Para quienes tenemos un umbral de susto relativamente bajo, las películas de suspenso son ideales. Nos permiten experimentar un poco de sufrimiento ficticio en condiciones controladas, sin monstruos que parecen caminar con todos los huesos quebrados ni sustos repentinos a intervalos regulares.

Por eso Drop: amenaza anónima (en inglés sólo Drop) es uno de esos entretenimientos que no quería perderme en la sala de cine, donde la salida fácil de poner pausa no está disponible y los mensajes de texto deben esperar una hora y media para ser leídos (siempre y cuando uno mantenga cierta etiqueta, pero ese es un asunto para conversar en otro momento).

Se necesita un gancho interesante para llevar al público a una sala de cine, y en este caso se trata de una premisa bastante millennial. En medio de una primera cita, una mujer comienza a recibir memes en su celular. Son imágenes muy conocidas, como la del hombre que va de la mano con una chica y gira para mirar a otra, pero con textos alusivos a lo que ella está experimentando en ese momento.

Los memes, a los que luego se sumarán sencillos mensajes de texto, llegan a través de lo que se conoce como AirDrop, y es lo que da nombre a la película. Se trata de una tecnología disponible entre los aparatos de Apple que permite enviar archivos o textos a personas que se encuentren en la cercanía, incluso si no los tenemos entre nuestros contactos.

Al principio parece una broma de jóvenes presentes en el finísimo restaurante en el que se desarrolla la cita, pero (muy) rápidamente se transformará en un juego sádico en el que Violet (Meghann Fahy) deberá seguir instrucciones precisas si no quiere que le ocurra algo terrible a su familia. El grueso de la película seguirá a la mujer mientras busca zafar de la persona que la extorsiona, algo difícil ya que parece tener ojos y oídos a lo largo de todo el local gastronómico.

La película dirigida por Christopher Landon (el de Feliz día de tu muerte) apunta al entretenimiento y el padecimiento controlado desde el comienzo, así que hablar de un leitmotiv quizás sea pedirle demasiado, pero todo gira alrededor del control. La protagonista atravesó una relación abusiva y ahora trabaja con víctimas de situaciones similares, y de nuevo le toca atravesar una situación de sometimiento, que tendrá un objetivo claro relacionado con Henry (Brandon Sklenar), la persona del otro lado de la mesa.

Todo se sostiene en la actuación de Fahy, quien la rompió en la segunda temporada de The White Lotus como la esposa abnegada de un turbio inversionista, valga la redundancia. Acá le toca sufrir un montón, esconder los sentimientos (por orden de la voz en el teléfono) y devanarse los sesos para encontrar una escapatoria. En su primer gran protagónico, Fahy es capaz de contagiarnos todos los sentimientos aterradores que atraviesa.

Sklenar tiene mucho menos que hacer, pero logra convencernos de que, en medio de una primera cita rarísima, una persona se siga quedando un rato más y otro rato más, entre mozos delirantes, pianistas cachondos y otros personajillos que serán al mismo tiempo sospechosos y articuladores de que la acción continúe. Ella, que no se despegaba del celular porque era la primera vez que dejaba solo a su hijo pequeño, no tendrá forma de ignorarlo una vez comenzado el juego.

La premisa logra mantenerse durante 95 ajustados minutos; mucho más y empezaría a desflecarse. Cada tres o cuatro minutos la voz anónima (que no es Guillermo Lockhart) dará una nueva orden a la pobre Violet, sin descanso ni para ella ni para nosotros, hasta llegar a un final esperable para esta clase de narrativas, pero no por eso decepcionante. Hay un par de instancias en las que el verosímil se estira y solamente en una llega a distraernos, pero es vital para dar vuelta la pisada y entrar al tercer acto sin demoras.

Drop It Like It’s Hot

El trabajo de Landon podría limitarse a colocar la cámara y mostrar las reacciones de los actores, especialmente las de Fahy, pero hay un intento claro de darnos un poco más por nuestro dinero (o nuestro carné de prensa).

Como ocurre desde que se popularizaron las aplicaciones de mensajería instantánea, es necesario mostrar en pantalla lo que las personas escriben o leen. El director opta por mostrarnos los textos a gran tamaño, flotando sobre el hombro de la protagonista, y en un momento pequeño y delicioso, Violet se mira al espejo del baño y vemos un pedacito del reflejo del texto, como si efectivamente estuviera flotando en esa habitación.

Hay un par de instancias más de uso lúdico de las imágenes. Por ejemplo, cuando ella piensa quién podría ser la persona responsable de lo que ocurre y todo el restaurante se oscurece excepto cada una de ellas, o la repetida vibración del celular sobre la mesa, que solamente anticipa algo terrible. Son guiños simpáticos que aportan a que el resultado final sea agradable, más allá de que por momentos el suspenso llevará a que los dedos queden aferrados al apoyabrazos... o a la pobre persona que nos haya acompañado.

Drop: amenaza anónima. 95 minutos. En cines.