En enero van a cumplirse 20 años desde que Disney anunció la adquisición de Pixar, el estudio de animación que en 1995 cambió la industria del entretenimiento con el estreno del primer largometraje animado 100% por computadora (Toy Story, por supuesto). Muchos auguraron el fin de Disney Animation, el estudio fundado en 1923 por Walt Disney y su hermano Roy, que había cambiado la industria del entretenimiento en 1937 con el estreno del primer largometraje de animación tradicional (Blanca Nieves y los siete enanos, por supuesto).

Sin embargo, ocurrió lo contrario. La llegada de los talentos de Pixar fue una bocanada de aire fresco para el centenario estudio que, si bien fue bajando la cortina a la animación tradicional, tuvo un renacimiento que quizás no se considere tan fértil como el que comenzara con La Sirenita en 1989 y terminaría diez años después, pero que dejó a las audiencias familiares varios títulos que podrían considerarse “nuevos clásicos”, como Frozen (2013) o Moana (2016).

También en 2016 se estrenaba Zootopia, que de lejos podría confundirse con títulos de su estudio hermano, por esa cosa de establecer desde el comienzo un mundo con reglas muy particulares en donde transcurría la acción. Desde los juguetes de Andy que cobraban vida cuando ningún humano estaba cerca, pasando por mundos habitados por monstruos, autos, emociones, seres mitológicos y hasta elementos, a Pixar siempre le sentaron bien esa clase de historias.

Zootopia nos presentaba una ciudad idílica en la que convivían toda clase de mamíferos, con una arquitectura pensada para bichos de diferentes tamaños y hasta sectores con climas acordes a las necesidades de cada uno de ellos, como el barrio de selva tropical, el desértico o el congelado. Hasta allí llegaba Judy convertida en la primera policía coneja, que de inmediato cruzaba su camino con un zorro llamado Nick, que sabía más por zorro que por viejo.

La trama contenía una alegoría muy poco disimulada del racismo, con los mamíferos divididos en dos grandes grupos (depredadores y presas). Una serie de transformaciones al estado más feroz de los depredadores los volvía una minoría discriminada, y Judy debía aliarse con Nick para descubrir a la mente criminal detrás de todo. Un poco cop-friendly (patrullera) de más, ofrecía una aventura trepidante con una trama que tenía suficientes vueltitas como para entretener a los adultos de la casa (en mi caso vivía solo y me entretuvo).

Pasaron los años y Disney entró en una meseta de adaptaciones con actores de sus clásicos animados, además de secuelas. Pero mientras que Frozen 2 (2019) y Moana 2 (2024) se convertían en simples ecos de sus exitosas ediciones anteriores, acaba de estrenarse Zootopia 2, que se convierte en una de esas historias que pueden maratonearse en conjunto, dado que continúan con el buen nivel de la primera parte.

Todo pasa

El comienzo alberga un par de fallas narrativas, que ni siquiera son tan graves. La coneja y el zorro se convirtieron en compañeros del Departamento de Policía de Zootopia y rápidamente desobedecen órdenes directas y complican un operativo que parecía sencillo. El problema es que a partir de esto se intenta establecer (con fórceps) que son un equipo de trabajo disfuncional, tanto que necesita ir a terapia en el sitio de trabajo.

De todas maneras, los creadores saben que desde el advenimiento de las plataformas hay muy pocas chances de que el público objetivo (y yo) se arrime a la sala de cine sin haber visto la primera parte de Zootopia, así que no pierden tiempo en presentar a los protagonistas y se meten rápidamente en la historia. Todo vuelve a tener ribetes detectivescos y engancha con revelaciones y con escenas de acción que superan en intensidad y coreografía a la primera película. En cuanto a la animación en general, no hay un intento por mostrar el avance de la tecnología en estos nueve años, y lo tomo como algo positivo.

Con respecto a la historia, regresa el mensaje de la aceptación del diferente, en este caso con la aparición de los reptiles como el grupo animal que es rechazado por la sociedad mamífera. Pero si rascamos un poco más hay una crítica al poder económico que controla al poder político, y si entrecerramos un poco los ojos vamos a encontrar otras discusiones actuales, como el expansionismo, el reclamo de tierras por parte de los pobladores expulsados y hasta los atentados de falsa bandera, pero me estoy yendo por las ramas y no soy ninguna ardilla.

La trama equilibra la complejidad con planes claramente explicados (“tenemos que ir hasta este lugar, para accionar ese mecanismo y que nos permita encontrar aquel objeto”), como para que los más pequeñines entiendan lo que está ocurriendo. Quizás pensando en ellos, yo hubiera traducido algunos de los nombres, que son pequeños juegos de palabras en inglés. No en vano en la primera película teníamos al alcalde Leonzález.

En cuanto a las incorporaciones, hay personajes secundarios como un par de cebras policías que aportan momentos de humor, una familia de linces malvados y un alcalde caballo que seguramente se oiga muy bien con la voz original de Patrick Warburton. Los que tienen más relevancia son la serpiente que tiene una misión y la castora podcastera, que no aporta mucho más que ser el tercero en discordia insoportable, como lo fuera Joe Pesci cuando encarnó a Leo Getz en la saga Arma mortal.

Como es de esperar, todo terminará con un moño y con una lección aprendida... en Zootopia. En el mundo real seguimos comportándonos peor que los animales.

Zootopia 2. 108 minutos. En cines.