Este documental es, esencialmente, un retrato de Karina Núñez. Esta mujer formidable fue la fundadora de Otras (Organización de Trabajadoras Sexuales del Uruguay) y es su primera presidenta. Huelga insistir en la importancia de ese gremio, imprescindible para pujar por los derechos de esas mujeres (tanto cis como trans) tantas veces victimizadas por la explotación, la trata y por la hipocresía social y la del sistema político —que a su vez terminan siendo funcionales a la explotación y la trata—.

La película emplea el enfoque observacional: no se registran las presencias de las realizadoras, no hay explicaciones en voz over y ni siquiera en sobreimpresos. Las escenas en que Karina hace punto en su local al borde de una carretera en las afueras de Paysandú, cerca de una parada de camioneros que constituyen su principal clientela, funcionan como una especie de estribillo de la película. Además, la vemos asesorar a sus compañeras por videoconferencia en el celular, coordinar pequeñas reuniones con integrantes de Otras, conceder entrevistas, contar los votos para la elección de delegadas departamentales de todo el país, desplazarse en camión de una localidad a otra, escenas domésticas diversas, someterse a los exámenes médicos mensuales que son condición para la vigencia del permiso laboral, bolichear, asearse, recolectar víveres para personas carenciadas durante la pandemia de covid-19, trabajar para obtener la personería jurídica de Otras y su ingreso al PIT-CNT.

Hay imágenes muy bonitas. Quizá la más increíble, a nivel plástico, es ese baño de río al atardecer, con una velita encendida flotante, creo que en el río Uruguay con las luces de Colón al fondo. Es impactante el inicio: el sonido del paso de camiones por la carretera (principal motivo sonoro) surge todavía sobre los créditos de presentación y, de pronto, por corte, la primera imagen es el detalle de los pechos exuberantes de Karina, en exhibición para atraer clientes. Hay unos diálogos de ella con los conductores, al borde del vehículo, y uno se pregunta cómo se habrán filmado (parecería haber una cámara sujetada al panel frontal al lado del volante, dirigida a veces hacia el camionero, otras veces hacia Karina). Fueron montados con la fluidez que aprendimos a esperar de Guillermo Madeiro, el editor más activo del cine uruguayo en la actualidad y uno de los poquísimos varones que integraron el equipo de esta producción.

Lo más notable de la película es el contacto con Karina Núñez. La vemos defender su posición intransigente con respecto a la trata, el tráfico humano y la explotación de menores, y su propósito de que Otras sea un mecanismo en contra de esas prácticas. La vemos comunicar a sus compañeras la noción de que, en cuanto trabajadoras que ofrecen un servicio, tienen la potestad de poner condiciones precisas (por ejemplo, de que sus clientes se higienicen en forma previa al contacto sexual), y de cómo esas exigencias, que hace años se hubieran tenido como insolencias, tienden a aceptarse como naturales en la medida en que el trabajo sexual se va regularizando. También comenta cómo la capacidad de oír es más importante en su trabajo que el desempeño propiamente sexual, y califica su actividad como “psicosexología”.

Con un dejo de indignación, la protagonista comparte su percepción de que los 15 años de gobierno del Frente Amplio no rindieron ningún avance sustancial con respecto a las reivindicaciones de las trabajadoras sexuales, y cuesta, para quienes apoyamos al Frente, no bajonearse frente a esa omisión, que podemos suponer que se debe a que no es una causa que rinda votos y que siempre es susceptible del rechazo moralizante conservador.

Karina es una persona tan lúcida y tan vívida que nos preguntamos si la opción por un enfoque observacional purista en este documental no es un poco un desperdicio. Por supuesto, si uno tiene la habilidad de un Frederick Wiseman para captar discusiones muy sustanciales y reveladoras, no se necesita nada más. En este caso, sin embargo, no pude dejar de pensar en cuánta cosa valiosa tendrá para contarnos Karina (su historia de vida, sus ideas, sus anécdotas, el vínculo con sus familiares), o qué buena oportunidad hubiera sido esta película para recibir algunos conceptos más precisos sobre Otras: cuándo se fundó, cómo fue el proceso, cuántas personas están afiliadas, quién hizo el isotipo —que está buenísimo—, si enfrenta alguna oposición y cuál es el equilibrio de fuerzas.

De todos modos, es mucho lo que nos deja esta película. Por un lado, lo que sí nos muestra, en la convivencia totalmente naturalizada entre las integrantes cis y las trans del grupo de trabajadoras, el desparpajo y naturalidad con que hablan de sexo y de su trabajo, sus cuerpos muchas veces no hegemónicos. Hay, además, todo un mundo que contemplamos de rebote, y que tiene que ver con el interior profundo del país: ese gaucho barbudo del boliche, los acentos, la convivencia natural de los lugareños con “las muchachas”, las extensiones de campo y carretera.

Por otro lado, es admirable la opción de las realizadoras por ese ritmo tranquilo, desdramatizado, prosaico, que en ningún momento busca enfatizar el costado de víctimas de esas mujeres —que obviamente existe, y se menciona—, y en cambio privilegia mostrarlas como personas cualesquiera, personalidades individualizadas, alejadas del estereotipo de “la que cayó en desgracia”. En todo caso, esas personas se destacan, sobre todas las cosas, por la decisión de unirse y organizarse para luchar por sus derechos.

Mala reputación, dirigida por Marta García y Sol Infante Zamudio. 78 minutos. Uruguay-Argentina, 2024. En Cinemateca. 2x1 en Cinemateca y 2x1 en el Auditorio Nelly Goitiño.