“La reforma marcó un antes y un después. Primero, porque la mejora edilicia que se hizo es la más grande que tuvo el Solís en su historia. Eran 150 años en aquel momento y lo festejamos en 2008, que fue justamente coincidiendo con la culminación de las salas laterales”, recuerda Gerardo Grieco, primer director del teatro tras la reinauguración.
El gestor explica que el pasaje del Solís a la órbita pública durante la época del neobatllismo fue parte de un fenómeno internacional: “Este tipo de teatro era de gestión privada porque tenían utilidades, era otro mundo, pero cambiaron los usos y costumbres y se volvieron más caros de mantener. La actividad artística se volvió más numerosa, más cara de realizar, etcétera. En todo el mundo las sociedades se dieron mecanismos para no perder ese signo de identidad que tienen los teatros patrimoniales. En el caso de Uruguay, la gente que lideraba la iniciativa, Justino Zavala Muniz y demás, no tenía los votos en el Parlamento, entonces consiguieron adquirirlo a través de la intendencia. Entonces se hizo la primera gran reforma edilicia, en la que le agregan las salas laterales y algunas adaptaciones”, además de crearse los elencos oficiales y la EMAD.
Grieco señala la relación entre el declive democrático y el abandono de la infraestructura cultural que ocurrió luego, con un punto bajo en los años de la dictadura; los hitos serían el incendio del auditorio del Sodre y la expropiación de El Galpón. “Lo primero que hace el primer gobierno democrático es devolverle a El Galpón su teatro, y hay un intento de empezar a restaurar el Auditorio del Sobre en el mismo exacto lugar en donde se había incendiado, una iniciativa de Julio María Sanguinetti que después lamentablemente se demoró. Cuando gana la intendencia el Frente Amplio, el primer gobierno de Tabaré Vázquez, que llevaba como política de definición la descentralización, lo primero que hace es restaurar el teatro Florencio Sánchez, que por las licitaciones se demoró y lo terminamos inaugurando en 1995 con Mariano Arana y Gonzalo Carámbula, el director de Cultura. Tenía un modelo de gestión casi mixto, con participación de las comisiones de vecinos. Fue hermosa aquella época”.
“En 1996, año en que Montevideo era capital cultural de Iberoamérica, hicimos una carta abierta de compromiso con el tesoro de todos, que era el teatro Solís. Ese compromiso nos permitió, por un lado, comprar el cine Rex y restaurarlo para hacer la sala Zitarrosa, que está cumpliendo 25 años ahora. Fue un gesto en sí mismo: recuperar un viejo cine emblemático en el Centro y transformarlo en una sala que reconocía oficialmente la música popular uruguaya por primera vez. A su vez, fue una puesta en marcha y un modelo de gestión que apostaba a ser innovador a través de una comisión administradora y con pasantes de escuelas de hotelería, con empresas de servicios de audio y de luces profesionales para los músicos, para darle condiciones”, agrega el primer director de la sala Zitarrosa.
“Eso también nos permitió cerrar el Solís en 1998 para abordar con toda seriedad esta gran obra de restauración del teatro. Habíamos hecho un diagnóstico con la Facultad de Ingeniería, porque teníamos alarmas por todos lados. Nos decían que se caía a pedazos, que estaba todo mal, que no funcionaba. Seguían trabajando allí heroicamente artistas y técnicos y funcionarios, pero abandonados de la mano de Dios”, explica Grieco.
“Se inició una gran obra que fue un proyecto de los arquitectos Carlos Pascual y Álvaro Farina. Se tiró abajo todo el escenario. Se hizo un edificio que tiene como nueve pisos, se rompió la cercha de arriba y se incrustó allí un edificio de escenario que responde a las necesidades del siglo XXI, que tiene una dimensión áurea con la sala propiamente. Además, se restauró la parte patrimonial y la sala. Son decisiones súper valientes y por suerte estaban allí Carámbula y Arana, que tenían esa visión muy clara y precisa de cuáles son los valores patrimoniales que hay que preservar y restaurar para las próximas generaciones, y en qué medida había que incorporar la tecnología y condiciones contemporáneas”, dice Grieco.
“El Solís para mí es un ejemplo para el mundo entero del tratamiento patrimonial de teatros, para que siempre en el centro esté la esencia del teatro, la esencia de hacer artes escénicas de alta calidad, de dar oportunidades a nuestros talentos, a nuestros jóvenes y a nuestros consagrados, de recibir a lo mejor de las artes del mundo y tener condiciones adecuadas para hacerlo. Tanto para el uso y para el disfrute, para el artista y para el público, para que esa experiencia única sea perfecta”, opina.
“La obra, además, atravesó la crisis brutal de 2002, que paró todo. Por suerte el intendente era Arana y el director general de Cultura era Carámbula, que lo primero que hicieron fue convencer a todo el gabinete de que el Solís era una prioridad y había que terminarlo. Tremenda decisión en un momento en que se caía todo a pedazos. Y en 2004 se reinauguró el teatro Solís. Lo contás y es un ejemplo desde todo punto de vista, desde la política también”, reflexiona.
El “parlamentito”
Gustavo Zidán es, desde hace años, director de la sala Verdi y se desempeñó como productor de la Comedia Nacional. Antes había sido pasante en el Solís como estudiante de la EMAD. “Carámbula desarrolló lo que él llamó el ‘parlamentito’, integrado por las direcciones de la Comedia Nacional, de la Filarmónica, la dirección de la sala Zitarrosa, más él y Osvaldo Ferreyra Centurión, que era el director de la División Promoción. Por la Orquesta venían Federico García Vigil y Álvaro Méndez, por la Zitarrosa Gerardo Grieco, y por la Comedia íbamos Héctor Vidal y yo. Ahí estuvimos trabajando mucho en el futuro proyecto de gestión, que tenía que ver también con la última etapa de las reformas. Tuvimos mucha conversación con Eneida de León, que terminó siendo la arquitecta que abrió el teatro; en el proyecto original estaban Jorge Di Polito y Carlos Pascual. Eneida tenía la orden de sí o sí abrir el teatro, a como diera lugar”, recuerda.
“La reforma del Solís se hizo con miles de obstáculos por parte del gobierno central. La administración Arana convivió con un gobierno de Sanguinetti y después con un gobierno de Jorge Batlle. Tuvieron dificultades enormes para acceder a préstamos del Banco República, por ejemplo. Realmente, la reforma fue una quijotada”, opina Zidán.
“El Solís es la gente”
“Mi papá era arquitecto y me llevó a hacer una visita durante la obra, y me impactó muchísimo ver, por un lado, la excavadora en el medio del corazón del teatro, y por otro lado estaban los restauradores con un pincelito”, recuerda Daniela Bouret, que fue directora del Solís de 2014 a 2020, y ya había sido parte del equipo de gestión de 2004 a 2011.
En la primera etapa, en la que ella asumió la dirección del Centro de Investigación, Documentación y Difusión de las Artes Escénicas (Ciddae), se dividieron tareas, cuenta: “Grieco se dedicó a tratar de investigar los teatros de la región, cómo lo estaban haciendo, los modelos actuales de teatros de la región, y yo sobre la historia del teatro, para ver dónde lo íbamos a intervenir”. Parte de ese trabajo se puede apreciar en Teatro Solís: historias y documentos, un libro publicado en 2004.
Bouret anota que la reforma culminada en 2004 no agota las transformaciones que demanda el edificio: “Hoy necesita un millón y pico de dólares para ser mantenido. Es una demanda importante, porque para tener un teatro de esta naturaleza hay que conservarlo”.
La gestora e historiadora también considera la inserción del teatro en la zona: “Tiene un eje turístico importante, tiene un compromiso urbanístico importante, tiene un compromiso patrimonial, dinamiza las externalidades económicas que surgen alrededor. No es lo mismo que el Solís esté abierto o no, para los boliches de la zona, para los taxis y los medios de transporte, para todo lo que se mueve la industria alrededor, que tiene que ver además con la previa y la posterior: imprenta, diseñadores, peluquerías y todo lo que tiene que ver con el arte en sí”.
Durante su gestión, en la que se llevaron adelante iniciativas como Un pueblo al Solís, se manejó la idea del teatro como “monumento vivo que dialoga con la ciudad”: “El Solís es la gente”, afirma con convicción.
El faro
Mariana Percovich fue testigo y protagonista de la reapertura del Solís. En 2004 ganó el concurso para dirigir la EMAD, y también fue una de las creadoras convocadas para dirigir Las mil y una noches, el espectáculo con el que la Comedia volvía a su espacio “natural”.
“Héctor Manuel Vidal había planteado ese maravilloso proyecto de Las mil y una noches, que fue algo muy audaz. Acercó a directores sub 40, mezcló a Estela Medina con Marianella Morena. Estaba la tensión por el nuevo modelo de gestión, a la vez que se producía un megaespectáculo de dos días con directores jóvenes que no habíamos trabajado nunca en el escenario grande”, recuerda Percovich, quien de 2015 a 2020 ocuparía la Dirección de Cultura de la IM.
A su vez, Percovich le da especial relevancia a la creación del Centro de Investigación: “Se suele pensar sólo en el escenario, pero el Ciddae es una de las cosas más importantes que la reapertura del Solís nos dejó. Un centro de documentación e investigación es vital para rastrear ciertas historias. En un país que tiene tan poca conciencia de archivo ellos hacen un trabajo estupendo”.
“Una costumbre en esas primeras épocas de la reapertura era que te daban un regalo y una carta agradeciendo tu trabajo, con la idea de que vos como artista escribieras una devolución. Una de las cosas que puse fue que es fundamental que escuchen a los artistas. A 20 años, para mí es importante celebrar, pero también es interesante recordar que estos gestos siempre tienen determinadas consecuencias. Está la tensión también de si el teatro Solís debe ser un teatro para programar comercialmente o no”, opina.
“La institución Solís condiciona al medio. Porque es el faro, porque es el teatro más grande, porque el Sodre no se vive como el teatro de teatros, se vive como el teatro del ballet, el teatro de la ópera y el teatro de los shows y de los alquileres. Pero el teatro de producción y el teatro al que ha ido históricamente el teatro independiente ha sido el Solís”, afirma Percovich.