocer las líneas de pensamiento que cimentaron sus decisiones artísticas, los colectivos en los que participó y los períodos que atravesó su obra.
Tanto en los colores como en las formas y símbolos utilizados encontramos referencias indoamericanistas. Los tonos tierra y los ocres se contrastan con rojos y negros. También hay símbolos que se repiten: rectángulos, cuadrados, flechas, semicírculos, formas en T o en X; elementos de significación abierta que remiten a las culturas prehispánicas. Las líneas, así como las formas de colores puros, agregan dinamismo y ritmo a las pinturas. A su vez, los distintos sectores que se forman en sus obras se construyen unos sobre otros, creando formas verticales, como pisos en una edificación. También encontramos amplios espacios de silencio, líneas imperfectas en tensión que dirigen la mirada y trazan recorridos por sobre formas de color puro. En las esculturas instaladas en el cuarto piso hay también imperfecciones: maderas castigadas y metales herrumbrados en formas sencillas.
Si bien la atención prestada a las culturas indoamericanas permite asociar a Delmonte con el constructivismo universal de Torres García, la curadora advierte que verlo exclusivamente con esa perspectiva puede implicar limitarlo. “A la pintura con rasgos americanistas suele asociársela sin más a la escuela torresgarciana, ya que tenía ese rasgo como uno de los componentes centrales, y a veces esto resulta tranquilizador en el sentido de no cuestionar, no buscar algunas otras fuentes”, aclara Rossi.
Por eso, el texto que complementa la muestra resulta enriquecedor, porque consigue ir más allá de las referencias cómodas y abrir el complejo universo de Delmonte, que estaba estrechamente vinculado a su pensamiento y su filosofía. Permite ver cómo fueron sedimentando distintas experiencias y formas de ver el mundo, hasta llegar a su poética más madura.
Sobre el comienzo del recorrido por la muestra se despliega un vocabulario plástico que parte de las premisas del arte constructivo, con símbolos que remiten a las culturas prehispánicas. En el piso superior encontramos un núcleo vinculado al grabado. Además, inmediatamente después de subir las escaleras que llevan al quinto piso, podemos ver las pinturas de la última serie que realizó. “Es la primera vez que se exhiben”, puntualiza Rossi. Y agrega que se conocen como “la serie de los trapitos”, porque el artista, ya en sus últimos años y sin posibilidad de trabajar en lienzos amplios, apela al formato pequeño en trozos de tela.
Al concentrarse en su obra más madura, tanto las pinturas como las esculturas y grabados que integran la muestra exhiben la prioridad dada al signo y al plano de color. En sus primeras épocas, en cambio, Delmonte, que fue discípulo de Marcos Tiglio, se apegaba a lo figurativo. Su primera exposición abstracta fue en 1985, y ya se adivinaba un simbolismo de raíz americana, que en esta muestra encontramos consolidada.
Matices que pautan una carrera
El catálogo que acompaña esta exhibición, y que incluye textos del artista, también analiza su vida y obra desde una perspectiva crítica, con énfasis en su formación y en los colectivos en los que participó. Conocemos entonces a un artista con múltiples intereses, con un afán de aprender y formarse que lo llevó a estudiar materias tan diversas como cine, fotografía o filosofía y hasta a tomar cursos específicos sobre las culturas precolombinas. Se destaca también su participación en publicaciones como Ensayo Cultural, donde escribía sobre el trabajo de otros artistas y reflexionaba sobre el diseño y la artesanía. “No sólo estaba interesado en búsquedas plásticas, sino que era también un intelectual muy formado, muy lector. Había participado en varios colectivos editoriales, y también había tenido preocupaciones políticas, sin que el suyo fuera un arte político”, resume Rossi. Delmonte participó de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, y desde 1989 integró el grupo El Ojo del Río, que seguía la orientación estética de Torres García y se centraba en la identidad de las culturas indoamericanas.
Esa postura, que defendía la producción de los pueblos originarios frente al colonialismo y la imposición, también se vincula con su compromiso socialista, ya que el pensamiento de Delmonte apostaba por una “unión americana” que hiciera frente al “imperialismo”. La horizontalidad entre maestro y aprendiz fue otro de sus pilares, y lo puso en práctica como docente, en talleres que mezclaban las enseñanzas de Torres García con los aportes de Kandinsky y Klee, además de los fundamentos de la Bauhaus.
La muestra, que permanece abierta hasta el 7 de setiembre, ofrece una buena aproximación al trabajo de un artista complejo, en el que las diversas influencias estéticas así como las ideas políticas y filosóficas se cristalizan en una obra contundente.
Alberto Delmonte, tras la huella constructiva. Curadora: María Cristina Rossi. Museo Gurvich (Sarandí 524). Hasta el 7 de setiembre.