Los universos de las historietas de superhéroes suelen acumular años y años de continuidad. Los hechos ocurridos en decenas de títulos mensuales van contando una única gran historia que, en la medida de las posibilidades, no se contradice. Para ayudar a los lectores con mala memoria, los que no pueden leer todas las series e incluso ese animal mitológico llamado nuevo lector, durante años, fueron muy populares las “notas del editor”. Básicamente eran recuadros en los que se aclaraba que cuando Spider-Man le dijo a Wolverine “perdoname que todavía no te devolví la guita que me prestaste”, se refería a hechos ocurridos en (por ejemplo) Amazing Loans #137.

En televisión son muy populares los previously que te repiten escenas de episodios anteriores y hacen énfasis en aquellas que serán fundamentales en el episodio de hoy. Si te recuerdan al tío jodido que apareció por última vez hace dos temporadas, fija que el tío jodido va a volver. Esto en algún momento me molestaba, hasta que la cantidad de consumo televisivo y la memoria en declive me hicieron volverme fanático de esa clase de ayudamemorias.

Capitán América: un nuevo mundo (Captain America: Brave New World), dirigida por Julius Onah, es una película que se beneficiaría de unas “notas del editor” o de un previously. Como tantas producciones de Marvel, se hace difícil evaluarla fuera de la historia gigante que ya lleva 35 (¡35!) películas y un montón de series de televisión. Sobre todo porque este capítulo está tan incrustado en la gran mitología, que técnicamente es una secuela del capítulo 2, estrenado hace apenas 17 años. Esta decisión editorial de volcarse al costado Hulk del Universo Cinematográfico Marvel es lo que dificulta el entretenimiento instantáneo que esta clase de películas debería proveer.

Hay un nuevo Capitán América y es Sam Wilson (Anthony Mackie), quien hasta hace poco era Falcon. Es un hombre negro que hereda el escudo de manos de uno rubio y de ojos celestes, y para ser su primera vez en la gran pantalla parecería algo digno de profundizar... pero de eso ya se ocupó la serie Falcon y el Soldado del Invierno, disponible en Disney+. Por ahí también se introdujo a quien (para mí) es el mejor secundario de esta historia, Isaiah Bradley (Carl Lumbly), un personaje maltratado y olvidado por el gobierno. La película se manda una “nota del editor” para explicar quién es, porque no hay tiempo de contar su historia... que ya apareció en la misma serie antes mencionada.

Hablemos entonces de lo que sí ocurre en 118 minutos de historia. El nuevo presidente de Estados Unidos es Thaddeus Ross, interpretado por Harrison Ford. Es el mismo personaje que hacía el fallecido William Hurt, exsuegro de Hulk y eterno atormentador del gigante verde (hay una “nota del editor” sobre eso). Toda la película girará sobre el control de su ira y la manipulación por parte de una figura externa, pero si hay algún paralelismo político, créanme que es pura casualidad. De hecho, los productores trabajaron detrás de escena para alejarse de cualquier conversación de actualidad, como el rol de la superheroína Sabra (googleen “Sabra y Shatila”).

Es muy difícil encontrar aspectos destacables, más allá de la necesidad de saber cómo continúa la historia. La misión del comienzo tiene coreografías y edición que recuerdan a las series del Arrowverso en la cadena CW, y el personaje de Giancarlo Esposito no ayuda a desbancar la idea de que Giancarlo Esposito siempre interpreta al mismo personaje. Hay un discurso emotivo de parte de un personaje inesperado (por eso no lo nombraré) y el cierre es uno de los ejemplos más tristes de “terminar un momento dramático con un chistecito” en 35 películas.

La idea más original también está atada a una película anterior, en este caso la vapuleada Eternals. El clímax de aquella historia involucraba a un ser descomunal que terminaba petrificado en medio del océano. La misión del presidente es negociar un tratado que permita la explotación minera del gigante. Es posible que si fracasa el tratado se produzca un conflicto bélico (como el que casi estalla en medio del film), pero estas consecuencias no se explican lo suficiente como para que se sienta el riesgo. Por supuesto que ni siquiera se cuestiona la explotación, en una franquicia que históricamente ha “militarizado” sus narrativas, presentando al ejército estadounidense como un aliado necesario. Este capítulo es otro ejemplo clarísimo.

Además del antagonista que interpresa Esposito, agregado a último momento en estas historias elaboradas en comité, hay un villano secreto que vimos por última vez en 2008 (hay “nota del editor”) y otro que debería ser la gran revelación de Un nuevo mundo, pero en el que se centró gran parte de la campaña de marketing. Piensen en rojo y acertarán.

Para disfrutar de esta película es necesario creer en la importancia del gran tapiz que forma cada una de sus partes, festejar que se retomen subtramas que parecían destinadas al limbo narrativo, y no esperar mucho. Este párrafo podría ser una “nota del editor” al final de los tráilers, pero sería bastante deprimente.

Capitán América: un nuevo mundo. 118 minutos. En cines.