La escritora francesa Yasmina Reza, dramaturga y novelista, obtuvo gran éxito y reconocimiento con Arte (Art, 1994), que se estrenó en octubre de ese año en el Teatro de los Campos Elíseos en París y que tuvo varias temporadas en Buenos Aires, la primera en 1997, con las actuaciones de Ricardo Darín, Germán Palacios y Oscar Martínez.
Tres versiones de la vida (2000) propone un relato en el que dos parejas tradicionales de clase media alta –heterosexuales y blancas– se reúnen una noche, por temas laborales, en la casa de la pareja más joven, Enrique y Sonia, ambos profesionales y con un hijo de seis años, del que sólo escucharemos sus llantos y reclamos. Los personajes masculinos son científicos, y el encuentro tiene como objetivo discutir sobre un artículo que está por publicar Enrique.
Esa noche el matrimonio está en casa esperando que su hijo se duerma. Ella intenta trabajar en la computadora y él parece inquieto. Su hijo reclama insistentemente comer una galletita fuera de hora, y las reglas de la casa se desvirtúan por la angustia que esa demanda produce en el esposo. Esta escena, que se repite más de lo necesario, permite definir la línea de comportamiento de los personajes en relación con el conflicto de la historia.
El clima de la escena cambia con la llegada inesperada de la segunda pareja, Humberto e Inés. Los dueños de casa se ven forzados a recibirlos, y a partir de este momento los diálogos girarán en torno al trabajo académico de los varones. Este tema se verá interrumpido cada tanto por la interferencia del niño que llora, y entonces la conversación se volverá un “asunto de mujeres”. Sin embargo, el problema que los obliga a encontrarse será siempre el mismo: la publicación de Enrique y si su artículo ya ha sido trabajado anteriormente por otro colega. Esta situación enfrenta a los dos varones de tal modo que la escena parece una trampa en la que uno es el gato que espera cazar al ratón. El gato es Humberto, que se regodea mostrando el poder que tiene sobre su empleado y la facilidad con que lo maneja. Mientras desvaloriza a Enrique, también ridiculiza y degrada a su propia esposa, Inés. Los diálogos, marcados al principio por la hipocresía, se desbordan después de algunos tragos, exponiendo lo que realmente piensan y generando un ambiente tenso entre ambas parejas.
Frente a esta situación, las mujeres se corren del plano central. Son apenas las parejas. Testigos del vínculo de sus esposos y definidas en torno a ellos. Por un lado, Inés, esposa y madre, nunca ha trabajado. Está perfilada como una mujer tonta, preocupada porque se le corrió una media, pero es quien hace las preguntas más interesantes sobre el tema de la publicación de Enrique. Por otro lado, Sonia, abogada, parece tener un carácter fuerte y conocer muy bien a su marido, pero en su personaje se puede ver a la mujer acosada por el varón alfa.
Las dos mujeres intervienen en la discusión intelectual de los varones con mayor lucidez que estos, que parecen cegados por la posibilidad de la publicación, ridiculizando la obsesión académica por publicar a cualquier costo. El niño solo llora, reclama, y se convierte en una especie de señal cuando vemos la facilidad con que maneja a los adultos simplemente con el llanto. La situación que se va tejiendo presenta los tópicos de las mezquindades cotidianas que aíslan cada vez más a las personas.
La obra se organiza en tres cuadros y cada uno de ellos trata el mismo tema, como un círculo que no parece tener fin. La diferencia en cada cuadro está puesta en la tensión, en el cambio de comportamiento de los personajes, pero no en lo que se dice.
La puesta en escena es un living clásico, sin otra función que la de organizar los muebles de una manera demasiado obvia. Las actuaciones, por su parte, son demasiado realistas para un teatro que, de acuerdo a Reza, debe romper con el naturalismo.
Si bien los personajes, a pesar de sus pequeñeces burguesas, siempre se preguntan –sin encontrar respuestas– si la vida tiene algún sentido, luchando entre la desesperanza y la resistencia al pesimismo, cabría preguntarse si la pieza trae alguna novedad. ¿Cuál es la intención de poner en escena una obra como esta, en la que personajes pertenecientes al centro del privilegio exponen sus angustias existenciales? Una temática decimonónica, por otra parte, que no parece responder a las necesidades de nuestro tiempo.
Es cierto que la obra expone el problema del uso del poder en distintos niveles y pone sobre la mesa la diferencia de roles, haciendo evidente la violencia de género. Sin embargo, encuadrada en dos parejas de este perfil parece indicar que la clase burguesa seguirá usando el arte como medio para enfocar sus problemas y tratarlos como si fueran el nudo del conflicto humano.
Tres versiones de la vida. De Yasmina Reza, dirigida por Juan Antonio Saraví. Con Soledad Frugone, Claudio Lachowicz, Héctor Hernández, Marina Rodríguez. El Galpón. Sábados 21.30 y domingos 20.30.