Estamos a pocos días de la entrega de los premios de la Academia –será este domingo– y, como viene ocurriendo en los últimos años, hay un esfuerzo de las compañías distribuidoras por estrenar las películas en competencia (en especial las que compiten por la estatuilla más importante) antes de la ceremonia. Esto permite a los amigos del séptimo arte y de la legalidad llegar a ese fin de semana con la posibilidad de haberlas visto y así compartir o no el criterio caprichoso de los votantes.

Mientras esperamos la llegada de Zona de interés en la recta final antes de la ceremonia hollywoodense, la penúltima película llegó por debajo del radar, más o menos como se la ha considerado en esta temporada de premios. Con un mensaje en las redes sociales de Prime Video Latinoamérica se anunció que American Fiction, escrita y dirigida por el debutante Cord Jefferson, “ya” estaba disponible en su catálogo.

Más pequeña que la mayoría de sus contrincantes, esta historia sorprende por la cantidad de historias que contiene. Y es que dentro y fuera de la ficción pretende reflejar “la experiencia afroestadounidense”, y como descubre a los golpes Thelonious Monk Ellison, esa experiencia es mucho más amplia que la que presentan los medios y que la suya.

Monk (Jeffrey Wright) es un escritor afroestadounidense con demasiados problemas entre manos. Por un lado, se siente víctima del exceso de sensibilidad en las universidades; por otro, nunca escribió un superventas y de hecho su último manuscrito no fue aceptado por ninguna editorial. Cuando el primer problema lo obligue a realojarse con su familia durante una temporada, descubrirá un tercer lado repleto de problemas, algunos incluso que no dependen de él.

En esa acumulación de anécdotas también hay una acumulación de géneros. American Fiction es una comedia y, por momentos, una muy divertida. Entre los mejores momentos se encuentra cada duelo entre el aburrido y cerrado literato que interpreta Wright y su hermano Cliff (Sterling K Brown), que acaba de salir del clóset y quiere recuperar el tiempo perdido.

La película también es un drama familiar que incluye suicidios, adulterio, muertes sorpresivas y demencia senil. Estos golpes, que no son bajos sino fuertes, son los que hacen que resuenen con más fuerza los momentos de humor. Porque mencioné que se trata de una comedia, pero incluso tiene ingredientes de la llamada comedia de enredos. Y aquí volvemos a la experiencia afroestadounidense del comienzo.

Todo empieza como un chiste, justamente. Monk está harto de que las representaciones de los negros en los medios de comunicación se reduzcan a personajes pobres, raperos, esclavos y víctimas de la violencia policial. Cuando descubre una novela escrita en un lunfardo que sonrojaría a los guionistas de los Looney Tunes de hace casi un siglo, decide burlarse de la industria y pedirle a su agente (un muy efectivo John Ortiz) que envíe a las editoriales su manuscrito en el que caricaturiza la caricatura. Una historia cargada de violencia y de estereotipos, ya que “la gente quiere un libro negro”.

El chiste le explota en la cara, porque no solamente aceptan la novela, sino que le ofrecen al seudónimo de Monk (un supuesto criminal prófugo de la Justicia) un adelanto muy jugoso y luego una fortuna por poder adaptar esa historia al cine. La necesidad tiene cara de hereje y los gastos derivados de los dramas familiares lo obligan a dar entrevistas en silueta y a fingir ser un personaje urbano en lugar del profesor universitario burgués que “no ve razas”. Aunque las demás personas sí lo hacen.

Algunas situaciones son universales (el dilema familiar de cómo pagar la internación de un adulto mayor), otras guardan una fina ironía (la familia Ellison tiene su propia empleada afroestadounidense) y todas aquellas a las que se enfrenta Monk en su faceta gangsta cuando conversa con los empleados de la editorial, incluida la editora que en su oficina tiene dos cuadros muy poco sutiles de Ruth Bader Ginsburg, la jueza de la Suprema Corte que al posponer su renuncia comenzó a servirles en bandeja ese órgano de la justicia a los conservadores.

American Fiction tiene guiños y piquetes de ojos. Tiene simpáticas comparaciones con el whisky Johnny Walker y caucásicos fallando los test de empatía, ya sea por culpa (la editora) o por desinterés (el guionista que interpreta Adam Brody). Hay incluso un romance, y todo en menos de dos horas. Para el cierre está reservada una charla ineludible entre Monk y la escritora que triunfó con su libro en lunfardo, donde queda de manifiesto que cualquier reduccionismo lleva las de perder y que el protagonista siente vergüenza por algo más que su familia. El cierre es el momento más meta de la película, y también se niega a dar respuestas sencillas a realidades que son mucho más complejas.

Está nominada al Oscar a Mejor película, Mejor actor (Wright), Mejor actor de reparto (Brown), Mejor guion adaptado y Mejor banda sonora original.

American Fiction, de Cord Jefferson. Con Jeffrey Wright, John Ortiz y Sterling K Brown. 118 minutos. En Prime Video.