“¿Cómo está el clima por allá?”, pregunta amable, al otro del teléfono, desde su casa en Connecticut. Moses Pendleton ya había estado en Montevideo en 2023 junto a Momix, la multipremiada compañía de danza con la que recorre el planeta desde 1981. Se llevó la imagen de “una ciudad progresista” que presenta “un buen escape para un norteamericano”.

Sobre Alice, la obra inspirada en el clásico del escritor británico Lewis Carroll Alicia en el país de las maravillas que lo trae nuevamente a Montevideo, habla con contagioso entusiasmo, como lo hace con otros temas: su costumbre de fotografiar la vida de las flores, una biografía del pintor francés Claude Monet que está leyendo, o las maravillas de la narrativa alucinada del escritor griego Nikos Kazantzakis, en su libro La última tentación de Cristo.

Desde muy joven, su carrera artística viaja impulsada por una inquietud pseudocientífica y experimental. Con cada estreno, su búsqueda toma una forma definida y atractiva para un numeroso público internacional, no exenta de una naturaleza extraña y surrealista. La danza, la música, las sombras, los colores y un toque de magia son los ingredientes que combina en sus obras, de un modo original y que divide a la crítica. Hay quienes describen con elogios el asombro que la obra de Momix provoca en muchos (Alchemia, Bothanica y Opus Cactus), y están los que juzgan sus acrobacias y proezas visuales como demasiado abstractas para compartir escenarios con Shakespeare.

El avance de lo extraño hoy le juega a favor. Antes de escribir su primer libreto le fue contada la historia más increíble de todas, la de un luchador profesional (su padre) que conoció a una enfermera (su madre), mientras esta le curaba infinitas heridas de un cuerpo y un rostro cubiertos de vendas.

“Yo nací y me crie en una granja de Vermont. Tengo una conexión muy directa con la naturaleza, además estudié literatura inglesa y leí mucha poesía. También esquiaba, así que mi educación física es muy fuerte”, cuenta el bailarín y coreógrafo Moses Pendleton.

“Cada verano, en vez de ir a la escuela de ballet, viajaba a Mouny Hood, en Oregon, y esquiaba con un equipo de deportistas austríacos. Desde muy chico aprendí a usar el cuerpo para expresarme, y también a aplicar lo estético en lo atlético”, agrega.

Piensa que su destino pudo ser el de un médico, o abogado, al tiempo que asegura que, a fines de la década de 1960, esos escenarios eran menos probables que lo habitual en su país. “Había mucha gente joven y brillante que simplemente corría hacia el bosque para aprender a tocar la batería en un tronco de abeto en lugar de ir a la escuela de medicina. Escapar era una atracción para nosotros durante los años 60”, apunta. “Escuchábamos mucha música, bailábamos, y éramos muy afortunados de contar con gente que iba a ver cualquiera de nuestros inventos escénicos”, dice sobre los jóvenes de su generación.

Su padre se suicidó cuando tenía 12 años, y perdió a su madre por un cáncer de mama ni bien terminó sus estudios secundarios. Para 1967 ya era un atleta de alto rendimiento y campeón estatal de esquí de fondo.

En 1971, junto a un grupo de compañeros de danza de la universidad de Dartmouth, anotó el nombre de “una especie de hongo que crece en el estiércol de caballo y que expulsa sus esporas a tal velocidad que pueden romper un vidrio”, fundó la compañía Pilobolus, y no demoró en llegar a Broadway.

En el camino, entre muchos otros hitos pintorescos, conoció a Frank Zappa, y Prince lo llamó para encargarle la coreografía de su videoclip “Batdance”, trabajó para la cadena italiana RAI y fue invitado del programa Plaza Sésamo.

Con Momix, la compañía que lleva adelante junto a la bailarina Cynthia Quinn, ya suma más de cuatro décadas sobre las tablas, y con cada nuevo espectáculo vuelve a desafiar la percepción del espectador.

¿Actualmente hacés algún deporte o actividad física?

Salgo a andar en bicicleta todas las mañanas, después levanto pesas en un club, y en la tarde nado otra milla en un lago helado. Trato de hacer lo mejor que puedo para mantenerme vivo.

Imagino que así también oxigenás tu cerebro.

Claro, hay que entrenar el cerebro y cuidarlo. Leo una hora cada mañana, sobre todo poesía y otras cosas interesantes para estimular la imaginación. No hay imaginación si no tienes un cuerpo para imaginar. Todo está conectado. Para mantener vivo el cerebro, tenés que entrenar el cuerpo.

Yo intento ir más allá de lo humano. Me resulta muy interesante ver las plantas, los animales y los minerales haciendo conexiones con lo humano. Puedo pasar una o dos horas mirando una col muerta secándose al sol o el rostro de una hormiga. Observar algo durante largo rato siempre me resulta emocionante, porque podés apreciar lo que está cambiando y eso te regala una especie de magia en tu día.

Me nutro mucho de la naturaleza y de la fotografía. Esa es realmente mi pasión: tomar fotografías. El próximo otoño espero poder exhibir algunos de mis últimos trabajos. Hablando de Alice, algo así también le pasaba a Lewis Carroll, que era un apasionado de la fotografía. Era casi más fotógrafo que escritor. Le encantaba tomar fotografías.

¿Recordás cuál fue el primer libro que leíste?

No sé, la revista Playboy, quizás. Fue hace mucho tiempo. Debe haber sido algún libro infantil, tal vez Alicia en el país de las maravillas. OK, digamos que el primer libro que leí fue Alicia en el país de las maravillas. Después de ver la película de Disney, quise leer el libro.

En perspectiva, Alicia en el país de las maravillas parece un texto escrito a medida de todas tus inquietudes.

Sí. Lewis Carroll y Momix combinan a la perfección. La extrañeza del cuento, sus personajes icónicos, todo eso resonó en mí. En Alice no hacemos una traducción literal del libro, sino que usamos personajes como el Sombrerero Loco y la Reina de Corazones para nuestra narración.

Sabés que la principal ambición de Carroll no era que su libro fuese muy leído, sino visto en tres dimensiones, en escenarios de los teatros de Londres. Por eso supervisó más de 100 producciones suyas de Alicia en el país de las maravillas. Así que creo que Lewis Carroll estaría feliz con nuestra obra.

Alice se estrenó en 2019. ¿Es un proyecto que tenías desde hace mucho tiempo?

Sí, desde siempre. Cuando era niño, me aterrorizaba ver la versión de Disney. La Reina Loca me asustaba y tuve pesadillas con esa película. De hecho, el primer manuscrito de Carroll llevaba el título de Las aventuras subterráneas de Alice y la historia era bastante más oscura. Ciertamente, el inconsciente es un universo salvaje que puede ser tan oscuro como claro.

En Alice, entramos en ese mundo, en la madriguera del conejo. Así que están todos invitados a ese viaje. Como escritor, mi desafío fue el de llevar al espectador a un lugar en el que casi no está pensando, casi que estás accediendo al inconsciente.

¿Y cómo se hace?

Esa es una corriente de conciencia, que requiere una forma de trabajo muy intuitiva. ¿Podés soñar y aún ser lo suficientemente consciente como para escribir ese sueño a mitad del día? Eso es algo que siempre me ha interesado hacer.

¿Escribís mucho?

Todos los días. Mi diario, mi cuaderno, son mi propia terapia. Además, me gusta ver. A veces miro mi mano escribiendo como si fuera de otra persona; es lo que yo llamo subjetividad objetiva. Necesitás alejarte de vos mismo, de lo que pensás que sos, y observarte desde la distancia. Eso te libera para imaginar y decir cosas que de otra manera no dirías.

Pilobolus surgió durante la guerra de Vietnam. Ahora el mundo está viviendo tiempos muy conflictivos y violentos, con una constante estimulación de información de las redes sociales. ¿Qué función te parece que tiene el arte en este momento?

Bueno, sí, tienes razón. El mundo está en una especie de cambio tectónico. Está en crisis. Y es bastante horrible. Siempre digo que Momix ofrece un antídoto contra las cosas deprimentes que salen en los diarios. Con suerte, podemos ser una especie de escape de la realidad hacia la estética de la belleza, el movimiento, la música, el ritmo y la poesía. Esos son elementos que afirman la vida y que forman parte de nuestro espectáculo. Creo que escapar siempre le puede dar algo de energía a la gente. Quiero decir, si estás muy deprimido, es probable que no tengas suficiente energía para solucionar tu depresión.

Hay muchas cosas que pasan en el mundo que, desafortunadamente, nunca aparecen en las noticias. Los humanos parecen obsesionados con lo negativo. Si alguien cultiva una flor hermosa, la mayoría de la gente no se va a enterar porque está viendo un informe sobre Gaza.

¿No pensás que el espacio para el escape es cada vez más pequeño?

Sí, lo es, pero tenés que hacer un esfuerzo. Vení al show de Momix. Quizás eso responda a tu pregunta. Hay un gran poeta en Estados Unidos, Robert Frost. Recuerdo que decía: “Las buenas cercas hacen buenos vecinos” [en el poema “Mending wall”]. En este mundo globalizado, donde todo está conectado a través de internet y las redes sociales, es inevitable que haya conflictos entre las personas que piensan diferente. Tal vez deberíamos construir más muros y tener más divisiones para no interactuar tanto. Pienso que puede ser demasiado peligroso involucrarse tanto con el pensamiento de otras personas. Salvo que la Tierra se convierta en una mente global con un sistema de supervivencia, creo que la tendencia va hacia hacernos estallar unos contra otros.

Una vez dijiste que te resultaba difícil pensar solo.

Es necesario pasar algún tiempo solo para funcionar en una sociedad. Creo que ese es un mensaje que me gustaría transmitir: muchas personas, especialmente los jóvenes, necesitan pasar más tiempo lejos de sus teléfonos, para poder sentarse bajo un árbol a pensar y escuchar a los pájaros y las abejas. Pasá más tiempo contigo mismo. Si no te importa el cliché, conocete a vos mismo. Un artista debe tener suficiente respeto por quién es, e interesarse por cómo piensa. Pasar más tiempo solo es una forma de hacerte más útil en una situación social.

Trabajás en espectáculos donde participan muchas personas. ¿Cómo contagiás tu motivación?

Bueno, supongo que tengo que estar motivado para intentarlo. Si estoy haciendo algo creativo y algunas personas lo ven y se inspiran, eso me inspira a ser más creativo. Así que estamos conectados de esa manera. Hago cosas para el público, no para mí, nunca sentí que quería decir cómo es el mundo en realidad. No hago arte para mostrarte los horrores de Gaza. Lo hago para mostrar algo alternativo a algunos de los horrores del mundo. Aunque tengo pensamientos oscuros en mi mente, tengo la obligación de no usarlos. Esto no es como la terapia.

Los espectáculos de Momix son muy ambiciosos, y muchas veces requieren una compleja estructura técnica, pero cuando empezaste, te las arreglaste con una sábana en la cabeza.

Ah sí, te refieres a la actuación en el teatro natural de Vermont. Exacto, mi primera experiencia coreográfica fue organizar y coreografiar a 50 vacas lecheras Holstein, blancas y negras. El público eran los vecinos de la granja. Cuando me puse esa sábana blanca sobre el cuerpo, las vacas sintieron mucha curiosidad. Dondequiera que iba con mi sábana, las vacas me seguían. Yo era como un fantasma. Entonces, si yo iba a la izquierda, iban hacia la izquierda, y luego a la derecha. Logré que se movieran de una manera interesante y el público disfrutó de la experiencia única de ver una estampida coreografiada de vacas Holstein. Causé una buena impresión. En ese momento no me conocían como coreógrafo, pero, no sé cómo se traduce al español, sí como coreógrafo de vacas [bromea con el juego de palabras cowreographer].

Según tu trabajo con Momix, ¿es la suspensión de la realidad lo que más nos fascina a los humanos?

Sí. Creo que, para Momix, la realidad es realmente la fantasía. Ese es nuestro negocio. Ese es mi trabajo. Paso mucho tiempo entrenando el cerebro para fantasear. Para lograrlo necesitás organizar todas las cosas que te permiten seguir con tu vida, como las finanzas y las relaciones humanas, y que te quede tiempo para trabajar en ese otro mundo. Es decir, precisás un poco de realidad para organizar tu rutina, de modo que puedas vivir de una manera fantástica.

Momix presenta Alice. Del jueves 6 al sábado 8 a las 21.00, y domingo a las 20.00 en Auditorio Nacional del Sodre (Andes, esquina Mercedes) Entradas desde $ 400 a $ 3.900 en Tickantel. 2x1 con la diaria Beneficios.