Se dice que para toda catástrofe mundial hay un link de change.org que permite a los internautas decir “a mí también me indigna, hagan algo por favor”. Como si un clic fuera suficiente para derrotar una tiranía o detener la erupción de un volcán. Sin embargo, a veces las masas anónimas de las redes sociales se anotan pequeñas victorias.

Para entender esta noticia hay que remontarse hasta agosto del año pasado cuando Warner Bros. Discovery (WBD) anunció que una película por la que había invertido 90 millones de dólares no tendría su prometido estreno en la plataforma HBO Max, ni tampoco en salas de cine ni en ninguna otra parte.

Batgirl, la historia de la hija del comisionado de policía de Gotham City que se convierte en aliada del hombre murciélago, había sido dirigida por Adil el Arbi y Bilall Fallah, los mismos de Ms. Marvel, y contaba con la actuación protagónica de Leslie Grace junto a Michael Keaton, JK Simmons y Brendan Fraser. La película había sido terminada, sus responsables estaban esperando noticias, y lo que la compañía dijo es que esa cinta no sería vista por nadie nunca jamás.

Algunos analistas de la industria creyeron en un primer momento que esa decisión inédita tenía que ver con el sacudón que atravesaban todas las películas basadas en superhéroes de DC Comics. La designación de James Gunn como arquitecto de su universo cinematográfico y televisivo dejó un período nebuloso con historias que ya no tendrían sentido cuando comenzara la era Gunn, algo que ocurrirá el 11 de julio de 2025 con la llegada de la película de Superman.

Sin embargo, la razón habría sido económica. La llegada de David Zaslav como presidente de la compañía estuvo acompañada de varias decisiones cuestionables que tenían como objetivo reducir el pasivo, y encajonar Batgirl le permitiría presentarla a la DGI estadounidense como una pérdida y evitarse pagar impuestos sobre esos 90 millones que tuvo de costo.

Las voces de la industria se alzaron en ese momento, pero la compañía juró que se trataba de un hecho puntual (que incluía otra película, una animación de Scooby-Do) que se explicaba por los números rojos relacionados a la salida de la pandemia. Además, juraron una y otra vez que la película no estaba a la altura del contenido que la empresa solía ofrecer a los espectadores.

Pasó el tiempo, la película con una Batichica latina no se estrenó, pero sí llegó a los cines Flash, que no estuvo a la altura de la manija previa y que tenía como protagonista a Ezra Miller, una persona con múltiples encontronazos con la ley. Las pérdidas fueron mucho mayores que las del potencial estreno que había quedado en un cajón, pero los fans seguían pensando en la nueva película de Superman como forma de olvidarse de todo lo que había pasado antes.

La gota que rebasó el vaso, o el palito que quebró la espalda del camello (como dicen en Estados Unidos), llegó la semana pasada cuando WBD anunció la cancelación de otra película que llevaba un año completamente terminada: Coyote vs Acme, historia que combinaba actores de carne y hueso como el luchador John Cena y criaturas animadas, como esa que históricamente ha intentado capturar al Correcaminos.

Producida por el mismísimo James Gunn y basada en un artículo humorístico de 1990 publicado en The New Yorker en que el Coyote decide demandar a Acme porque sus productos nunca funcionan bien, no solamente tenía una combinación de talentos (humanos y animales) envidiable, sino que las exhibiciones previas habían tenido devoluciones muy positivas. Nada de eso le importó a Zaslav a la hora de decretar que nadie, ninguna persona del planeta, vería esa película bajo ninguna circunstancia, para ahorrarse unos dólares de impuestos.

En ese momento entran las masas anónimas de internet, que lo que hicieron, básicamente, fue amplificar la noticia –para que trascendiera más allá de periódicos especializados como Variety y llegara a ojos y oídos del público potencial alrededor del planeta– de que una película sobre un personaje querido, con un actor taquillero y funciones previas envidiables, por la que un montón de personas habían trabajado durante años, quedaría encajonada para ahorrarse unos dólares.

WBD se convirtió en la comidilla de las redes y surgieron reportes de que productores y directores de Hollywood habían cancelado futuras reuniones con la compañía al entender que nada les aseguraría que volviera a ocurrirles eso que prometieron que ya no iba a ocurrir. Cuatro días después, en el control de daños más obvio de los últimos meses, llegó la noticia esperada por el internauta de a pie.

Desde la empresa se anunció que el estreno no tendría lugar, pero que permitirían ofrecer la película a otros estudios con funciones privadas este mismo mes a potenciales compradores, entre los que Amazon figura como principal interesado. Si Coyote vs Acme se convierte en un éxito (y para eso los internautas ya se están preparando), sería una perla más en el collar de vergüenza de la empresa.

La del estribo: el congresista texano Joaquin Castro, tal vez fanático de los Looney Tunes, escribió en sus redes sociales: “La táctica de WBD de desechar películas terminadas para descontar impuestos es depredadora y anticompetitiva. Mientras el Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio revisan sus políticas antimonopolio, deberían chequear esta conducta. Como dijo alguien, es como prender fuego un edificio para cobrar el dinero del seguro”. Parece que a la empresa le explotó un cartucho de dinamita en el rostro. La ironía puede verse desde el espacio exterior.