Del 23 al 29 de febrero el Festival de Punta del Este repartió 54 títulos entre las dos competencias de cine iberoamericano (respectivamente, ficción y documental), los panoramas internacionales, una retrospectiva del director brasileño Jorge Furtado y funciones especiales al aire libre de películas iberoamericanas, además de las funciones de apertura (Pérola, de Murilo Benício, de Brasil) y clausura (Kepler sexto B, del español Alejandro Suárez).

Las funciones fueron abiertas y totalmente gratuitas. Estuvieron presentes los realizadores, actores y productores de varias de las películas, propiciando, de esa manera especial que parece ser inherente al festival, un fértil intercambio entre ellos, de ellos con la prensa e incluso de ellos con el público.

En las mesas redondas, el argentino Hernán Guershuny (director de El crítico, 2013), el uruguayo Diego Parker Fernández ( La teoría de los vidrios rotos, 2021) y los actores Juan Minujín (Argentina) y Blanca Lewin (Chile) discutieron el uso de la inteligencia artificial en el audiovisual; Juan Buchet y Mario Terzano, representantes de Radio France Internationale y Radio Cultura (Argentina), adelantaron aspectos del premio, a implementarse en los próximos meses, para cortometrajes sudamericanos, y el crítico argentino Pablo de Vita presentó su libro Eslavia del sur, sobre la curiosa historia de la realización de El camino del sur (1988), de Juan Bautista Stagnaro, primera y única coproducción de Argentina con Yugoslavia.

Vislumbres a las competencias

Las funciones de las competencias fueron en la sala Cantegril. Compensando con creces la supresión de las conferencias de prensa, se abrió una espacio para instancias de Q&A (preguntas y respuestas entre público e invitados) luego de cada función.

El jurado oficial eligió Pedágio, de la brasileña Carolina Markowicz, como Mejor película, y al chileno Felipe Carmona como Mejor director por Penal cordillera. El voto del público fue para Como el mar, una coproducción de Argentina y Uruguay filmada en Cabo Polonio.

Por su parte, el jurado ACCU (de la crítica) consideró Mejor documental a Me río de las olas (de Azeneth Farah, México/Bolivia), otorgó una mención a Mi tía Gilma (de Alexandra Henao, Venezuela) y consideró Mejor ficción a la colombiana El otro hijo, de Juan Sebastián Quebrada, que fue la única película que ganó más de un premio (el otro fue del jurado oficial por la actuación de Jenny Nava).

Realicé un muestreo ínfimo que confirma la opinión general sobre la solidez de la selección (vaya un aplauso para la directora artística y programadora Daniela Cardarello). La argentina Alemania es un coming of age muy sensible sobre una adolescente cuyo sueño más fuerte es participar en un programa de intercambio. La ubicación en lo que parece ser los años 90, la protagonista femenina, así como el extremo naturalismo, sugieren una inspiración autobiográfica o memorias personales de la directora María Zanetti (nacida en 1980). La película está impregnada de poesía y sensibilidad en su retrato de la personalidad de la joven (excelente actuación de Maite Aguilar) y en las oscilaciones de ánimo y propósito, levemente motivadas pero nunca determinadas por las circunstancias a su alrededor: la mejor amiga, una breve historia con el hermano de esta, las ocho materias que se llevó en el colegio, y sobre todo la cercanía y el conflicto con la hermana mayor con problemas psiquiátricos.

En otras ediciones el Festival de Punta del Este tuvo una sección dedicada a documentales musicales, con jurado propio. Este año no, pero la mitad de los documentales en competencia fueron musicales, respectivamente sobre música klezmer, Víctor Heredia y el funky soul carioca. Por supuesto, me dirigí a Black Rio! Black Power! (de Emílio Domingos), un documento importantísimo sobre un movimiento que tuvo un gran alcance, pero que, al haber existido fuera del mainstream, entre “negros pobres suburbanos” quizá nunca antes se había narrado con este detalle y desde la perspectiva de sus propios participantes. Describe la eclosión, a partir de 1972, de bailes donde la música era esencialmente soul y funky, con el visual correspondiente (peinados afro, pantalones de boca ancha, medallones, zapatos con una plataforma bien alta). Los veteranos entrevistados cuentan cómo la música, el baile y el visual trajeron lo político, y de cómo veían a los estadounidenses mucho más avanzados que ellos en la lucha por los derechos civiles. Esa movida de bailes terminó derivando en la difusión de literatura académica y en debates, además del efecto importantísimo de insuflar una autoimagen positiva. La movida marchitó con la moda disco hacia 1978, pero los participantes ven que varias de las manifestaciones actuales (hip hop, bailes funky, naturalización de la presencia del negro en publicidades y televisión) son consecuencia de aquella movida. Esta película interesante y gozosa aúna antropología, musicología, swing y militancia.

Panorama

Me dediqué sobre todo al panorama internacional de ficciones, que se dio en Grupocine, casi siempre con la capacidad colmada y gente afuera. Un cambio no explicado en la fecha de inicio del festival llevó a que muchos nos perdiéramos el primer día de exhibiciones. El precio fue alto, porque en ese primer día dieron los títulos nuevos de los italianos Nanni Moretti y Matteo Garrone y de la española Isabel Coixet.

Por suerte, había otros atractivos. A 50 años de su ópera prima (y obra maestra), El espíritu de la colmena , y a los 83 años de edad, el español Víctor Erice lanzó el que es recién su cuarto largo de ficción, Cerrar los ojos. No sorprende que sea una película crepuscular, apta como testamento cinematográfico. Abundan los toques de amor y nostalgia cinematográficos: la película dentro de la película, la valorización del fílmico, la importancia de la mirada, el punto culminante en un cine del interior recién cerrado, el cine como posible terapia y herramienta contra la amnesia, el hecho de que Ana Torrent tiene un rol importantísimo (sus ojos oscuros siguen siendo tan profundos como cuando, chiquita, debutó en El espíritu de la colmena), referencias a Louis Lumière, Río Bravo y Carl Dreyer. Erice es uno de los grandes maestros del cine español de todos los tiempos y sus claroscuros y primeros planos siguen siendo de una belleza inaudita. Es interesante notar también la influencia de su colega más joven Pedro Almodóvar.

Extraña y fascinante, Family Time (de Tia Louvo, Finlandia) consiste mayormente en planos estáticos, extensos y tomados a una cierta distancia de los actores, que muestran momentos recortados en un período breve alrededor de Navidad en las vidas de distintos integrantes de una familia. Hay toques de humor cruel y la habilidad para involucrarnos en situaciones relativamente nimias.

Monstruo (Hirokazu Kore-eda, Japón) es como una combinación entre Rashomon y Close: la amistad entre dos niños, teñida de potencialidad homosexual malvadamente advertida por los compañeritos bulineros, es contada tres veces desde distintas perspectivas.

Mujeres que cuidan y luchan

Llamó la atención la cantidad de películas que enaltecen el papel de las mujeres que cuidan. O corno (Jaione Camborda, España) y Matronas (de Léa Fehner, Francia) lidian con parteras. En la primera, es una mujer de pueblo que actúa en forma artesanal y, durante el franquismo, termina siendo perseguida por realizar un aborto ilegal. La segunda cronica, ensamblando distintos dramas de médicos y pacientes, el transcurrir en la sección de partos de un hospital público francés.

Àma Gloria (Marie Amachoukeli, Francia) muestra el afecto inmenso entre una niña francesa huérfana de madre y su niñera caboverdiana. Circunstancias familiares fuerzan a Gloria a regresar a su país natal, pero antes de esa separación desgarradora la niña tiene la chance de pasar unas vacaciones junto a ella en Cabo Verde. Esta película muy pequeña y sensible se destaca, además, por unos interludios preciosos con dibujos animados y la actuación espectacular de la pequeña Louise Mauroy-Panzani.

El enfoque de la alemana El salón de profesores (de İlker Çatak y actualmente en cartelera) es más problemático: en una especie de parábola, una profesora liceal hace siempre lo mejor posible, pero todo le sale cada vez peor, en un contexto en que docentes, funcionarios, estudiantes y padres contribuyen a generar un pequeño infierno, que quizá no sea más que la explicitación de facetas ahogadas de una sociedad altamente prejuiciosa.

Valeria viene a casarse (de Michal Vinik, Israel/Ucrania) aborda los casamientos arreglados por internet entre israelíes y ucranianas. Ellas, obviamente, vienen menos por amor que por la ansiedad de escaparse de un contexto difícil y establecerse como esposas en un contexto más próspero y estable, pero esa salida tiene su precio en soledad y destierro.

Ese crimen es mío (del francés François Ozon) es una comedia farsesca ubicada en 1935, cuando dos muchachas pobres que pretenden establecerse respectivamente como actriz y abogada descubren una oportunidad para desplegar sus talentos asumiendo la responsabilidad por un crimen que no cometieron. Varias vueltas de tuerca complican bastante la situación y permiten, además, las participaciones impagables de Isabelle Huppert y André Dussolier.

Furtado

El brasileño Jorge Furtado, nacido en 1959, llamó la atención con su corto ensayístico Isla de las flores (1989). En él, una subnarración algo monocorde (del extraordinario Paulo José) va disecando la situación insólita de un contexto en que los administradores de un basural conceden unos minutos a los vecinos pobres para que busquen algo que les sirva, pero sólo después de que se alimenten los cerdos.

El resto de su producción fue menos experimental y creativa que ese debut, pero Furtado sigue trabajando incansablemente, para cine y para la red Globo. Aparte de la retrospectiva con varias de sus películas, el festival incluyó una reunión abierta en la que habló con una lucidez y fluidez asombrosas sobre los inicios de su carrera, su forma de trabajar, su estética. Se definió como un guionista que dirige, más que como un director, y adelantó que su próximo guion será dirigido por su compañero de ruta Guel Arraes, y consistirá en nada menos que una adaptación, trasladada a la periferia de una gran ciudad imaginaria, del clásico literario Grande sertão: veredas (1956), de Guimarães Rosa. Habrá que ver cómo se compatibiliza el texto experimental de rosa con el clima entre Mad Max y Ready Player One que se puede apreciar en el tráiler.

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