El programa de mano de Crisálida (un efecto mariposa) incluía una cita del filósofo Byung-Chul Han: “Lo que genera la adicción a la selfi no es un autoenamoramiento o una vanidad narcisista, sino un vacío interior. Aquí no hay ningún yo estable y narcisista que se ame a sí mismo. Más bien nos hallamos ante un narcisismo negativo”.

Las frases pertenecen a “El cuerpo terso”, texto de Han en el que también podemos leer: “En el primer plano del rostro se difumina por completo el trasfondo. Conduce a una pérdida del mundo. La estética del primer plano refleja una sociedad que se ha convertido ella misma en una sociedad del primer plano. El rostro da la impresión de haber quedado atrapado en sí mismo, volviéndose autorreferencial. Ya no es un rostro que contenga mundo, es decir, ya no es expresivo. La selfi es, exactamente, este rostro vacío e inexpresivo. La adicción a la selfi remite al vacío interior del yo. Hoy, el yo es muy pobre en cuanto a formas de expresión estables con las que pudiera identificarse y que le otorgaran una identidad firme. Hoy nada tiene consistencia. Esta inconsistencia repercute también en el yo, desestabilizándolo y volviéndolo inseguro”.

De alguna manera, Crisálida, espectáculo escrito y dirigido por Fabiana Charlo y montado en El Galpón en 2022, nos presentaba el proceso de desintegración de una subjetividad que se quebraba en múltiples yoes. Para ilustrar esta idea escénicamente, la directora representaba esa subjetividad fragmentada mediante cinco actrices que encarnaban algún aspecto de la protagonista. El proceso de fragmentación, sin embargo, no se corresponde con una patología individual, sino con un proceso social que el caso individual ilustra. Y si el proceso de disolución del yo tiene que ver con las dinámicas de las sociedades “posmodernas”, la multiplicidad de identidades que alienta el uso de redes sociales acelera el proceso.

En la interacción entre las diversas identidades del mismo personaje se intercalaban sufrimiento y humor, en un ámbito en el que la evasión tomaba formas diversas, las adicciones entre ellas. Como nos cuenta Charlo, Las mariposas sólo viven un día (un efecto lineal) parte de la aceptación de esa fragmentación, y nos coloca ante el personaje luego de un proceso en el que ha intentado sanar algunos de los aspectos más tóxicos de su personalidad. Pero el sufrimiento no parece ceder.

“¿Y si la tristeza estuviera siempre acá, en el costado marchito?”, se pregunta una nueva manifestación de nuestra protagonista, y continúa: “Es este miedo el que no me deja ver. El que me desordena. El miedo concreto. El real. El miedo a la oscuridad, a una tormenta eléctrica, a la lluvia a mares, a un caballo desbocado, a un ciclón o al granizo que cae y congela el cuerpo hasta quemarlo. Y también el miedo a estar sola. Sola de verdad. Como ahora”.

Pero el miedo no paraliza a nuestro personaje, que decide emprender un viaje y despedirse. Este viaje, escenificado con un sinfín de recursos que nos dejan ver las diversas facetas de la personalidad fragmentada de nuestra “heroína trágica”, sucede en un espacio no definido. Y si es un viaje que parece llevar hasta la muerte, tanto la meta final como la realidad física del viaje quedan también indeterminados. Lo que no queda indeterminado es el proceso de salida que la protagonista emprende, y así veremos todas sus manifestaciones proyectadas en una pantalla despidiéndose de algunos afectos como su madre, su hermano, su hija o de sí misma.

La coherencia entre los recursos formales y lo que se expresa vuelve a ser una de las claves de este ensayo escénico de Charlo. Si recordamos a Han, el primer plano que protagoniza estas despedidas que se intercalan en el “viaje” de nuestro personaje representa, nuevamente, “una pérdida del mundo”. Lo más novedoso de esta nueva historia es la aparición del nuevo pliego, encarnado por Noelia Campo, que expresa el temor a lo desconocido, el temor a la muerte. Y allí, en esa duda existencial, es donde, no sin pasajes humorísticos, se dibuja la silueta de Dios.

El efecto lineal del título, nos aclara Charlo, hace referencia a esa ilusión temporal en que ordenamos nuestros pensamientos y nuestros recuerdos. La fragmentación con la que se articula este relato cuestiona esa ilusión lineal. Pero si “forma y contenido” se relacionan orgánicamente en este espectáculo, también parece haber guiños, desde la composición plástica y el diseño, a otros universos escénicos. En particular, la sombra del Beckett de Días felices y Esperando a Godot parece aportar luz, por más contradictorio que parezca, a este nuevo ensayo escénico de Fabiana Charlo.

Las mariposas sólo viven un día se reestrenó el viernes 28 de marzo y va hasta el primer fin de semana de mayo. Hay múltiples razones para ir a verla, pero sólo agregaremos que estamos ante uno de esos elencos –a Campo la acompañan Sara de los Santos, Sara Bessio, Adriana do Reis, Alejandra Aceredo y Giuliana Delfino– que, más allá de otras consideraciones, invitan al teatro por sí mismos.

Las mariposas sólo viven un día (un efecto lineal). Viernes a las 21.00 en el teatro Alianza. Entradas $ 680 y $ 625 (si son dos) por Redtickets.