Disney tiene una larga historia de compinches animales en sus películas animadas. Esos que corretean al lado de las princesas de cuentos de hadas, que son un deleite para los animadores y favoritos de la chiquilinada que asiste a las salas de cine. En la actualidad parecen pensados (y seguramente lo sean) para sumar un motivo a la Cajita Feliz o vender un millón de peluches, pero estuvieron allí mucho antes de que las hamburguesas vinieran con juguetes.

Otras compañías han intentado desarrollar al compinche ideal (el burro de Shrek podría entrar en esa categoría), pero fue Illumination Entertainment la que encontró petróleo en 2010, cuando estrenó la primera aventura de un supervillano cuyo corazón se ablandaba con la llegada de tres adorables huerfanitas. Algunos personajes malévolos se convierten en antihéroes gracias a su popularidad, pero Gru siempre estuvo pensado para tener un arco de redención.

En medio de cachivaches tecnológicos y planes delirantes, la aventura incluía a los esbirros de Gru, unos bichos amarillos con antiparras y enterito de jean que utilizaban un lenguaje babelesco y protagonizaban varios gags de humor visual. Incluso aquellos que no hayan visto una sola película de la saga Mi villano favorito (¡seis en total!) podrán identificar a los minions, que hasta terminaron convirtiéndose en mascota de los estudios, integrando un grupo selecto junto al ratón Mickey, Bugs Bunny, Bob Esponja y Súper Mario.

Los minions son populares y sus tutores lo saben. Esto es importante a la hora de enfrentarse a Mi villano favorito 4, un entretenimiento pensado para el público menudo, que no tiene tanto en cuenta a los adultos presentes en sala excepto cuando los bichos amarillos hacen cada una de sus apariciones, porque el tipo de humor de los minions no hace distinciones de edad.

En cuanto al guion, cumple con las básicas de la franquicia: Gru se enfrenta a un supervillano y tiene una familia (un elenco) cada vez más grande. A las tres niñas y su esposa Lucy se suma Gru Jr., un Jack-Jack de Los Increíbles sin superpoderes y con la nariz heredada de su papá. De fondo continúan estando la organización que combate a los supervillanos y los propios supervillanos, con una relación compleja en la que no vale la pena reflexionar si se quiere disfrutar de la película.

Mallitas oro

El nuevo antagonista es un supervillano humillado en los primeros minutos del film, que luego de escapar (como corresponde) de la prisión se abocará a concretar su venganza contra Gru y los suyos, obligando a que estos cambien de ciudad y asuman nuevas identidades. Los momentos más originales están en el contraste de los Gru con sus nuevos vecinos elegantes, a medio camino entre el contraste de los Addams (los locos) con... bueno, con cualquier otra familia humana.

Como viene siendo costumbre en la ficción, al villano cucarachesco y su bidimensional novia se los define por lo que logran hacer, pero no son particularmente recordables ni transmiten peligro. Lejos están de la versión definitiva del malo que quiere arruinar la vida del bueno sacándole lo que más quiere: Philip Seymour Hoffman en Misión imposible 3 (JJ Abrams, 2006). Pero estamos hablando de los minions, ya sabemos lo que se puede esperar.

Hablando de ellos, exceptuando los tres laderos eternos de Gru (Bob, Stuart y Kevin), el resto de los compinches amarillos son enviados a colaborar con la organización antivillana, y cinco de ellos terminan convertidos en superminions con mallita al tono (amarilla) y poderes típicos de los superhéroes de la ficción: elasticidad, visión láser, vuelo, fuerza y... estar hecho de rocas. Todo esto no es más que una excusa para intercalar gags a la historia original, que son efectivos porque es muy difícil hacerlo mal cuando hablamos de los minions.

El resultado final se parece a aquellas películas de los Looney Tunes que en realidad tenían un guion muy sencillo que servía de excusa para hilar cortos animados que habían sido estrenados previamente. Aquí el material es 100% original, pero cada vez se nota más que el público quiere ver a los minions, o a Gru metiendo la pata, y simplemente se necesita una cuerdita fina que nos vaya llevando de un lado al otro.

La animación sigue siendo de buena calidad, y este estudio en particular se ha caracterizado por huirle a la estandarización humana que logró Pixar y el resto salió a copiar. Hay cuerpos de todas las formas y colores, algo saludable desde el punto de vista de la representación pero que además aprovecha las posibilidades del medio. La versión original está cargada de voces conocidas, pero aquí llega el doblaje clásico, que en lo personal molesta por el acento de Gru y el de su villano de turno, que esta vez es francés.

Hay escenas de acción trepidante, pero lo que aquí marca el éxito son los golpes y porrazos salpicados durante la aventura. Estos son efectivos y eficaces (uno de los tres minions principales se pasa casi toda la película encerrado), y más de una vez remiten directamente a los mencionados Tunes, como el asalto con accesorios de bebé o el beso que recuerda a los que daba Bugs Bunny a sus inmediatos perseguidores. Entretenimiento a una velocidad tal que no permite aburrirse ni ponerse a pensar en lo rápido que todo está pasando. Pero ahí vuelven los minions y no hay con qué darles.

Mi villano favorito 4, dirigida por Chris Renaud. 95 minutos, en cines.